Messi se va
 
Hace (43) meses
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Desde la separación de los Beatles, la cultura popular no pasaba por un cisma equivalente: Lionel Messi abandona su casa. Fin de una época.
El tema rebasa el ámbito deportivo y revela la importancia simbólica del futbol y las manipulaciones políticas a las que se somete.

Durante décadas, el equipo blaugrana estuvo lastrado por el infortunio. El 6 de junio de 1970 enfrentó al Real Madrid y el árbitro Emilio Guruceta le marcó un penalti en contra por una falta cometida dos metros fuera del área. Solo en una institución tocada por la desgracia podían suceder esas cosas. La cultura catalana fue reprimida durante el franquismo y el equipo pagó el precio de representar una identidad rebelde. Manuel Vázquez Montalbán lo describió como el “ejército desarmado de Cataluña”.

De acuerdo con Javier Marías, en los años sesenta el Barça era una escuadra de “moral frágil”, “carácter indeciso y atormentado”, proclive a la depresión, que casi disfrutaba su “torcido sino”. Por su parte, los aficionados culés se referían a su “victimismo” con una mezcla de queja y orgullo. Todo cambió a fines de los ochenta con el Dream Team de Johan Cruyff. El Barça y el Madrid rivalizaron en poderío, pero el club merengue no fue el peor enemigo; periódicamente, el Barça se suicida.

En 2003 Joan Laporta asumió la directiva como un joven abogado que se oponía a la mafia de hoteleros y constructores que administraban la pasión en beneficio propio. Hizo una revolución que comenzó con la contratación de Ronaldinho y culminó con el histórico Barça de Guardiola. Nunca antes se ganaron tantos títulos ni de mejor manera. ¿Cómo respondieron los socios? Laporta fue sometido a una moción de censura, no pudo terminar su mandato y fue defenestrado por su anterior aliado, Sandro Rosell, que acabaría en la cárcel.

Messi parecía a salvo de ese “fuego amigo”. A los 13 años llegó a La Masía, escuela de futbol del equipo. Dos décadas después es el máximo jugador de la historia blaugrana. La constancia de sus prodigios hizo que Jorge Valdano lo describiera como “Maradona todos los días” y el Cirque du Soleil aprovechara sus acrobacias para crear el espectáculo Messi10. Ante su magia, los árbitros se tragan el silbato y los defensas le piden un autógrafo.

Menos brillante con su selección (aunque quedó segundo en Brasil 2014), encontró un refugio idílico en el Barça, que incluso lanzó una campaña en su favor cuando fue señalado como evasor de impuestos. Nadie le atribuía otro destino. En una época de trotamundos que juegan en seis países y se jubilan en Dubái, Messi solo quería moverse dentro de la cancha. Pero no contaba con los errores de la directiva presidida por Josep Maria Bartomeu. En tres años consecutivos el equipo fue eliminado por goliza en la Champions; la última de ellas, el ditirámbico 8-2 contra el Bayern. Después de pagar 975 millones de euros en fichajes, el club no ganó un solo título en 2020. Messi había propuesto otros refuerzos y la recontratación de Neymar, pero nadie le hizo caso. Lo peor llegó el 17 de febrero de este año. Aún no se marchitaban las flores del Día del Amor y la Amistad cuando la Cadena Ser reveló que Bartomeu había contratado a la compañía 13 Ventures para lanzar una campaña de desprestigio en redes sociales contra los líderes de opinión del vestidor (Messi y Piqué) y figuras como Xavi Hernández, Carles Puyol y Pep Guardiola. El plan era empañar la imagen de los héroes y lavar la cara del presidente, que recibió elogios por la misma vía. Naturalmente, los presuntos involucrados negaron los cargos, pero se comprobó que 13 Ventures recibió un millón de euros del club por diseñar estrategias digitales. Seis directivos dimitieron. Una conspiración shakespereana: como Ricardo III, Bartomeu considera que el poder se conserva liquidando aliados.

Así estaban los ánimos cuando el Barça enfrentó al Bayern. La derrota precipitó la caída del insulso entrenador Quique Setién y la llegada de Ronald Koeman, histórico miembro del Dream Team. Pero la primera medida de Koeman fue despedir a Luis Suárez, el mejor amigo de Messi en el plantel y un centro delantero intachable.

La decadencia del Barça no se ha fraguado en el césped sino en el palco del presidente.

El mejor jugador del mundo no merecía esa salida; la tragedia es que hubiera sido peor que se quedara.

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