Mesones y Hoteles en Pachuca (Primera de tres partes)
 
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La noble misión de dar hospedaje o albergue a los viajeros a cambio de una paga es ya una actividad centenaria en las hoy tierras hidalguenses. La noticia más antigua al respecto se consigna en la página 53 de la deliciosa Descripción Anónima de la Minas de Pachuca, publicada entre finales del siglo 16 y principios del 17, en la que se señala que “en el camino de carros, de las Minas (de Pachuca) a (la ciudad de) Méjico, está el pueblo de Tezayuca. (sic)…(donde) tiene esa comunidad, una casa para hospedar (a) los viajeros…”

La existencia de la hospedería de Tizayuca se ratifica en al menos media decena de documentos y se acentúa partir del establecimiento de las corridas regulares de diligencias de Pachuca a la ciudad de México iniciada en 1841. Por otra parte, debe señalarse que desde siempre en toda ciudad importante se edificaron portales de mercaderes y en los conventos portales de peregrinos, dedicados a que viajeros y comerciantes pasaran allí las noches frías o lluviosas guarecidos en compañía de sus recuas.

La construcción de tales portales se incluyó en la legislación española sobre la traza y poblamiento de pueblos y ciudades, donde se obligaba a construir “logias” –galería techada– en los sitios más cercanos al templo o las oficinas públicas. Aunque desde luego había visitantes especiales a los que se procuraba alojar en casas de distinguidas familias ya nobles autoridades o personas de posición acomodada, como sucedió en el caso del italiano Gemelli Carreri, quien llegó a Pachuca el miércoles 17 de abril de 1697 y dice haberse alojado en la Caja Real –edificio construido entre 1670 y 1675 destinado a la guarda de las reales platas de su majestad– que entonces era habitado por don Domingo Larrea.

Un siglo después, a mediados de 1803, arribó a Pachuca el insigne barón Alejandro de Humboldt, quien con toda seguridad fue hospedado en la Caja Real, Pachuca y en la hacienda de Santa María Regla en Huasca, invitado por el Segundo Conde Regla, allí el sabio alemán realizó un magnífico dibujo de la cascada que forman los Prismas Basálticos, mismo que incluyó en la primera edición que le publicó la Casa Bouret de París, en 1811.

Otros viajeros importantes, como los frailes cronistas Jerónimo de Mendieta, Baltasar de Medina y Agustín de Vetancurt, que visitaron esta comarca a lo largo del siglo 17 y dejaron bellísimas descripciones del antiguo Real de Minas, se alojaron en el Colegio Apostólico de San Francisco por ser integrantes de la orden del santo de Asís.

Ya en el siglo 19, la empresa encargada de la línea de diligencias México-Pachuca, adquirió en 1842 la antigua casa del Conde de Casa Alta, ubicada en la explanada de la antigua Plaza de Toros de Avendaño, sitio en el que se ubicó la terminal de aquellos vehículos de transporte público, habilitado con una docena de cuartos para alojar a los visitantes y amplios macheros para las bestias de tiro. Medio siglo después, cuando las diligencias cayeron en desuso por la llegada del ferrocarril, los buenos resultados de la hospedería, impulsaron la transformación de aquella terminal a la que su propietario el señor Grenfell agregó en 1905 un piso, con lo que triplicó el número de habitaciones. Las bonanza mineras de Pachuca declaradas a partir de 1852 generaron un auge inusitado, reflejado de inmediato en el aumento de visitantes, y aún más, de comerciantes, que requirieron de lugares donde hospedarse.

Una importante arteria de la reducida traza urbana fue escogida por mesoneros y hostaleros, conocida hasta por ahí del 1880 como “Calle de los Mesones”, que no es otra, que la actual Matamoros. Dos mesones fueron famosos en aquella arteria entre 1860 y 1875, el de carboneros, que se encontraba en la esquina del callejón de Burros, hoy Gabino Barreda, frente a la plazuela del carbón, donde años después se construyó el Teatro Bartolomé de Medina (actual entrada al estacionamiento subterráneo de la Plaza Independencia) y el otro el Mesón de la Cruz Verde ubicado media cuadra antes, a estos se agregó el Hotel Unión, construido donde desemboca la actual calle de Salazar.

Otros mesones existentes en el Pachuca del siglo 19 fueron el de Abasolo, que era una amplío terreno dotado de un enorme galerón, donde podían recibirse en determinado momento más de cien bestias de carga y una veintena de arrieros, era este el sitio regularmente escogido por los vendedores de pulque, carbón, leña, cera y aguardientes, aunque el más conocido fue el llamado Mesón de Peregrinos, ubicado la calle del Comercio hoy de Doria entre las actuales de Jiménez y Abasolo, donde según Teodomiro Manzano era lugar de reunión de todos los venían de diversos lugares para ir en procesión a El Arenal, pueblo del distrito de Actopan, donde visitaban al Señor de Maravillas, Santo Patrono del Lugar.

Finalmente, al oriente la hoy Plaza Pedro Marie Anaya se encontraba el Mesón de la Veracruz, donde se hospedaban los vendedores que surtían a los mercados de la Fruta (hoy Miguel Hidalgo) y de Mercaderes hoy Mercado Primero de Mayo.

Tal era el panorama que presentaba la hospedería en el Pachuca en las postrimerías del siglo 19, después de las bonanzas mineras 1851. La fotografía que ilustra este articulo corresponde a la calle de Matamoros, antigua calle de Mesones, captada en 1917.

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