La hazaña del Chato Mohedano
 
Hace (50) meses
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El 15 de mayo de 1911, diez días antes de la inminente renuncia de Porfirio Díaz a la presidencia de la República, el país vivía ya momentos de gran agitación política. Los levantamientos contra el gobiernose repetían con rapidez y se rompía así la llamada “Pax Porfiriana” de los últimos 35 años. El Hidalgo no fue la excepción; ese día, las fuerzas del joven general Gabriel Hernández tomaron Tulancingo y se aprestaron a marchar al día siguiente a la capital de la entidad.
Conocida la noticia en Pachuca, hubo gran alarma, sobre todo entre políticos y la gente acomodada, que vislumbraba ya algunas acciones del populacho en su contra. Como ese día era lunes de “Barata” –tianguis semanal– las actividades citadinas dieron inicio desde muy temprano, en los alrededores de la plaza Constitución.
Hasta eso de las 11 de la mañana, todo era normal, sin embargo cuando al filo del mediodía se conoció la noticia de la posible llegada de las fuerzas revolucionarias a Pachuca, todo se alteró visiblemente, los mercaderes levantaron sus puestos y los comercios establecidos cerraron rápidamente, mientras se suscitaba el ir y venir de carruajes llevando fuera de la ciudad a muchas familias. Pronto diversos grupos simpatizantes de los opositores al gobierno porfirista empezaron a marchar por las calles expresando vivas a Madero y mueras a Porfirio Díaz.
El más activo de esos grupos fue el de los operarios de la mina de Santa Gertrudis, que era encabezado por Macario Mohedano, a quien apodaban El Chato, líder espontáneo y natural, de gesto afectuoso y familiar, cuya edad oscilaba entre los 30 y los 40 años, era quien encabezaba aquel movimiento popular.
Para las 7 de la noche El Chato Mohedano era dueño de la situación, y animado por su casual liderazgo, convenció a sus seguidores de liberar a los presos de la cárcel de San Francisco, lo que logró sin encontrar resistencia alguna, pues los pocos policías de la ciudad huyeron al saber de la situación.
La fácil liberación de los reos mostró que se podían realizar mayores acciones, de allí que marcharan la ignominiosa “Casa de Prestamos”, de la calle de Matamoros (donde hoy está el Hotel de los Baños), ahí la muchedumbre forzó las puertas y enseguida colocaron dos cargas de dinamita para volar la caja de seguridad, donde encontraron apenas algunos pesos, pues previendo la situación, el gerente sacó todo el efectivo que pudo y se marchó de la ciudad.
Para las 9 de la noche reinaba la total anarquía por las calles del centro, se veía correr en todas direcciones a grupos que, alumbrados con teas, forzaban las puertas de los comercios y se daban al saqueo indiscriminado. El botín era del todo heterogéneo, pues lo mismo se sustraía maíz o frijol, que colchones, camas, roperos u otros muebles, todo en la total impunidad, situación que se prolongó hasta el día siguiente, al llegar a Pachuca el general Hernández.
Por la tarde del día 16 –de mayo– las fuerzas de Hernández pusieron orden, primeramente se procedió a nombrar nuevas autoridades; el gobierno del estado quedó a cargo del lic. Joaquín González y para la jefatura política de Pachuca se designó al lic. Emilio Asiain, así mismo decretó la inmediata aprehensión de los cabecillas del tumulto del día anterior y se mandó publicar un bando en el que se ordenó la devolución de los objetos robados so pena de ser juzgados los responsables por sedición y robo.
Temerosos de que al devolver lo saqueado pudieran ser castigados, los participantes en el latrocinio decidieron tirar al río o a las calles el producto mal habido, de modo que en las horas siguientes era curioso ver en algunas esquinas apiladas, máquinas de escribir, sillas, colchones, camas y ropa, sin que nadie supiera cómo habían llegado hasta ahí y aún más, observar en el cauce del Río de las Avenidas multitud de objetos abandonados, que el agua se encargó de deteriorar rápidamente. Poco fue lo que pudo rescatarse en buen estado.
Por lo que se refiere a los cabecillas, solo fue aprendido, El Chato Macario Mohedano, los demás se dieron a la fuga. A fin de evitar acciones como esa, el general Hernández, tras juicio sumarísimo, condenó al reo a sufrir la pena capital y su ejecución fue pública. A las 5 de la tarde del miércoles 17 de mayo de 1911, el Chato Mohedano, fue fusilado en plena plaza de la Independencia.
El pelotón se formó a las plantas del Reloj en el costado norte, colocando a Mohedano donde hoy se encuentra la pérgola. La ejecución fue retardada 15 minutos en espera de espectadores que nunca llegaron; un testigo observó aquella escena desde la azotea de una casa ubicada en la porción oriente y señalaba que nunca olvidó el ensordecedor ruido de diez fusiles disparando al mismo tiempo y después el seco y débil sonido del cuerpo del Chato Mohedano al caer al piso y recordaba cómo un soldado se acercó al cuerpo yerto del Chato y le dio el tiro de gracia.
Líder popular o simple ladrón. ¿Qué fue en realidad el Chato Mohedano?, las opiniones se dividen. Para Mejía Schoroeder se trata de un honesto minero que propició “una de las insólitas ocasiones en que nuestro pueblo se lanzó a las calles en decidida actitud de reclamar sus derechos”, pero para don Teodomiro Manzano “fue un ladrón que aprovecho la débil voluntad de las masas para cometer todo tipo de tropelías.” ¿Usted que opina?, amable lector.
La fotografía del Reloj Monumental que ilustra este artículo procede de 1915, cuatro meses después del fusilamiento de Macario Mohedano.

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