La información es codiciada
 
Hace (58) meses
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Una vez que comprendemos el papel individual y social que han jugado las redes sociales en la última década, nos es más fácil notar su importancia a nivel económico y político.

Dice una conocida frase que “en el siglo XIX el bien más codiciado era el oro, en el siglo XX era el petróleo, pero en este siglo XXI lo es la información”. ¿A quién no le ha sucedido que, mientras revisa sus redes, le aparecen anuncios de productos muy específicos que son totalmente de su agrado y que no le aparecen a otras personas?, ¿o que surjan imágenes sugiriéndole visitar una tienda, un restaurante, un cine o una escuela que están justo a unas calles del lugar donde vive o trabaja? Esto nos pasa todos los días. Es tan cotidiano que a veces ya no prestamos importancia, lo consideramos normal.

Disfrutamos de nuestras redes sociales. Como lo comenté en mi columna anterior, son nuestros espacios seguros, los sitios donde creamos todo a nuestra satisfacción. Todos buscamos un momento, unos minutos durante la rutina cotidiana para abrirlas y escapar del mundo. Desconectarnos al conectarnos. Visitar las publicaciones de
nuestros amigos, las páginas que hablan de los temas que nos gustan, las noticias del día, los memes –de los que hablaré en columnas posteriores-, los videos graciosos. Y a cambio de todo ese entretenimiento, aparentemente gratuito, nosotros damos lo que parece ser muy poco: nuestro nombre, dirección, estudios, pasatiempos, fotografías y estado civil, entre otros.

Casi nadie se pregunta por qué algo tan enorme y adictivo como las redes sociales es gratuito. Todo mundo sabe que Mark Zuckelberg, el creador de Facebook, se volvió millonario gracias a su invento. Pero si dicha red no tiene costo para los usuarios, ¿de dónde sale todo ese dinero?, ¿y por qué otras redes como WhatsApp, Twitter o Instagram se cotizan en la bolsa a costos tan elevados?

La respuesta se reduce a una palabra: información. Casi sin sentirlo, las redes sociales se convirtieron en las bases de datos más grandes del mundo. La gente vacía en ellas su información personal de manera voluntaria todos los días, misma que queda registrada. Usamos tarjetas bancarias para comprar juegos y aplicaciones para nuestros teléfonos a través de las mismas redes y esas cuentas y números confidenciales quedan permanentemente grabados en una memoria central. Los nuevos smartphones –teléfonos inteligentes–, que ahora todos usamos, detectan y analizan, además, nuestras rutinas, viajes cotidianos, horarios de trabajo, calles por las que nos desplazamos, tipo de música que escuchamos, lugares de esparcimiento que visitamos e incluso las palabras que más utilizamos en mensajes o llamadas, todo en tiempo real, y envían los datos a las computadoras centrales de almacenamiento. ¿Alguna vez al subir a su auto, su teléfono celular le indicó a cuánto tiempo está de su destino y qué ruta tomar, aún sin que usted hubiese escrito o solicitado nada? Ahora ya sabe por qué.

Por si fuera poco, los algoritmos de búsqueda y análisis que emplean las redes sociales, de los que hablé en mi columna previa, detectan con gran precisión las palabras que con más frecuencia escribimos en ellas y las búsquedas que realizamos incluso en otras redes, para finalmente vender esa cantidad inmensa de información sobre nosotros a las empresas que lo soliciten, obviamente a cambio de cifras estratosféricas de dinero. Los empresarios están pagando para que los anuncios de sus productos lleguen directamente a las pantallas de quienes tienen la mayor probabilidad de consumirlos, elevando la posibilidad de venta y ahorrando fortunas en publicidad innecesaria. Le llaman segmentación de mercado. ¿Desea usted hacer la prueba? En su teléfono ingrese durante una semana a páginas como YouTube o Google, y realice búsquedas sobre algún tema, música o producto que normalmente usted no consuma. Es muy probable que al finalizar esos días comiencen a aparecer en su Facebook anuncios de ventas relacionados con las búsquedas que realizó.

¿Esto le parece impactante? Espere a que hablemos de cómo se utilizan las redes sociales en la política.
Hasta la próxima semana.

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