¿El gobierno quiere inmunidad de rebaño?
 
Hace (47) meses
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Salvador García Soto
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La decisión del gobierno mexicano de anunciar una reapertura de actividades cuando aún estamos en un pico constante y creciente de contagios de Covid-19, con una curva nada aplanada y más bien ascendente, parece obedecer a dos hechos: primero, a la urgencia de reabrir sectores de la economía que están a punto del colapso ante la falta de apoyos fiscales que no quiso otorgarles y en algunos de los cuales hay presión directa de Estados Unidos para no afectar sus cadenas productivas, y segundo, a que ante la falta de control real de la pandemia y de un modelo epidemiológico que ya fue rebasado, y en la confusión total de las cifras, ya no puede saber cuánto durará el pico de contagios y de qué tamaño realmente es la afectación de la pandemia, ahora opta por un regreso a la actividad y que se contagien los que tengan que contagiarse.

Es como si de facto y sin decírnoslo a los mexicanos, el gobierno del presidente López Obrador haya apostado, presionado por una economía que se le derrumba por no haberle inyectado recursos y apoyos al empleo, a seguir exactamente el mismo modelo de Estados Unidos, donde, a pesar del enorme riesgo de que haya nuevas olas de contagios, Donald Trump ordenó reabrir varios sectores económicos y algunos estados republicanos lo siguieron cuando aún no tienen totalmente controlada la pandemia. Lo dijo muy claro el doctor Anthony Fauci ante el Senado de su país: decidir la reapertura por criterios políticos y económicos, antes que por criterios de salud, traerá consecuencias graves.

Y si en Estados Unidos, que con todo su poderío e infraestructura no pudo evitar ser hoy el país con más muertes y contagios, convirtiéndose en el nuevo epicentro de la pandemia, la reapertura, que ocurre cuando nos llevan varias semanas y muchos más recursos en los programas de contención, el panorama es grave, en México las consecuencias de una reapertura que además de prematura será desordenada, como la que se empieza a producir ya en varios estados, ante las diferencias y desconfianza entre la Federación y las entidades, podemos esperar seguramente escenarios más complicados y nuevos brotes de contagios.

Porque al final, a diferencia de otros países, como los europeos o los orientales, que están reabriendo su economía y su sociedad no sólo cuando efectivamente su curva de contagios no sólo estaba aplanada sino era descendente, en México nunca se hicieron pruebas masivas o significativas para ubicar dónde estaban los contagiados y aislarlos. Corea, por ejemplo o incluso España, han tenido brotes controlados en sus reinicios, porque sabían dónde estaban las zonas de riesgo, mientras que los mexicanos saldríamos prácticamente a ciegas, tanto el gobierno como la población, sin saber cuántos contagiados asintomáticos están en la calle o los centros de trabajo o incluso, cuántos de los que ya tuvieron el virus son realmente inmunes y no pueden contagiarnos.

Al no tener en las primeras dos fases de la emergencia pruebas de contagio o haberlas tenido prácticamente limitadas a un número ínfimo de 0.4 pruebas por cada mil habitantes, hoy ignoramos cuál es el número real de contagiados, sintomáticos o asintomáticos, que hay en el territorio nacional, incluidos aquellos 263 municipios que a partir de hoy podrían reabrir sus actividades y en los que no se reportaron contagios porque tampoco se hicieron pruebas. Y como es muy difícil que en esta fase, a 12 días de reanudar actividades haya pruebas de contagio, lo que tendría que haber son pruebas de inmunidad, para saber quiénes de los que ya tuvieron el virus no contagian ya o quiénes siguen contagiando; pero tampoco esas pruebas se están realizando y la Cofepris y Salud se han negado no solo a autorizarlas sino que han prohibido que laboratorios privados las realicen.

Dicen los expertos que sólo hay dos formas de volvernos, en lo individual y en lo colectivo, inmunes al Covid-19: a través de una vacuna o contagiándonos todos y desarrollando inmunidad. La vacuna seguramente la habrá, pero aún no sabemos cuándo, así que la otra forma, la del contagio masivo, solo la han decidido utilizar dos países en el mundo, con mucho más recursos, infraestructura médica y también con mucho menos población y problemas de salud que México: primero la intentó Gran Bretaña, que después dio marcha atrás y empezó la contención, y Suecia, en donde decidieron disminuir y suavizar el aislamiento social con la idea de que la mayor parte de los suecos contrajeran el virus y desarrollaran inmunidad. Ninguno de esos dos países es comparable a México, que no sólo tiene una población 12 veces más grande que Suecia y del doble de los británicos, por no hablar de la comorbilidad que tenemos por la diabetes, obesidad y problemas cardiacos en los mexicanos lo que nos vuelve mucho más vulnerables y hace más letal al Covid aquí que en otros países.

Así que con todos nuestros subregistros, nuestra ausencia de pruebas, con una República en la que no hay una directriz clara y cada gobierno local decide por encima del federal, empezamos hoy la reapertura paulatina, gradual y anticipada. Si el gobierno ha decidido apostar a que haya contagios masivos como una forma de desarrollar inmunidad de rebaño, debería ser transparente y decírnoslo, por lo pronto, que cada quien se cuide y extreme precauciones en lo individual, en lo familiar y contribuya así al cuidado colectivo. Quienes pueden seguir quedándose en casa es mejor que lo hagan y los que tengan que salir porque así lo requiera el sustento tendrán que aprender a cuidarse y encomendarse a lo que crean porque saldrán, como todo el país, a ciegas.

NOTAS INDISCRETAS…

La ofensiva contra Rocío Nahle desde sectores empresariales y de opinión es sólo el inicio de lo que se va a transformar en una ofensiva legal y una lluvia de demandas, amparos y peticiones de indemnización por la cancelación de inversiones y proyectos que dejará el decreto presidencial que cancela los proyectos de generación de energías limpias. En realidad, Nahle será el pararrayos de esta tormenta que apenas comienza, pero está bien afianzada no solo en sus convicciones ideológicas, que ayer expresaba en un tuit en donde dice que “el sector energético nos da identidad y vamos a su rescate” y que “para el presidente López Obrador primero es el pueblo y después el pueblo”. Es decir que la Secretaría de Energía está envuelta en la bandera de la 4T y tiene todo el respaldo del presidente para aguantar el vendaval ante lo que los empresarios, ambientalistas y especialistas energéticos de México y del mundo ven como un “retroceso grave e histórico”, además de costoso y dañino para el ambiente y el cambio climático, pero la secretaría y, sobre todo, el propio presidente ven como “un rescate” casi heroico de la CFE al intentar volverla de nuevo el monopolio energético que fue en el pasado, casi como si volviéramos unos 30 o 40 años en el tiempo. A eso Nahle le llama “Seguridad y Autosuficiencia”. Veremos si resiste la secretaria y el mismo gobierno lo que se ve venir como una ofensiva nacional e internacional de demandas, amparos y hasta tensiones diplomáticas con países y regiones con los que tenemos tratados y acuerdos comerciales… Los dados mandan serpiente doble. Mal comienza la semana.

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