¿La nueva normalidad?
 
Hace (45) meses
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Cuándo se habla de la nueva normalidad, la mayoría de las personas, instituciones y empresas tienen su propia opinión, su mejor definición sobre lo que entienden por esa nueva normalidad. Según sus intereses, según sus aspiraciones, la nueva normalidad se vuelve un centro de oportunidades y esperanzas para el mundo.

Sin embargo, si hablamos de la nueva normalidad, lo importante es que la podamos referenciar con algo, quizá con la vieja normalidad. Pero ¿qué es la vieja normalidad?

En este sentido tenemos que reconocer que el número de conceptualizaciones y definiciones entorno al tema, es diverso, muy diverso. La misma diversidad nos detendría en un mar de discusiones y análisis. Hablemos, al menos, de la nueva normalidad, desde la perspectiva ambiental.

Según la organización de las Naciones Unidas, la normalidad son los desastres. Mami Mizutori, representante especial de la oficina del Secretario General, afirma que: “En la actualidad, el 90 por ciento de los desastres tienen como origen el cambio climático. La frecuencia e intensidad de fenómenos como huracanes, sequías, inundaciones, se está convirtiendo en una nueva normalidad”.

Así que, desde esta declaración, la nueva normalidad, tiene que ver con las acciones decididas para mitigar los efectos del cambio climático a lo largo y a lo ancho del mundo. Frenar sus efectos perniciosos y garantizar que los ciudadanos disfruten en verdad de un ambiente libre de contaminación y devastación para su desarrollo integral.

En ese sentido basta que revisemos las condiciones de la entidad, para saber que sí, la normalidad es el desastre. Y vaya que los desastres están frente a nosotros, pero superarlos, no es la normalidad a la que aspiramos, al menos en el caso del gobierno, esa aspiración es irrelevante.

Cuando en octubre de 2019 se reunieron en México diversos colectivos, autoridades de gobierno, con el respaldo de la ONU, bajo el lema “Resiliencia para todos” una de las cosas que se afirmaron y consensuaron fue que México es el país más vulnerable de América Latina frente al cambio climático.

Dura aseveración para un país que se ha declarado en diversos momentos, garante de las agendas encaminadas a la sostenibilidad como los Objetivos del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Un país que presume que sus empresas son socialmente responsables, aun cuando no se ha definido de manera clara que es la responsabilidad social. Pues empresas que deterioran el entorno en lugar, apuestan a programas de supuesta sustentabilidad en otras regiones.

¿Qué será la nueva normalidad? Es tiempo de que empecemos a definirla más y mitotearla menos, porque parece que la nueva normalidad es la espera ansiosa para regresar a hacer lo mismo de siempre. De hecho, en materia ambiental, aun nos encontramos en medio de la vieja normalidad.

No podemos aspirar a más de lo mismo. Hay temas que reclama una nueva normalidad y que demuestran que México no está siendo recipiente frente a los desastres naturales, ni frente a la devastación que se genera en el entorno.

Basta volver el rostro a la laguna de Metztitlán, observar el desastre que su desecamiento ha provocado en la Reserva de Biosfera de la ¿laguna? de Metztitlán. Se apresurarán a decir los que en verdad saben, que la reserva no ha sufrido ningún daño, como si perder de pronto la laguna no representará más que un pequeño escollo, pero nada más.

“Primero diré que el número de desastres se ha duplicado y el 90 por ciento de ellos se deben al cambio climático, de una forma u otra”, aseveró Mizutori, quien reconoce que las Américas y el Caribe son zonas verdaderamente expuestas a los impactos negativos del cambio climático.

Es verdad que hay otros muchos desastres relacionados con el cambio climático, que no reúnen las condiciones mediáticas que aquellos que cotidianamente se difunden, pero su impacto es tan grave como aquellos. Entre esos desastres se coloca la Laguna de Metztitlán.

En el caso del Secretario General de la ONU, António Guterres, advierte que “los próximos 10 años son decisivos, por lo que la ha calificado como la década de la acción”. Sin embargo, esta década poco ha impactado en la agenda ambiental de los países de América Latina, en el caso de México, es evidente.

Desde la perspectiva del Secretario de la ONU, vale la pena resaltar al menos cuatro prioridades que deben considerarse importantes:

La primera de ellas, promueve la necesidad de entender cuál es la naturaleza del riesgo al que nos enfrentamos. Ello implica dejar la normalidad en la que se atienden los asuntos ambientales y construir una nueva normalidad.

Una nueva normalidad que diera como resultado poder fortalecer a los gobiernos, a través de normas y reglamentos para combatir los desastres. De tal manera que aquellos que se relacionan con el cambio climático se reconozcan como generados por el hombre, en este caso, la generalidad es precisamente la normalidad.

Una nueva normalidad nos permitiría, saber en verdad quiénes, en el caso de México, están colaborando para incentivar los desastres asociados al cambio climático. La normalidad es pensar que el cambio climático es un fenómeno que se presenta en el mundo, del que todos somos responsables, pero la nueva normalidad permitiría romper esa tradición de encubrimiento y señalar a los responsables de incentivar esos desastres.

Escuché a miembros de Grupo Prisa, Femsa y Cemex, hablando en un webinar y se despedían del capitalismo devastador y la daban la bienvenida a la sostenibilidad como mecanismo de promover la inversión y generar plusvalía. Para ellos esa es la nueva normalidad y, dicen, tiene que ser de hechos. Con propósito y sentido social.

En una nueva normalidad, estaríamos hablando de invertir en resiliencia, resiliencia ambiental, de tal manera que más allá de la responsabilidad social que se cacaraquea como un elemento mercadológico de las empresas, se llevaran a cabo verdaderas acciones de inversión en el país, en el que se involucraran de manera decidida capitales privados, públicos y sociales.

Entonces, iniciemos esa discusión en torno a la nueva normalidad y socialmente empecemos a acotarla y conceptuarla. Ese, al menos es nuestro derecho.

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