La pandemia fronteriza        
 
Hace (44) meses
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No cabe duda que la pandemia va dejando una huella de dolor y pérdidas en las familias que difícilmente podrán olvidarse.

Enfermedad, fallecimientos, miles de personas en la miseria y el drama está lejos de terminar.

En los últimos meses de confinamiento se han contado las historias de las víctimas, del sufrimiento por los efectos del virus y, en algunos casos, de los sobrevivientes.

De manera colateral, los relatos de situaciones excepcionales durante la pandemia nos han asombrado, como nos han sorprendido las muestras de solidaridad de los que se desprenden de lo poco que tienen para darlo a los demás, y nos encabronamos con los gandallas que, sin el menor escrúpulo y mostrando total ignorancia, atacan a los trabajadores de la Salud.

Pero de quienes poco se acuerdan es de los migrantes, que en estos momentos de crisis se van a la aventura buscando un empleo que en su tierra les arrancaron o se los niegan.

Es así, desafiando a los contagios que en Estados Unidos están más cabrones, a principios de junio, Fernando, un joven de 24 años originario de Zimapán, salió a buscar lo que en su pueblo no encontró, trabajo.

Como siempre ocurre, Fernando y un grupo de jóvenes se contactaron con un guía mejor conocido como pollero, se pusieron de acuerdo de verse en Sonorita y de ahí agarrar camino por el desierto de Arizona.

Fernando llevaba todas las ganas para llegar al otro lado, conseguir empleo, ganar dólares y apoyar a su familia.

Pero lo que este joven no sabía era lo que le esperaba en el desierto.

Las temperaturas extremas, las extenuantes caminatas de horas y la falta de agua fueron desgastando al grupo hasta que Fernando se deshidrató y se quedó en el camino, entre la milla 8 y 10 de la carretera 87 en Phoenix, Arizona.

Cuentan sus familiares que los jóvenes que acompañaban a Fernando, al ver su situación, lo dejaron abandonado y como un acto de nobleza, se entregaron a la Migra y dieron señas de donde se había quedado el hidalguense.

En Zimapán, familiares de Fernando iniciaron la búsqueda. Se comunicaron al Consulado y después de decenas de llamadas les respondieron que, como era fin de semana cuando se enteraron de que el joven migrante estaba desaparecido, les hablaran el lunes. El siguiente lunes insistieron en las llamadas pero no tuvieron respuesta.

Ya enchilados, buscaron a la Asociación Águilas del Desierto y fueron ellos los que salieron a buscar a Fernando que lamentablemente había fallecido deshidratado en el desierto y lo trasladaron al forense en el Condado de Maricopa.

Ahí comenzó otro peregrinar.

Después de innumerables trámites y a la distancia, los familiares de Fernando se enfrentaban a otra tragedia, el traslado costaba alrededor de 6 mil dólares, 138 mil pesos, dinero que representaba 745 días de salario mínimo, en el caso de que tuvieran trabajo y ya desesperados buscaron ayuda ¿y saben ustedes de quién la recibieron?, no, no fue del Gobierno, fueron amigos y la propia familia que de poquito en poquito y con muchos sacrificios, haciendo colectas y hasta rifas, lograron juntar el dinero y Fernando un mes después de que salió de su casa en Zimapán, regresa para descansar en paz en su tierra.

El último trayecto será largo, porque no hubo para avión de regreso, la pandemia y las medidas sanitarias no lo permitieron y el programa de repatriación poco pudo hacer por el hidalguense.

Así la historia que comenzó en la era del coronavirus, termina pocos días después, en medio de la pandemia y mostrando que este virus que llegó para quedarse, nos está chingando a todos.

Espero sus comentarios.

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