La transformación de cuarta o los temores encarnados
 
Hace (62) meses
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Verlo el primer día de diciembre de este año fue como la confirmación de que aquello que temí desde hace 12 años se hizo al fin realidad; la democracia mexicana, en lugar de seguir avanzando, confirmó que la mayoría se ha equivocado de la peor manera posible.

Sí, sé que algunos dirán que quienes votaron por Fox o por Calderón o Peña, hace 18, 12 o 6 años, tampoco acertaron en sus elecciones. A toro pasado y con señales en las manos podemos poner a discusión sobre todo la elección de los dos panistas que, con claroscuros, dejaron a sus sucesores mejores perspectivas al futuro que Peña Nieto al actual presidente.

Pero en medio de esos triunfos, el electorado fue lo suficientemente inteligente para no dejarle todo el poder al mandatario en turno, haciendo un voto diferenciado que permitió acotar e incluso maniatar en muchos casos a los tres presidentes anteriores para evitar daños mayores.

Aseguro –y honestamente quisiera equivocarme— que en este último proceso electoral la mayoría se equivocó porque no solo dieron la Presidencia de la República a un hombre mesiánico, absolutista, radical, visceral y megalómano, sino que además le dieron el control de ambas cámaras, aunque sin mayoría para reformar la Constitución, y dejaron a una oposición desperdigada, golpeada, debilitada y desorientada.

Si bien es cierto que los latinoamericanos en el ámbito cultural somos proclives y amantes del realismo mágico, esa fórmula nunca funciona en la realidad, y es absolutamente perjudicial para el bienestar de los pueblos en materia política.

A escasos días de que don Peje asumiera la presidencia, hay perlas que reverberan para mostrarnos que este sexenio mexicano será el del realismo mágico, la vuelta de la presidencia imperial y el mesianismo tropical, todo en detrimento de la calidad de vida de los mexicanos.

El estulticio episodio de Paco Ignacio Taibo II en la FIL con su ya famosa “se las metimos doblada”, refleja de cuerpo entero lo que habrá de ser este Gobierno, pues no habla sino del avasallamiento, la soberbia y la falta de cultura política de esa nueva clase gobernante que no solo presume su nuevo poder e ínfulas, sino que se refocila en la victoria, llevándola –en este caso solo queda en el ámbito verbal— hasta la humillación del adversario.

Es de humor involuntario lo declarado por nuestro flamante mesías presidencial, que a dos días de asumir el poder ya presume ¡bajar el índice de homicidios! Y si no fuera porque también pinta de cuerpo entero esa visión voluntarista del pejismo, que cree que con buena voluntad y con su sola presencia se remediarán los males que nos aquejan, podríamos carcajear a gusto.

El aeropuerto es otro de los temas que pintan al ahora presidente, que ¡se cansa, ganso!, pues con una consulta a modo, balín, sin sustento, de esas que eran uso y costumbre en su etapa de dirigente perrediano y que todos sus correligionarios descalificaban por fraudulentas, quiso legitimar una decisión tomada para justificar un daño gravísimo a la economía nacional, escudándose en su intangible pero muy oportuno “pueblo bueno” que, curiosamente, piensa como el mesías. Y todo solo para mostrar que él es quien manda –se las metimos doblada, camarada, seguramente le diría Taibo II a su amigo el pejeman—.

Las perlas han seguido creándose, como la batalla al huachicol que esconde en el fondo la impericia de quienes dirigen Pemex, pues sin reservas de gasolina, con buques varados que no habían –y otros que no han podido— descargar el hidrocarburo importado, decidió don Prejidente, cerrar ductos y anunciar una guerra sin pies ni cabeza, sin estrategia, pero eso sí, con mucho voluntarismo mesiánico tropical.

Y de esa escasez, de esos pretextos facilones donde pasa de acusar a grandes huachicoleros de cuello blanco –de los que no sabemos los nombres aún, pero seguramente entrarán en la amnistía pactada en lo oscurito con el régimen anterior— sigue con culpar a los perforadores de ductos, perjudicando a los mexicanos que han debido pasar horas y horas en estaciones de gasolina esperando a veces tan solo 20 litros de combustible, amén de ahora aceptar esquemas de racionamiento de combustible.

Señor Prejidente, ¿y cuándo llegaremos a racionar papel higiénico, leche, zapatos, artículos básicos? ¿Ya vio las barbas venezolanas remojarse? No dudo ni desconozco la legitimidad del mandato democrático que el 53 por ciento de los votantes le dio en julio pasado, pero le recuerdo que eso no es una patente de Corso para hacer y deshacer a su antojo, esgrimiendo un ente subjetivo, vago e indefinido como el “pueblo bueno”.

Así pues, este tecleador lamenta el punto al que llegamos, pues siempre he sido partidario de la auténtica participación del ciudadano en los procesos políticos para alcanzar una democracia madura y a la altura de las necesidades de nuestro país.

Sin embargo, la llegada de MORENA y AMLO al poder no auguran otra cosa –ojalá me equivoque— más que la reedición de presidencia imperial de Krauze, la dictadura perfecta de Vargas Llosa o la nueva versión de una dictablanda mexicana donde el personalismo y el voluntarismo de López Obrador buscarán someter a los poderes Legislativo y Judicial a su capricho, siempre bajo el argumento de obrar por y para el pueblo.

En conclusión, esta cuarta transformación no será sino el resurgimiento del PRI, con los mismos usos y costumbres, bajo otro manto y apariencia, y el tiempo habrá de demostrarlo. Avanzamos para atrás.

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