Frialdad ante la creación de Hidalgo
 
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Debido a la lentitud con la que corrían las noticias a mediados del siglo XIX, el sábado 16 de enero de 1869 pasó casi desapercibido tanto en Pachuca como en el resto de las ciudades y comunidades del hoy estado de Hidalgo, al menos hasta eso de la media tarde, cuando hizo su arribo al antiguo Real de Minas la diligencia que el diputado José Luis Revilla; fletó en el Mesón de Balvanera, de la Ciudad de México, luego de recibir una copia del decreto aprobado por el Congreso de la Unión la tarde del día anterior, mismo que había sido firmado y sancionado aquella mañana poco después de las 7 por el presidente Benito Juárez, a fin de cumplimentar el proceso que le haría entrar en vigor ese mismo día.

Revilla inició el viaje por ahí de las 8 de la mañana y a todo galope y sin las escalas acostumbradas logró llegar hacia las 4 de la tarde, por ello la llegada del vehículo causó gran extrañeza entre los habitantes de las calles por donde hizo su entrada, la de Camino a México –hoy Guerrero– y la del Comercio –hoy Doria– y más aún en la plaza de las diligencias, en las que aparcó frente a la terminal de esos vehículos en la ciudad de Pachuca donde ya era esperado por varias personas.

Al bajar del carruaje el diputado Revilla fue rodeado por los ciudadanos que ahí se habían dado cita, entre ellos el doctor Rodrigo Ramírez, entonces presidente municipal de Pachuca –quien fu avisado por telégrafo de la llegada de Revilla–, y desde luego de los propios familiares del representante popular en el Congreso de la Unión. Revilla, que era hombre de refinados modales, se limpió el polvo del camino, descubriéndose la calvicie cubierta por un gran sombrero de ala ancha. Después de repasar el fino bigote acomodó sobre la nariz unos espejuelos de lectura y sacó del portafolios de fina piel un documento encabezado con el escudo nacional, aquella inconfundible águila vista de frente que parada sobre un nopal devora una serpiente y debajo la leyenda “Gobierno de la República, Poder Ejecutivo Federal”, y más abajo sobresaltadas las letras: “Lic. Benito Juárez, a sus habitantes sabed”; el resto de la redacción contenía el decreto creador del estado de Hidalgo.

Revilla leyó lentamente aquel documento; sin embargo, al terminar no encontró respuesta alguna entre los asistentes que se habían arremolinado a su alrededor y que para ese entonces se habían ya multiplicado. Fue el doctor Ramírez quien trepado en lo alto de un carromato de carga que había llegado con los curiosos tomó entonces la palabra y arengó la atención de los allí congregados, con voz pausada y firme, les dijo:

“Como se habrán dado cuenta, desde mediados del mes de diciembre, iniciamos una campaña a fin de informarles sobre la gran posibilidad de que este suelo donde vivimos y muchos hemos nacido se convirtiera en un nuevo estado de la Federación, con la total intención de poder regir nuestros destinos y recibir una mejor atención de las autoridades gubernamentales. Por ello también les hemos solicitado firmas en diversas oportunidades, la última para solicitar a los señores diputados del Congreso de la República que esta ciudad sea elevada a la categoría de capital de la naciente entidad y por ello también hemos procedido a embellecer esta plaza, sembrando árboles de la región y remozado el kiosco de las serenatas; ello, señores míos, significa que, como acabamos de escuchar en voz del Sr. Revilla, hoy ha quedado creado este estado de la Federación, que por disposición del presidente Juárez, llevará el nombre del Padre de la Patria, don Miguel Hidalgo”.

Un sonoro y prolongado aplauso rubricó las palabras del doctor Ramírez, presidente municipal de Pachuca. De inmediato cada uno de los asistentes procedió a festejar el acontecimiento, los mineros se fueron distribuyendo en las diferentes pulquerías de la población, que por cierto eran muchas. Allí dieron rienda suelta al incomprendido sentimiento de ser habitantes de un nuevo estado, ya que es muy probable no entenderán bien a bien lo que aquello significaba. En tanto, que los comerciantes de las calles del primer cuadro adornaron sus escaparates y fachadas con coronas y festones de ramas de pino, en las que entrelazaron listoncillos tricolores, algunos con mayores posibilidades, como la tienda de don Francisco Cacho, colocaron también imágenes del cura Hidalgo, personaje que significaría desde entonces a esta porción del territorio nacional.

Sin embargo, sería hasta mucho después cuando los habitantes de este territorio supieron y se asumieron como ciudadanos de la nueva entidad, lo que sucedió cuando pudieron elegir a su propio gobernador y diputados, o quizá, tal vez, cuando notaron que las bondades de tener cerca a las nuevas autoridades, derivaba en trámites mas expeditos y en el caso de Pachuca, cuando el coronel Doria llegó hasta esta ciudad el 27 de enero para hacerse cargo del gobierno y respetó el hecho de que fuera la capital del nuevo estado.

Si bien, mucho de lo aquí narrado es una libre crónica tradicionista interpretada y desarrollada por quien esto escribe, lo sustancial puede consultarse en el número 76, del periódico El Mercurio Informante, que bajo el título; Frialdad de los Nuevos Habitantes del estado de Hidalgo, ante la creación de esa entidad, narra la llegada del diputado Revilla a Pachuca con la noticia de la aprobación del decreto que lo creara el 16 de enero de 1869.

La placa que ilustra este artículo es una excepcional fotografía de la Plaza de las Diligencias, hoy de la Independencia que procede de 1889.

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