Falsas esperanzas
 
Hace (71) meses
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A quien trate de darnos esperanzas para la elección del 1 de julio podremos tacharlo de embustero. Nuestro país, saqueado por políticos corruptos, parece no tener un futuro promisorio. La continuidad de unos representa el mantener lacras y mafias; mientras, cualquier cambio parece conducirnos a un desastre. Las propuestas, hasta el momento, no alientan al voto ni nos llevan a la reflexión. Estamos jodidos, como lo hemos estado siempre.

Sí, ese parece el panorama que nos plantean los candidatos. Nadie habla de cambios ni de revoluciones posibles, unos condenan a quien quiere un cambio de régimen, mientras nos venden la catástrofe venezolana. Quien nos habla de un cambio profundo no nos explica cómo, además de dividir a la nación entre buenos y malos. Unos, pensamos, somos parte de los buenos, pero a ojos de otros no sabemos si formamos parte de los malos.

Entonces nuestro voto no se definirá por aquellas propuestas que creamos nos convengan más, sino de aquellos que protejan nuestros intereses. Unos —los empresarios— verán un cambio como una amenaza, a pesar de estar hartos de la corrupción que cada año les cuesta millones de pesos. Los corruptos, sin duda, pensarán que como estamos, estamos a toda madre. Otros —los pobres— ven con recelo a la clase empresarial esperando que este sea el momento en que como lo hizo Emiliano Zapata se reparta la riqueza —en lugar de las tierras—, como si quitándole a alguien para darle al desprotegido cambiara el panorama. Y en medio, como relleno de un mal emparedado, quedamos la clase media.

Si el régimen se mantiene los pobres seguirán siendo pobres y los ricos seguirán siendo ricos; la clase media seguirá depreciando su poder adquisitivo, viendo cómo las oportunidades se escabullen. Y si el régimen cambia, los ricos no querrán de dejar de ser ricos y se llevarán su dinero a otra parte; los pobres pensarán que dejarán de serlo, pero la clase media sufrirá, como siempre pasa, las consecuencias.

Y no les quito a los pobres la esperanza de salir de la inmundicia en que los gobiernos los han mantenido durante años, ni a los ricos su derecho de defender lo que han logrado, pero no veo esperanzas para profesionistas, comerciantes, empleados y académicos, quienes han logrado una independencia económica a base de horas de trabajo, de estudios, con la cultura del esfuerzo.

Para ellos, no existe candidato, no existen propuestas y se preguntan, como yo, si formamos parte de los buenos o de los malos.

Las encuestas dicen que ganará Andrés Manuel López Obrador, quien en dos elecciones pasadas parecía que sería el presidente de México. Hoy, sin embargo, nadie parece hacerle sombra. Pero la clase media, la que definirá la elección, no sabe si es mejor mantener lo que tiene, viendo cómo unos cuantos saquean al país, o arriesgarse a un cambio que le puede quitar lo poco que ha logrado.

Disculpe usted, lector, mi pesimismo, pero a tres meses de los comicios la esperanza parece ser algo que no existe.

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