A riesgo de exponerme a la burla por lo que ahora voy a escribir y sobre todo después de la pendejada –por no decir desafortunada declaración– del gobernador de Puebla, Miguel Ángel Barbosa, que dijo que “solo a los ricos les daba el coronavirus”, acabo de escuchar un comentario que quiero compartirles y que me pareció verdaderamente grotesco, porque jamás pensé que podría enterarme de tan asombrosa declaración.

Escuché a una persona de muy altas posibilidades económicas que tristemente aseguraba que con esta pandemia no podía disfrutar de todo su dinero. Palabras más, palabras menos, el personaje en cuestión lamentaba que muy a pesar de sus millones, no podía salir a un buen restaurante, ni viajar a una playa privada o a Europa o Medio Oriente y mucho menos a China. Afligido platicaba con otra persona que lo escuchaba atentamente, que estaba esperando la noticia de si habría reembolsos porque ya había pagado el viaje con hotel incluido a las Olimpiadas en Japón. ¡Qué contrariedad!, por esto de la pandemia tendría que aplazar un año ese viaje que había planeado con tanta anticipación.

Al escuchar semejante conversación, le di la razón al gober poblano de que solo son los fifi son los vulnerables, o como dijera la clásica frase telenovelera: “Los ricos también se chingan”.

Sin embargo, todo parece indicar que, en esta, como en muchas otras ocasiones, el gober Barbosa se equivoca. El coronavirus ataca a todos por igual, a ricos y pobres, poniéndoles una maltratada a la mayoría y lo que es más grave, en algunos casos teniendo que soportar la enfermedad con paliativos, porque aún no hay cura.

Y en lo que también se equivoca el gobernante de la tierra de los camotes, es que los pobres son inmunes, porque quizá sean más resistentes, pero de lo que no podrán salvarse será de la falta de empleo, de recursos, de movimiento de dinero al cerrarse negocios, del desempleo cuando los empresarios se vean ahorcados, de eso los ricos se salvarán, pero los pobres, que somos la gran mayoría, va a estar muy cabrón que se salven.

Con un Hidalgo empobrecido y ahora jodido por un virus que amenaza con fregar a una buena parte de la población, todo parece indicar que las cosas se van a poner más feas de lo que de por sí ya estaban.

¡Ya por favor que nos suelten!

No conformes con mantenernos a raya en una apretada de cinturón que casi nos deja morados y nos saca los ojos, ahora el puto coronavirus ataca nuestros pulmones, nuestra vida, nuestra lana y hasta nuestras costumbres.

Porque estará usted de acuerdo conmigo que no es del altísimo que los pachuqueños pierdan sus partidos de futbol, las tardes con los rones de Don Chino, que se suspenda la muestra gastronómica, la lluvia de pétalos y disfrutar de una barbacoa con pulque en compañía de la raza.

Y así, encerrados, más a huevo que de ganas, nos empieza a caer el veinte de que si no acatamos las medidas de quedarnos en casa y lavarnos hasta el cansancio las manos, ahora sí nos va a cargar el payaso.

La estadística no miente y el movimiento de los números es implacable. El virus avanza y ahora la llegada del Ejército a tomar las riendas de los hospitales, en el caso de Hidalgo el hospital en Huichapan, es una señal que todos debemos tomar con seriedad el asunto o como decía mi abuela, aquí nos chingamos todos.

Palabras más, palabras menos.

El ataque del coronavirus es tan serio que el gobernador Omar Fayad resultó positivo a Covid-19 y según comentó a diversos medios, la pasó muy mal, al grado que los dolores de cabeza y de huesos eran insoportables. Afortunadamente la atención de nuestros extraordinarios médicos fue oportuna y logró recuperarse en poco más de 48 horas y también gracias a unas gotas naturistas que le recomendó la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero.

Así que después de la cuarentena el gobernador regresará más fuerte que nunca a combatir el virus.