La misma vieja canción
 
Hace (24) meses
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Corrupción, ¿cuál?
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Hace 35 años, en estos días pero de 1981, el priista Guillermo Rossell de la Lama arrancó su campaña con un cuidado y pausado discurso que hablaba de los fregados, de la pobreza, de los ruinosos caminos rurales y del atraso milenario de nuestra entidad. Como maldición de nuestro desarrollo, desde antenoche, comenzamos a escuchar la misma vieja canción.

Por lo visto, los planes, proyectos y acciones de las últimas siete administraciones estatales de nada han servido.

En Tula, escuchamos que los programas asistenciales van a empoderar al millón 600 mil mujeres que existen, que tendrán bonos bimestrales para que estén contentas; que habrá internet y celulares para todos los estudiantes, que los niños tendrán estancias con goce a la salud y medicamentos gratis, incluyendo diálisis a quien lo requiera.

Y además habrá sueldos para desempleados, un tren, vivienda para los jóvenes y lo más importante: que serán pavimentados todos los caminos rurales de Hidalgo que son 5 mil 700 kilómetros, algo semejante a un viaje redondo de aquí a Tijuana.

Otro, en la plaza Juárez, prometió derribar el Palacio de Gobierno por ser un nido de corrupción y cantó Las Golondrinas con mariachi para todos los que se van en cinco meses, mientras que en Alfajayucan un cansado burócrata con la bandera del Verde Ecologista planteó hacer un gobierno eficaz.

Y en Huejutla, los huastecos rebasaron con su alegría y enjundia de las bandas de viento, el desteñido discurso de un candidato afónico que despertó simpatías por su afabilidad y que recordó como primordial reto el combate a la pobreza.

Esta dosis de promesas que nos remontan al pasado, y que por vividas bien sabemos que difícilmente tendrán resultado, no es justamente lo que necesita una sociedad que ya enfrentó con pérdidas humanas y económicas una larga pandemia.

Por necesidad, la propuesta política deberá asumir niveles de conciencia más altos, que no entrampen la realidad del estado en los viejos esquemas utilizados por los caciques que dominaban territorialmente a la entidad, transgrediendo el derecho al desarrollo.

Los hidalguenses no quieren una mamá postiza, ellos ya tienen una, honesta y comprometida, tanto que han podido sobrevivir pese a los malos gobiernos junto con sus hijos y nietos; quieren oportunidades en donde sean empleadas las nuevas generaciones.

La política, por desgracia, se convirtió en la empresa más rentable en Hidalgo. Por ello tanto saqueo a las arcas públicas y basta echar un ojo a las direcciones de quienes fueron favorecidos con cargos públicos o partidistas.

Entonces urge un discurso viable, rentable al sueño de cualquiera de los muchachos por crecer y triunfar en su propia tierra; urge que exista la justicia sin costo; el trámite sin moche; el combate al huachicol sin complicidades; la atracción de empresas sin buscar ser accionistas para que no huyan.

Todo es más fácil si esos cuatro candidatos piensan como un hidalguense sencillo, sin campos de golf, privadas cercadas, carros blindados, vamos, tal como hay tres millones más.

Estamos en el arranque, y la verdad, solo ellos tienen odio sobre los demás, los hidalguenses no quieren escuchar denostaciones; buscan propuestas que les garanticen una buena vida, así de sencillo.

Nimiedades: Algo muy parecido a Pemex ocurre con el Tuzobús, primero lo desgastaron hasta quedar casi inservible y ahora los prestanombres pelean ventajosamente su administración.

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