México ante EU, ¿sin salida?
 
Hace (60) meses
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Una guerra arancelaria es una batalla económica entre dos países en la que el país A aumenta las tasas impositivas en las exportaciones del país B, y el país B luego aumenta los impuestos a las exportaciones del país A en represalia. El aumento de la tasa impositiva está diseñado para perjudicar económicamente al otro país, ya que los aranceles desalientan a las personas a comprar productos de fuentes externas al aumentar el costo total de esos productos (www.investopedia.com).

El gobierno de la Cuarta Transformación se ha significado por su lenguaje abierto y directo en comparación a las administraciones anteriores, quizá solo comparable en el tono al de Luis Echeverría de hace más de 40 años, o en menor medida al de Vicente Fox de principios de este siglo, con una notable excepción: las relaciones con Estados Unidos, donde curiosamente, un experto en el mensaje político podría encontrar semejanzas con el lenguaje del presidente Donald Trump.

Evadir el tono polémico de respuesta al que orilla el discurso del jefe de la Casa Blanca ha sido la norma, con algunas respuestas que buscan la sobriedad y la ponderación pero a cargo de funcionarios del gabinete y no de su titular, y a pesar del reclamo que exige respuestas igual de duras a las que llegan de Washington. Todo esto ya ha traído consecuencias y nada parece reducirlas ni eliminarlas al menos hasta noviembre de 2020, cuando sean las siguientes elecciones presidenciales estadunidenses y cuando ya esté en efervescencia el mundo político mexicano por nuestras propias elecciones legislativas, donde la mayoría legislativa de Morena será la fortaleza a conquistar.

La primera consecuencia es el golpeteo en la imagen presidencial mexicana, quizá más que por las palabras provenientes del norte, por la falta de respuesta del agrado de la ciudadanía. Es cierto que en sus discursos y tuits el presidente Trump habla de México en general, y las veces que se ha referido al gobierno o a su titular, se deshace en elogios, pero es sabido que no es México en abstracto el que, según la visión oficial estadunidense, no ha hecho nada para detener la migración de centroamericanos sin documentos, sino el gobierno. Ese golpeteo en la imagen se suma al natural del ejercicio del poder ahora aumentado por la intensa actividad en la breve gestión de la #4T.

La segunda consecuencia es la presión que las ciudades fronterizas mexicanas registran por la llegada de una población inesperada. Tijuana es la que encabeza esa situación, usual por ubicarse en el cruce fronterizo más transitado del mundo, según la frase común, pero que en los tres primeros meses del año ha recibido a unos mil migrantes sin documentos, según datos de la autoridad migratoria mexicana.

Es cierto que estamos lejos de las cifras que se ven en otras zonas del mundo con problemas similares, pero nada parece cambiar en los países centroamericanos de donde salen esos migrantes, lo que adelanta que la llegada de ese tipo de personas aumentará e ira creciendo la presión ¿hasta dónde?

La tercera consecuencia corresponde a la modernización del tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, el llamado en México T-MEC, el cual aún requiere la ratificación legislativa de los poderes legislativos de cada nación firmante. Si bien pudiera pensarse que nada pasa, pues mientras tanto sigue en vigor el viejo TLCAN, el hecho es que ese acuerdo parece ser ya un rehén de los dos principales contendientes, los demócratas y los republicanos.

Para los primeros se trataría de bajar una bandera exitosa de la administración Trump. Para el mandatario que busca su reelección, una cabeza a cortar si así conviene a sus intereses, aunque quedan algunas preguntas por responder, ya que las acciones posibles son varias. Si se sale del TLCAN como ha amenazado del mandatario vecino, ¿Se borra la negociación hecha y terminada del T-MEC y habría que empezar desde cero? Si el T-MEC no es ratificado, ¿sigue siendo válido lo negociado y sigue de manera indefinida la vigencia del TLCAN?

La situación del T-MEC es muy relevante por sus consecuencias, que serían no solo nacionales sino regionales y hasta internacionales, empezando por sus efectos en las economías de México, Canadá y Estados Unidos, y desde luego sus repercusiones extrarregionales.

Ante una situación donde el equilibrio se ve tan inestable, la prudencia declarativa podría ser parte de la estrategia, pero no toda. El panorama parece cerrarse y el país no debe quedarse sin opciones, pero es un hecho que la gente podría creer que no hay salida ante Estados Unidos si no se complementa la estrategia.

 

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