La Miscelánea de Barrio
 
Hace (56) meses
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A mediados del siglo pasado, se hicieron emblemáticas en Pachuca, como en todo México, las llamadas misceláneas o tienditas de barrio, cuyo nombre derivaba de lo abigarrado de los productos que vendían, pues en ellas se expendían las más disimiles mercancías –abarrotes, papelería, ferretería, etcétera–  en ellas, lo mismo se ofrecían refrescos embotellados, que latas de sardinas o chiles, libretas y lápices, que pan caja o leche,  junto con cebollas y chiles, sin descontar combustibles para el boiler y embutidos, como jamona o queso de puerco, pero lo más importante, era que tales negocios se encontraban cerca de casa.

En mi colonia –constituida por el cuadrante que forman la primera y segunda calles de Cuauhtémoc, Moctezuma y las primeras de Covarrubias, Fernando Soto y Gómez Pérez– se hizo famosa una miscelánea que sus primeros dueños –la familia Godínez– bautizaron con el nombre de “La Olimpia”,  ubicada la esquina de Cuauhtémoc y Manuel Fernando Soto, aquel comercio fue para nuestra palomilla, sitio de reunión y planeación de juegos, que compartíamos por cierto,  con los hijos los dueños de aquella “miscelánea”, que hoy recuerdo muchas veces al aspirar los aromas revueltos de mercancías diversas.

Allí, en unión de “Memo” Guillermo de la Cajiga –vecino de la primera de Cuauhtémoc– se inició la gran empresa de producir combustibles para el boiler –los que entonces eran de leña– aquel producto lo realizábamos envolviendo en papel periódico, aserrín adquirido muy barato en las carpinterías, luego de hacer un paquete circular le empapábamos de petróleo; aquel grueso cilindro se introducía en el boiler y ardía más rápido que la leña, nosotros vendíamos cada combustible en 15 centavos y la tiendita lo vendía en 25, las ganancias de aquellas operaciones alcanzaban para ir al matiné dominical de los cines: Iracheta, Alameda o Reforma, que en esa modalidad la función duraba casi cuatro horas, en la se exhibían tres películas, con paga de tan solo un peso veinticinco centavos; en ocasiones alcanzaba para la función de la tarde, dedicada a estrenos y costaba cuatro pesos, ocasionalmente los ahorros, permitían, comprar en la dulcería del cine un “paste” acompañado de un delicioso refresco de naranja bien frio llamado si no mal me acuerdo “Pep de Naranja”.

Al iniciarse la década de los 60, los Godínez, traspasaron el giro comercial de “La Olimpia” al señor Manuel Funes, un risueño joven de tupido bigote negro, ojos diría mi madre “pizpiretos” enmarcados por cara alargada, casi siempre a medio rasurar,  el nuevo propietario empezó a vender unas muy sabrosas tortas de jamón, queso de puerco, queso blanco y milanesa, que se convirtieron en la delicia del barrio y de todos los equipos de beis bol, que terminaban en aquella tienda para festejar o deplorar el triunfo o la derrota de su equipo.

Y es que don “Man” como le bautizó Guillermo de la Cajiga –el Memo– era asiduo practicante del rey de los deportes y sumamente conocido por todos los beisbolistas de Pachuca, que se daban sitio en “La Olimpia” para saborear las ricas tortas que preparaba.

No sé exactamente la receta, pero recuerdo que se preparaban en pan de telera, untando frijol en una tapa y crema en la otra, una buena cantidad de lechuga, que arropaba  las rebanadas del embutido correspondiente, el queso blanco o la milanesa y finalmente, rodajas de chiles en vinagre, zanahorias y rodajas de cebolla, esta vinagreta preparada por don “Man” todos los días al cerrar la tienda, a fin de que se serenaran durante toda la noche, invadía con su aroma el ambiente, de modo que al pasar cerca de tienda se nos abría el apetito e invocábamos el sabor de aquellas ricas tortas compuestas..

Poco tiempo después de haber iniciado la venta de tortas, don “Man” comenzó a vender tostadas de queso de puerco y luego riquísimos tacos de canasta, que consumían los trabajadores del Palacio de Gobierno, recién instalado –se inauguró el 15 de septiembre de 1970– quienes salían a hurtadillas por ahí de las 11 o 12 del día, para consumir tacos, tortas o tostadas preparadas por don “Man” antojitos siempre preferidos a lo que se expendía en la cafetería de gobierno.

La venta de las tortas, dio al traste con el giro misceláneo de los Godínez, pues dejaron de venderse la parafernalia de productos necesarios de manera emergente en nuestras casas, fue por ello que alcanzó fama otra tiendita, ubicada en las calles de Covarrubias llamada  “La Poblana” que aún existe, donde, éramos enviados a comprar los olvidos del mandado –así se denominaba a la compra mañanera en el mercado de los productos necesarios para el desayuno, comida o cena–  o bien adquirir los combustibles para el boiler, el jabón de tocador, la pasta de dientes u otras mercancías de uso cotidiano, aunque debo admitir que este ultimo negocio no concitó a la palomilla como si lo hizo por muchos años, “La Olimpia” o don “Man”.

La fotografía que ilustra esta entrega corresponde a la esquina de las calles de Manuel Fernando Soto y la Avenida Juárez en 1953, cuando no existía la Plaza, ni el palacio de Gobierno, una cuadra arriba se situó una década después de tomada esta la placa, la tiendita de mi barrio, “La Olimpia” de los Godínez

 

 

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