En las primeras horas del lunes, mientras las madrecitas hidalguenses recibían regalos y felicitaciones de sus retoños, en el Congreso del Estado había preocupación por el supuesto ingreso a las oficinas de un presunto ladrón y homicida.

Las rejas de ingreso al recinto estaban cerradas y no se permitía la entrada ni a los trabajadores lo que aumentaba el nerviosismo.

Las redes sociales, instrumento de respuesta inmediata estaban calladas, solo algunos grupos de WhatsApp, compartían lo poco que les llegaba aumentando la incertidumbre, lo cierto es que algo pasaba en el Congreso y nadie decía nada.

Cerca del mediodía comenzó a circular una tarjeta informativa del Congreso donde se relataba que al ingresar los trabajadores a la Torre legislativa se encontraron con daños, expedientes esparcidos en el suelo y un líquido con características hemáticas.

Ante esta información tan contundente, que no decía gran cosa, dio inicio el chismerío que fue subiendo de nivel conforme avanzaban los minutos.

El hermetismo de los encargados del Congreso y el antecedente del líquido hemático mencionado en la escueta tarjeta informativa, le echaban más leña al asunto y las filtraciones hacían imaginar toda una escena del crimen como en películas de James Bond.

Para acabarla de chingar y alimentar las mentes calenturientas de los internautas, a las instalaciones del Congreso arribó una camioneta con la leyenda del SEMEFO lo que desató aún más las especulaciones y muchos nos preguntábamos si habían llegado por el “archivo muerto” que seguramente debe de ser muy abultado.

Con la camioneta llegaron también los peritos especializados en homicidios, que ya llevaban todas las herramientas y como si fueran actores del programa  CSI  se dispusieron a descubrir hasta el más mínimo indicio de los pormenores del delito que se presumía había ocurrido en esta torre donde los diputados dejan la vida para el beneficio de los ciudadanos.

Era importantísimo mantener intacta la escena del crimen y no contaminarla para poder dar con el o los responsables del probable y terrible homicidio.

Seguramente los peritos con los primeros elementos que encontraron, se imaginaban que el probable homicida corrió por las oficinas de la Torre Legislativa y la víctima luchó para ponerse a salvo sin lograrlo.

Mientras esto ocurría otro grupo de especialistas buscaban en las cámaras de seguridad algún elemento que les diera evidencias y quizá con un poco de suerte darían con la identidad del presunto responsable y hasta con el cuerpo de la víctima. 

Los investigadores se daban prisa y no era para menos. 

¡Era la sede del Congreso del Estado, la Máxima Tribuna de Hidalgo! tenían que echarle toda la galleta al asunto, que tal si los legisladores  estaban en peligro, no se podían correr riesgos con tan ilustres personalidades.

La investigación debería de ser impecable para no dejar cabos sueltos y que al final si era detenido el presunto responsable, lograra obtener su libertad por falta de pruebas o por no atender al debido proceso.

Pero como en Hidalgo la justicia llega y rápido, los encargados de la investigación solo tardaron tres horas para dar con el responsable de tan tremendo crimen. 

Resultó ser un tlacuache, un ratota que se metió a robarse los expedientes de algunas comparecencias, seguramente enviado por algún partido político que siente pasos en la azotea y en su loca carrera se cortó con el papel de alguna denuncia archivada.

Queda la duda razonable si es el Tlacuache culpable o como a veces ocurre hay más implicados.

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