La Patrona
 
Hace (38) meses
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En el medio policiaco se le conoce como la Patrona. La doctora Úrsula, una eminente historiadora mexicana, fue víctima de esta modalidad del crimen hace pocos días.

La mañana en que todo sucedió, la historiadora había salido por un asunto de trabajo. La empleada doméstica, que labora con ella de entrada por salida desde hace ocho años, se quedó aseando la casa.

La doctora volvió un par de horas más tarde. Leyó en el rostro de la trabajadora que algo muy malo había ocurrido. Ella murmuró algo, no se daba a entender bien, sobre una mujer que había estado hablando para decirle…

—¿Para decirte qué? —la urgió la doctora.
—Que la tenían a usted detenida en la fiscalía por un problema con el banco.
Úrsula lo supo todo. No hizo falta ninguna otra palabra.
—¿Qué hiciste, María?
—Me pidieron sus joyas y sus cosas, y las di…
Un hombre había llamado al teléfono de la casa. Dijo que quería hablar con la doctora por un asunto de trabajo. La empleada dijo que la señora había salido. Una hora más tarde llamó una mujer. Con voz de urgencia le dijo a la trabajadora que era amiga de la doctora, que había un problema en el banco, que iban a embargar la casa, y que Úrsula estaba detenida.
—Me dice ella que busques todo lo de valor. Urge.

Tomó algunos dólares, un pasaporte, una tarjeta de crédito internacional y unas 35 joyas con valor aproximado de 500 mil pesos: aretes, anillos, pulseras, prendedores, un reloj.

La supuesta amiga de la historiadora pidió el número celular de la trabajadora doméstica. “Ahorita te llamamos”, le dijo.

Cuando el celular sonó, hicieron que la empleada escondiera las joyas en una maceta. Pero al poco tiempo volvieron a llamar para decirle que no, que iba a ir un licenciado a recogerlas. Que las sacara en una bolsa y caminara hacia el Periférico.

Varias cámaras de vigilancia registraron el paso de la mujer por la calle, con el delantal puesto y el celular en la oreja, recibiendo las indicaciones de los maleantes.

La citaron a las puertas de Televisa San Ángel: una calle concurrida, repleta de gente y autos.

Un hombre joven recibió la bolsa. “Yo soy el licenciado —dijo—. Ya viene para acá la patrulla, ya viene ella para acá”.

El hombre le pidió que no intentara comunicarse con su patrona, que necesitaban que su teléfono estuviera libre.

Días atrás, Úrsula había sido víctima de otro fraude. Le había llamado un supuesto funcionario de BBVA para informarle que tenía varios puntos acumulados que estaban por vencer y que iban a canjeárselos por un regalo.
Le dieron todos sus datos personales. Nombre completo, dirección, domicilio. Le dijeron que la persona que llevaría el regalo iba a mostrarle un pequeño dispositivo que servía para “descontar” los puntos correspondientes.

Ocurrió tal y como se lo habían dicho. Salvo que al día siguiente vio que le habían hecho un cargo por 20 mil pesos.

Ella lo explica claramente: “En este país te roban por teléfono, te roban en la calle, te roban por internet, te roban en tu casa, te roban haciéndose pasar por bancos. ¿En dónde puedo estar tranquila, en dónde voy a encontrar paz? Me dicen que ya me tienen checada, que ya me agarraron la medida, que tengo que irme de mi casa. Es una sensación espantosa, porque en México siempre hay más, siempre puede pasarte algo más”.

Explica la doctora: “Esos 400 mil no me importan. Ese sufrimiento no le sirve a nadie. Yo solo quisiera que ellos pagaran, que los agarraran, que no se lo volvieran a hacer a nadie más. Pero ni a eso puedo aspirar. Ni siquiera ese consuelo puedo tener. Tengo pesadillas, tengo lágrimas, y lo único que puedo hacer es dejarlo ir, decirme que todo eso ya no es mío, que ahora es de alguien más. Como víctima, solo puedo tener eso, y es horrible.

Eso, y contarlo para alertar, porque ¿qué reparación puedo esperar?”.

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