La nueva “verdad histórica”, a 800 metros de la otra
 
Hace (45) meses
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Una pequeña hoguera con restos de leña quemada, llantas, alambres y restos óseos fue hallada a principios de diciembre en 2014 en la Barranca de la Carnicería, en el municipio de Iguala, Guerrero. Hacía menos de dos meses que habían desaparecido 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa. Siguiendo versiones de pobladores, un miembro de la UPOEG se acercó al lugar. Halló restos de la hoguera y también de tierra removida. Esa barranca se encuentra a 800 metros del basurero de Cocula, al que, según la entonces PGR, fueron conducidos y luego ultimados e incinerados los estudiantes (la “verdad histórica”). La Barranca de la Carnicería está, de hecho, a unos pasos del camino que lleva hacia el vertedero.

Este martes, en conferencia de prensa, Omar Gómez Trejo, titular de la Unidad Especial de Investigación y Litigación para el caso Iguala de la FGR, anunció que durante una búsqueda realizada entre el 21 y el 29 de noviembre de 2019 se recuperaron 15 indicios que luego fueron enviados para su análisis a la Universidad de Innsbruck. El Instituto de Genética de esa universidad austriaca reveló que los restos pertenecen a Christian Alfonso Rodríguez Telumbre, uno de los estudiantes desaparecidos.

No hubo preguntas. Tampoco se enunció una narrativa que explicara cómo fue que los restos de Rodríguez Telumbre llegaron a aquel sitio. Lo que sí se hizo fue anunciar que el hallazgo ratifica el derrumbe de la “verdad histórica” y abre la posibilidad  —”por los indicios, las pruebas, las investigaciones”, en palabras del subsecretario Alejandro Encinas— de conocer “lo que verdaderamente” ocurrió esa noche.

El 4 de octubre de 2014 surgió la primera versión de la incineración de los estudiantes y también la primera versión de que no todos habían tenido como destino final el basurero de Cocula. Fue realizada por un miembro del grupo criminal Guerreros Unidos: Marco Antonio Ríos Berber.

Él le relató a la Fiscalía de Guerrero que algunos alumnos habían sido trasladados al cerro de Pueblo Viejo, en donde fueron asesinados, incinerados y “aventados al hoyo”, al que más tarde arrojaron los cadáveres de otros seis alumnos. “También se les prendió fuego hasta que se calcinaron y posteriormente el Gaby y el Chaki taparon el hoyo con ramas”, dijo.

La revelación de la existencia de estos sitios —a los que se suma una casa de seguridad que operaban el jefe de plaza, Gildardo López Astudillo, y el subdirector de la Policía de Cocula, César Nava— solo muestran el control que Guerreros Unidos ejercía en todas las zonas de estos municipios.

Todas las investigaciones, la de la “verdad histórica”, la de la CNDH y la del GIEI, refieren que los estudiantes fueron interceptados y sustraídos de dos lugares distintos. Para la CNDH, es altamente probable que los 114 restos óseos recuperados en el basurero y en el Río San Juan correspondan a normalistas desaparecidos durante la noche de Iguala.

El hallazgo a 800 metros de los restos del alumno Rodríguez Telumbre no cambia sustancialmente lo que se sabía hasta ahora. Ayuda a cerrar cabos sueltos sobre la ruta de desaparición de los alumnos y confirma el error, ese sí histórico, del exprocurador Murillo Karam al intentar poner todos los muertos en un mismo sitio.

Hasta hoy, la narrativa esencial del caso se mantiene: policías entregaron a los alumnos al grupo criminal y este se encargó de desaparecerlos en el vertedero y sus alrededores. Saldrán, tal vez, nuevos implicados y nuevos delitos en los distintos niveles de gobierno. Los términos de la historia difícilmente podrán cambiar.

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