¿La inminente victoria?
 
Hace (71) meses
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En memoria de mi padre, mi mayor crítico
pero, en el fondo, mi más grande seguidor

Agradezco volver a este espacio y lamento haberme ausentado tanto tiempo de esta columna que está próxima a la mayoría de edad, así que sin más preámbulos quiero abordar un tema que trae de cabeza a los analistas políticos de cualquier sello, color partidista y filiación ideológica, y es la inminente victoria de Andrés Manuel López Obrador el próximo primero de julio.
¿En verdad ya ganó y no hay nada ni nadie que pueda detenerlo? Sin tomar en cuenta las sesudas matemáticas de quienes analizan o desmenuzan los resultados de hace doce años, yo creo que hoy como nunca la información, sobre toda la estadística, es incierta y que basados en dicha incertidumbre es poco clara una afirmación sobre un triunfo contundente de AMLO el próximo primero de julio.
Las empresas demoscópicas pasan de ventajas abismales de más de veinte puntos a virtuales empates técnicos donde sólo seis o siete puntos separan al primero del segundo lugar; y este abaratamiento estadístico pasa también por el intercambio entre el segundo y el tercer lugar, aunque con mayor consistencia se lo dan a Ricardo Anaya sobre José Antonio Meade.
Y de allí pasamos a las metodologías, con muestras pequeñísimas para todo un país, o con muestras sesgadas porque sólo se hacen o vía Facebook o vía telefónica, los riesgos de tener resultados equívocos y márgenes de error muy grandes también se magnifican.
Tratando de ser más objetivos, hay esfuerzos como el de Oráculus, aunque no es el único, que tratan de calcular una “encuesta de encuestas” para sacar un promedio más creíble, pero de nueva cuenta se supeditan a la información de terceros que puede, parafraseando a Andrés Manuel, estar “cuchareada”.
¿Qué hay, sin dudas? Una ventaja que pone en todos los estudios demoscópicos a AMLO por encima de sus rivales; una férrea disputa por el segundo lugar, que el priista Meade va perdiendo; una tendencia a que todos los candidatos, incluidos los independientes, enfoquen sus baterías contra el puntero; y la percepción de que conforme pasan los días más segura será la victoria de López Obrador.
Sin embargo, ahí vienen los tres debates organizados por el INE donde participarán los hasta ahora cinco candidatos presidenciales. Y para bien o mal de éstos, dicha exposición mediática puede incidir en la decisión de los votantes mexicanos.
Aunque AMLO ha demostrado haber aprendido a controlar sus impulsos y ser menos visceral, frente a cuatro competidores que ansían arrebatarle puntos y morder la ventaja, mucha o poca, que les saca, podría caer en las garras de su propia naturaleza iracunda y responder de la manera menos adecuada, lo que podría revivir los temores del “peligro para México”, su mesianismo y ego sin límites.
Hay que recordar el último exabrupto cuando dos columnistas nacionales criticaron al “orgullo de su nepotismo”, sus dos hijos que son ahora también dirigentes y herederos de Morena, una vez que papi vaya a su rancho o a Palacio Nacional.
Hemos visto a un Andrés Manuel morderse la lengua y respirar profundo para no verse dictatorial, iracundo y violento, pero la naturaleza humana, y su personalísima naturaleza, difícilmente serán contenidas por alguien que concibe el ejercicio de la político como el de la confrontación y la polarización.
En un debate, en cadena nacional, no podrá graciosamente darle la vuelta a temas que ha ido evadiendo, como el nepotismo y la corrupción en su partido, o sus nexos con el narcotráfico, o las caras del viejo y más retrógrado priismo que ha ido sumando a su proyecto; y de estos ejercicios faltan tres.
Sin duda, si hoy fuese la elección, por un margen mayor a cinco puntos, AMLO sería presidente, pero todavía faltan más de dos meses para los comicios, y en el camino habrá tres debates que pueden reforzar su ventaja o cambiar la historia.
Como siempre ha dicho, ya sea a quienes me piden consejos o me han dado la confianza de trabajar con ellos en campañas o en la asesoría política, López, Zavala, Anaya, Meade, Rodríguez, y hasta Ríos si llega a entrar en la boleta, deben cuidarse de ser devorados por su peor enemigo: la soberbia.

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