La princesa de las pronas de fuego
 
Hace (42) meses
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Para la que no me deja dormir.

1: Una vez más he decidido no desdoblar las notas de esta hermosa sinfonía, en las despedidas siempre se calla más que aquello que se dice, me alejaré de ti tan solo por orgullo, porque no hay ciego ni sombra que cubra aquello que no quieres ver, también en la magia se pueden ver las cartas marcadas, yo jugué sin máscaras, tratando de poner nombres a cada detalle que tus ojos también vieron crecer, no importa, siempre hay lobos con espinas en las patas, siempre hay soledades dispuestas a abrazarme, también hay almas gemelas que debieron haber llorado de vergüenza, caminos que no llevan a ningún sitio. Recuerda que las imaginaciones desbordadas siempre acaban delimitadas en un cuento, que no existe nada que no pueda ocurrir en cualquier momento, y que los mejores amores se ocultan en corazones rotos a los cuales les fue negado unir las piezas del rompecabezas; hasta en los fracasos hay que saber llegar a tiempo…

2: Pues sucede que cuando vengo a Veracruz, mejor dicho, cuando quiero emborracharme, vengo a Veracruz, no hay como las veracruzanas para irte de farra, aquí se inventó el primer culo del mundo, y pues les digo, cada que vengo me pongo borracho, borracho de amor, de alegría, de juventud, de poesía; me pongo hasta la madre, creo que no conozco Veracruz en mis cinco sentidos, de hecho, siempre ando en el tercero o cuarto cuando me va bien, así que imagínense, he de andar por el segundo o primer sentido, (es más, ya se dieron cuenta, estoy escribiendo pura estupidez) pero cuando estoy en Veracruz, y además borracho, me dan unas ganas tremendas de escribir, claro, después de bailar y tirarme uno que otro polvo. El punto es que escribí algo, no sean ojetes y dedíquenselo a su chavo o chava, les presto mi poesía un ratito, después me la devuelven, porque la necesito para seguir conquistando veracruzanas; se intitula Llueve todo el tiempo. Afuera llueve tan de prisa / llueve todo el tiempo / como si las gotas mensajeras trajeran algo / recuerdos mojados en el corazón de la vereda / Y ese oleaje que se extiende majestuoso / esos hilos laterales que se hinchan / y se trizan en la roca ya moldeada / Me enfermo cuando llueve / y llueve todo el tiempo / aquí / afuera / en mí / en todo / Esa gota lívida no se alcanza / ese rechinar de asfalto en la sien / ya no se moja / tupido callado / todo se ve con el olfato / Parece blanco y negro / todo es gris por la mañana / y el rayo –miedoso– / sol y no sale / parece que va a salir y ya está adentro / Es terriblemente hermoso cómo llueve / ese azul húmedo no envejece / y esa ola que crece y crece / se suicida contra la roca amorfa indiferente / Afuera llueve / adentro igual / y el pecho recibe bocanadas de líquido espeso / parece que ya paró y no para / Llueve todo el tiempo / y el mar mojado se tambalea / y las rocas se cubren de espuma / gotas y soles / brillos y sombras / lluvia y azul.

3: Capítulo III de la novela La Princesa de las Pronas de Fuego y la Peste de Amante. A la Princesa le gusta mi trabajo, pasa las horas riendo por encima de mi hombro, cuando le pregunto por qué la risa, ella se sonroja y me dice que la palabra película lleva acento por ser esdrújula, y que se vería mejor el texto si en vez de poner coma pusiera un punto. Siempre hago caso a las sugerencias de la Princesa, ella siempre tiene razón. Luego corre a la cocina y prepara dos tazas de café. Aún sabiendo, la Princesa pregunta cuantas de azúcar; pero yo sé que quiere decirme te quiero.
Después de estar durante horas mirando por mi hombro lo que escribo, la Princesa comienza a surtirme caricias quemadas por el cuello, luego besa mi oreja y babea mi espalda —como queriendo decir, deja de escribir, que cuando se hace el amor no se piensa en literatura— entonces… me detengo, de todas las formas posibles, para no venirme antes de tiempo, para que ella se vaya y se venga cuantas veces quiera; ahora la Princesa tiene más experiencia, sabe brindar besos cachondos que ponen en jaque, y entonces pongo toda mi atención a sus besos, y a los míos, (porque cuando se besa a la Princesa, no se piensa en otra cosa). Así seguimos, así avanzamos, poco a poco, sin urgencias, sus manos rodean mi cuerpo y comienza a desabotonar mi camisa. A la Princesa le cuesta doble trabajo, después de quitarme las ropas, ella se desnuda o se encuera –como ella dice– y segundos después cabalga de espaldas al sofá calientemente, confiesa haberlo visto en una película, (de esas películas que se acentúan por ser palabras esdrújulas) intitulada Sobre tus jugos, yo río y mientras lo hago, ella lengüetea el aire, lo llama a través de gemidos insospechosos, lo cuartea y lo comprime cada que da un sentón sobre mi vientre. La Princesa es tierna, de repente, cuando menos te lo esperas da una vuelta de 169 grados para verte de frente, olerte, jugar al cíclope, no hay duda que la Princesa avanza rápidamente en lecciones de amor. De pronto abre la boca, (siempre lo hace) y con suaves palabras, casi imperceptibles para unos oídos empapados de saliva, me dice que casi termina, yo apresuro el paso, ella lleva el ritmo, una calma absoluta de pronto se hace presente, y yo con ganas de seguir dejándome galopar, pues me espero. No. Quiero decir me vengo, lentamente, como seguramente lo hacen en esa película acentuada para disfrutar más el momento, o para tener más rating, la princesa da un sorbo a su café, y camina frente a mí, me da las gracias con los ojos, y yo le miro las nalgas, y ella me mira las ganas, apenas una lengua a contra seña para tomarla por las caderas y recomenzar…

4: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected] twitter: @Vidal_Evans

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