Genaro García Luna: historias de oscuridad
 
Hace (52) meses
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En mayo de 2008 la guerra entre los hermanos Beltrán Leyva y sus antiguos aliados del Cártel de Sinaloa —Joaquín “El Chapo” Guzmán e Ismael “El Mayo” Zambada— alcanzó uno de sus momentos más intensos. Los Beltrán acusaban a los de Sinaloa de haber pactado la entrega de Alfredo Beltrán Leyva. La lucha no solo se daba en las calles, sino en el interior de los cuerpos de seguridad que los narcotraficantes intentaban infiltrar para garantizar su supervivencia.

En mayo de 2008 una filtración del “Mayo” Zambada llegó a la Policía Federal, que desde diciembre de 2006 se hallaba bajo la responsabilidad de Genaro García Luna, el superpolicía que había pasado por el Cisen, que había desaparecido la Policía Judicial Federal para formar la Agencia Federal de Investigación, y que desde la llegada de Felipe Calderón a la Presidencia ocupaba el cargo de Secretario de Seguridad Pública.

La filtración, entregada al inspector Edgar Bayardo, decía que Arturo Beltrán Leyva iba a reunirse con sus allegados en un motel a las afueras de Cuernavaca. Resultó cierta. Cinco camionetas blindadas salieron del motel y fueron perseguidos por federales, en un intercambio de tiros que duró varios kilómetros y terminó con varios vehículos chocados.

Beltrán Leyva escapó, pero “El Mayo” le había entregado también a Bayardo los domicilios de Morelos en los que el capo se resguardaba. Alguien detuvo la incursión de la federal en dichos domicilios, en el último minuto. El oficial que había coordinado el operativo contra Beltrán fue asesinado esa misma noche en el garaje del edificio donde vivía con sus padres por cinco sicarios de Tepito.

Más tarde se supo que un compañero había abierto su locker, había sacado copias de sus llaves, y las había entregado a quien dirigió a los sicarios. Al oficial lo esperaron dentro del garage con las luces apagadas. Le metieron once tiros. Se le consideraba el “cerebro” de García Luna en la guerra contra el narco.

El inspector de operaciones Edgar Bayardo siguió recibiendo informes del “Mayo”. Supo que en una casa del Desierto de los Leones, en la que incluso había zoológico, el contacto colombiano de los Beltrán, Harold Poveda, estaba celebrando una fiesta con prostitutas de lujo. Se realizó una incursión. Los testigos señalaron más tarde que a Poveda lo habían dejado ir a cambio de 500 mil dólares, y que a cambio los federales se habían quedado con las chicas.

No se supo qué ocurrió en realidad, porque parte de la guerra consistió también en acusar a los funcionarios de todo lo imaginable. Mediáticamente le servía al gobierno de Calderón para mostrar los avances de su guerra contra el narcotráfico, pero al poco tiempo los involucrados quedaban en libertad porque la mayor parte de las acusaciones se basaban en testimonios no probados.

Una de esas versiones indica que los funcionarios de García Luna cobraban 500 mil dólares por cada enemigo importante que era detenido. El pacto incluía recibir filtraciones, practicar intervenciones telefónicas y dejar que los detenidos fueran interrogados por los operadores del cártel.

Los Beltrán fueron acusados, a su vez, de recibir información, desde la PGR. Un testigo protegido que había trabajado como investigador criminal en la embajada de Estados Unidos, y entregado información sensible al Cártel de Sinaloa, dio los nombres de varios funcionarios de la PGR involucrados con ese cártel —algunos de los cuales se volvieron testigos protegidos, y entregaron los nombres de otros funcionarios.

Una década más tarde nadie puede decir qué pasó en realidad. Cuando la policía iniciaba en Lindavista el operativo de detención de Jesús “El Rey” Zambada, hermano del “Mayo”, este se comunicó con el inspector Bayardo para pedirle que le enviara refuerzos: “Voy, padrino, voy”, contestó Bayardo.

Bayardo también se volvió testigo protegido, aunque lo mataron un año más tarde mientras tomaba café en un Starbucks.

En el juicio del “Rey” Zambada, el entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, fue acusado de haber recibido, personalmente, millones de dólares del Cártel de Sinaloa, a cambio de entregarle un “pasaje seguro” hacia Estados Unidos.

El exsecretario manejaba una empresa de seguridad en el país del norte y vivía, según se publicó hace poco, en un departamento cuyo valor era también de varios millones de dólares.

Ignoro qué tan sólida será la acusación contra él. Lo cierto es que él puede aclarar mejor que nadie todas estas historias: lo que ocurrió en uno de los momentos más oscuros de México: un momento en el que, a causa, sobre todo, de la corrupción, la violencia se brincó las trancas y arrinconó al país. Acorraló al país, y lo devastó.

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