Me cae que no aprendemos
 
Hace (51) meses
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La muerte de un niño después de haberle disparado a su maestra y compañeros en una escuela de Torreón, al parecer logró mover a la reflexión a padres de familia y a la sociedad misma.

Luego del lamentable acontecimiento vinieron las declaraciones de especialistas y de padres cercanos al pequeño quien después de cometer el crimen se suicidó. Con ello, iniciaron las diligencias ministeriales y las detenciones, todo con el fin de tratar de responder a lo incomprensible: ¿Qué chingados hacia un niño con dos armas en la escuela?

Inmediatamente después del hecho se repartieron las culpas. Que si el abandono, que si la violencia en los juegos de video (argumento con el que, por cierto, estoy de acuerdo), que la falta de valores, que si el Operativo Mochila estaba vigente, en fin, que todos algo teníamos que ver en el asunto.

En redes hubo una reflexión que me pareció de lo más acertada: “Cuando un niño muere en las condiciones que el pequeño de Torreón, morimos todos”. Y como dice el dicho, muerto el niño, ahora hay que tomar acciones, aunque de poco sirvan esas medidas.

Los ejemplos están ahí, Monterrey hace algún tiempo y nuestro vecino del norte, donde frecuentemente se dan casos de tiroteos en escuelas en el que mueren estudiantes de manera absurda y todas esas experiencias nada nos han enseñado. Nos lamentamos y nos la mentamos, pero no hacemos nada.

Nos referimos a los valores y es lo primero que hemos perdido. Nos vale madre lo que le ocurre al vecino, incluso a nuestras familias, pero nos indignamos y acusamos sin tener pruebas, es decir, somos unos jueces bien chingones.

Y si eso ocurre a nivel personal, imagínense cuando esto se lleva al plano de sociedad y de instituciones.

Las autoridades educativas aparentan conmoverse hasta las lágrimas ante tan terribles acontecimientos, pero no son capaces de poner un hasta aquí contundente.

Como a los padres se les hace dificilísimo meter en cintura a sus criaturas, fajarse los pantalones y establecer reglas, todo creen que lo puede resolver la escuela; entonces que sea el Gobierno quien haciendo la labor de papá establezca normas bien cabronas, a ver si así dejan de ocurrir estos horrendos crímenes.

Y en eso de las políticas públicas en materia de educación, es fundamental poner en el centro a los niños.

En la última reforma educativa, a todos los involucrados les pidieron su opinión de cómo debería de ser la educación, menos a los niños.

Nadie escucha a los menores y es a ellos a quien va dirigida la educación, entonces ¿qué chingados están haciendo?, en verdad creen que los niños no tienen la capacidad de participar en la formación de su historia y de su educación.

Si eso piensan los encargados de delinear las políticas educativas, entonces no se extrañen que estén pasando estas cosas y se pueden poner peor.

 

Palabras más, palabras menos.

Y a propósito de que la experiencia poco nos enseña, a un año de la tragedia de Tlahuelilpan, las cosas no han cambiado en este municipio que saltó a la fama internacional por las imágenes dantescas de la explosión que dejó 137 personas muertas.  El huachicoleo, culpable de la desgracia, no ha desaparecido, solo se mudó a cuatro kilómetros de distancia y de nuevo las imágenes nos recordaron la magnitud de lo peligrosa que puede ser esta actividad, que solo le deja lana a estos delincuentes que no van a escarmentar hasta que acaben con un pueblo completo.

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