George Floyd
 
Hace (46) meses
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Para mi amigo Ruy Lohengrin, donde quiera que te encuentres

1: Lo que acaba de ocurrir con George Floyd me pone en jaque: ¿Cuántas vidas más se tienen que perder para volver a ser seres humanos? ¿Cuándo dejaremos de actuar sin el poder de la soberbia, sin el racismo que si bien ha marcado a un país, es a los Estados Unidos, el pueblo estadunidense debe actuar a pasos agigantados para solucionar un problema básico de educación, el color de la piel es una muestra artística de la naturaleza, nadie vale más que nadie. Recuerdo hace algunos años que Estados Unidos dio su voto a favor para que se investigara a Cuba por el fallecimiento de tres presos políticos, porque se violaban en ese país los derechos humanos, cuando siempre hemos sabido que en el país del norte las garantías individuales pasan por el sentido más pueril de que existen personas que valen menos por su color de piel, adultos y ahora la fragilidad de las redes que educan a los niños haciendo de la gente de color, sinónimo de penes grandes, drogadictos, esclavos, maldad e incluso satanizarlos, cantos homofóbicos, racistas, burlas crueles se dejan ver en pleno siglo XXI, cuando el color de la piel debería verse como la diversidad de la naturaleza, diferentes en color, ideas, pero con sueños similares y derechos igualitarios. George Floyd nos ha mostrado durante una prueba de las más grandes por las que atraviesa la humanidad, como es la pandemia, que quizá no estamos listos para la nueva era, nos muestra que la evolución del hombre sigue estancada en el siglo XV.

2: Dicen los que saben, que las únicas formas de vida son la animal y la vegetal (en el primero incluido el hombre) y aseguran que los minerales no sienten ni padecen. A mi partida, mi Diabla de la Guarda hubo de tomar una roca para sentir el roce de esta en sus manos, comenzó a frotarla mientras la noche se estrellaba. La diabla jugó a sostener la roca entre los pliegues de sus piernas, ¿cómo una roca cualquiera hubo de convertirse en una piedra de río? Húmeda del amor mojado, mi diabla pasaba de una vertical continua a una diagonal que estremecía hasta llevarla al límite de la fuente. Las piernas abiertas; las manos cocidas a los labios, echaba la cabeza atrás con el cabello al viento, para poder sentir el calor inmenso de un mineral aparentemente frío, expuso las entrañas de su cuerpo; la piedra entró, salió, entró nuevamente y salió, siempre más mojada que antes; la roca moldeada y limitada se pulverizó tantas veces como fuera necesario. ¿Qué las piedras no sienten ni padecen? Yo creo que sienten, siempre en la medida que la diabla las haga sentir, ¿cómo no habrían de sentir? Si basta que la diabla roce algo con la piel, para que todo se detenga. Piedras mágicas, apuesto que mi Diabla de la Guarda las hizo sentir vivas en una noche de amor estrellado.

3: Fragmento tomado del libro París No se acaba nunca, del maestro Enrique Vila-Matas. De alguna forma creo que retrata mi vida. …Creo que esa dicotomía entre Rimbaud y Mallarmé la reflejé inconscientemente en La asesina ilustrada, donde inventé dos escritores diametralmente opuestos. Uno, Juan Herrera, era un escritor de cierta categoría quien se había distinguido toda su vida por ser un fanático del orden, del orden burgués para ser más exactos. El otro se llamaba Vidal Escabia y era un escritor pésimo y la viva imagen del desorden. El primero era más bien sedentario y el otro un nómada recalcitrante. Tenían, claro está, escritorios muy diferentes. Herrera colocaba en el suyo (había tenido el mismo durante toda su vida, tanto en París como en Séte o en Trouville), según un esquema invariable: plumas, lápices, cenicero, lupa, abrecartas, diccionarios, folios, cuartillas, vaso de agua mineral y cajita con aspirinas, calmantes y centraminas. Herrera –contrafigura de Thomas Mann, un escritor burgués al que yo, como situacionista despreciaba, era supersticioso y solía atribuir sus momentos de escasa inspiración literaria a la inexacta colocación de ángulo de sus objetos sobre la mesa de trabajo. Vidal Escabia, en cambio, nunca había tenido escritorio (ni lo necesitaba, porque otros le escribían la mayor parte de sus novelas), era tremendamente despistado, olvidaba en los taxis los manuscritos de sus libros escritos por otros, escribía (o, mejor dicho, simulaba escribir) en las playas o en los bares más concurridos, no le duraba un bolígrafo ni tres días seguidos, el último diccionario que había tenido había sido uno de sinónimos que le regalaron en Lima y que perdió en un prostíbulo, (nunca se supo con qué idea lo había llevado hasta allí), era un apasionado promotor de cualquier idea de caos y un entusiasta de su propio desorden. Creo que Vidal Escabia tenía mucho de mí, pues a final de cuentas yo no había tenido escritorio hasta llegar a París y, además, me había pasado la vida homenajeando el desorden y escribiendo cuanto tonterías en las playas o en los bares concurridos, nunca en un escritorio. Yo amaba mucho el caos y detestaba la estabilidad burguesa y creo que me identificaba con Escabia, a quien, aunque fuera mal escritor, le tenía mucha simpatía, no diré que fuera mi modelo de escritor, pero siempre le habría preferido si me lo hubieran confrontado con Thomas Mann, es decir, con Juan Herrera, el escritor insoportable serio y sedentario, siempre pendiente de que todo tuviera un orden preciso. Ironías del destino. Cuando en La Asesina Ilustrada describí la ordenada disposición de los objetos en la mesa de Juan Herrera, no podía ni imaginar que, con el tiempo, a lo largo de más de un cuarto de siglo, yo acabaría teniendo en Barcelona siempre el mismo escritorio y cuidaría hasta extremos patológicos y con supersticiones de todo tipo la disposición de mis objetos sobre la mesa de trabajo, es decir, que me convertiría en un escritor sedentario, en un Thomas Mann cualquiera. ¿Soy conferencia o novela? ¿Soy Thomas Mann o Hemingway? (…)

4: Yo puedo decirte que te amo, y te aseguro que así será toda la vida, porque en mí tu amor principia, y en mí tu amor acaba.

5: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected]  twitter: @Vidal_Evans

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