Fernando Soto en la historia de Hidalgo
 
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Si bien Manuel Fernando Soto Pastrana es el más importante impulsor en la creación del estado de Hidalgo, su actuación después de incorporada esta entidad al Pacto Federal el 16 de enero de 1869, es prácticamente nula o, más bien, anulada en la política local.

Una rápida mirada a la historia de Hidalgo en el periodo anterior a su creación como entidad federativa permite saber que Soto Pastrana nació en la ciudad de Tulancingo el 5 de junio de 1825, lugar donde realizó sus primeros estudios bajo la dirección del afamado maestro Marciano Lezama; continuó, después, en el Seminario Conciliar de México, donde cursó Latinidad y Filosofía, así como Derecho Civil y Canónico.

Una grave enfermedad le obligó a abandonar los estudios, por lo que regresó a su tierra natal, donde una feliz coincidencia le permitió conocer a don Melchor Ocampo, quien, tras su aprehensión por orden de Santa Anna fue recluido en Tulancingo, teniendo a la ciudad por cárcel.

De ese afortunado encuentro surgirían los primeros intentos para crear dentro del entonces extenso estado de México una entidad federativa que, bajo el nombre de Iturbide, abarcaría gran parte del actual territorio hidalguense, petición que fue llevada por Soto en su calidad de diputado al Constituyente en 1856, pero por desgracia, esta no llegó siquiera a ser discutida.

Cinco años después, en 1861, vuelve a la carga, ahora en compañía de los también diputados José Luis Revilla, Alejandro Garrido y Justino Fernández, con quienes propuso que la porción norteña de la entidad mexiquense se erigiera en un nuevo estado, pero ahora la idea fue que llevara el nombre del Padre de la Patria, pero estos trámites fueron interrumpidos por la inminente intervención extranjera, aunque dieron lugar a que el territorio de la futura entidad se erigiera en el Segundo Distrito Militar del estado de México, creado por decreto presidencial el 7 de junio de 1862, del que por cierto fue gobernador.

Al concluir el Segundo Imperio y restaurarse la república en septiembre de 1867, Soto reinició las gestiones interrumpidas en 1861 para crear al estado de Hidalgo, ahora acompañado de los diputados de los distritos norteños del estado de México: Antonino Tagle, Manuel T. Andrade, Cipriano Robert, Protasio Tagle, Gabriel Mancera, José Luis Revilla y Justino Fernández.

Un discurso suyo pronunciado el 1 de diciembre de 1868, se considera como el más importante impulso para convencer a los integrantes del Congreso de la Unión, para crear al nuevo estado, que finalmente quedó erigido al promulgarse el decreto respectivo el 16 de enero de 1869.

Como era de esperarse, tan pronto como se convocó a elecciones para gobernador, el 24 de marzo de 1869, Soto presentó su candidatura, compitiendo con Antonino Tagle, Justino Fernández, Cayetano Gómez Pérez, Joaquín Martínez de la Concha y Pascual Carbajal. Los comicios se celebraron el 2 de mayo de 1869, de acuerdo con lo dispuesto tanto en la Constitución del estado de México como en la ley electoral del mismo, como lo estipuló el primer transitorio del decreto fundacional del estado de Hidalgo, por lo que aquella elección se sujetó al sistema de voto indirecto, mediante el que cada distrito designaba un “gran elector”, encargado de emitir a nombre de los ciudadanos el voto de cada distrito.

De acuerdo con la convocatoria, el nuevo estado se integró con 668 distritos electorales, que emitieron su voto de la siguiente manera: Antonino Tagle, 434 votos; Manuel Fernando Soto, 144; Justino Fernández, 80; Cayetano Gómez Pérez, 3; Joaquín Martínez, 3, y Pascual Carbajal, 1. Se emitieron, además, 3 votos en blanco.

Para propios y extraños, fue inexplicable la derrota de Soto, sobre todo con un margen tan amplio, 290 sufragios de diferencia en relación con el triunfador, Antonino Tagle, y 64 apenas arriba de Justino Fernández, quien sería el segundo gobernador electo en 1873. Fueron estos los tres más importantes actores políticos de la vida pública del naciente estado, cada uno pertenecía a un grupo bien determinado y fue apadrinado por encumbrados hombres de la política nacional: Lerdo lo hizo en favor de Tagle; Juárez apoyó a Soto, y finalmente Porfirio Díaz se manifestó en pro de Justino Fernández.

Los intereses regionales jugaron el mayor y más importante papel en aquella elección, Tagle, respaldado por la oligarquía de ricos hacendados pulqueros, quienes vieron la oportunidad de liberarse de las pesadas gabelas que les imponía el estado de México; en tanto que Fernández fue apoyado por los ricos mineros de la Comarca Pachuca-Real del Monte, agobiada también por la tributación regional.

Soto llegó a aquella elección avalado solo de su brillante pasado, de modo que, deprimido por los resultados, se retiró temporalmente de la política local, ya que volvió a aparecer a finales de la década siguiente al ser electo nuevamente como diputado por Pachuca a la Novena Legislatura del Congreso de la Unión (1878-1880), en cuyo seno impulsó dos extraordinarias iniciativas: la primera relativa a los ferrocarriles y la segunda relacionada con la formación de sociedades agrícolas.

De esta etapa procede un documento que recoge sus reflexiones sobre la función legislativa, impreso el 27 de mayo de 1878, con el titulo Responsabilidad de los Diputados ante la Opinión Pública.

Soto fue sin duda el gran ausente de la política hidalguense en aquellos los primeros del estado de Hidalgo, su esfuerzo no fue premiado con la gobernatura y termino sus días el 17 de agosto de 1896 como inspector general del Ferrocarril Hidalgo, propiedad de su gran amigo, el ingeniero Gabriel Mancera.

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