Sin lugar a dudas que la pandemia de Covid-19 ha puesto en la mesa de discusión temas que, por sí mismos, se consideraban tratados y en su mayoría resueltos; el pasar de los días y extenderse el confinamiento, ha demostrado que la discusión pública en el país se ha centrado en los pequeños detalles y ha dejado de lado los grandes temas de trabajo.

Esos temas, aparentemente tratados por la autoridad y discutidos por todos, están ahí, pendientes de verdaderamente ser resueltos, tocados por un gobierno que se ha comprometido con la transparencia y con la verdad. Sin lugar a dudas que la omisión por ignorancia, no puede, en este caso, ser excusa para no atender cada uno de ellos.

En este caso la omisión, se traduce en problemas para conducir los grandes temas de la nación y transformarlos en políticas públicas capaces de adaptar el hacer de la autoridad en tiempos de pandemia y en tiempos de pos pandemia. Esta crisis reclama respuestas rápidas y certeras.

El casi concluido ciclo escolar de la educación básica es uno de esos temas que se tiene que analizar y atender de manera adecuada. Ponderar hasta donde verdaderamente se cumplieron los objetivos del curso.

Poder determinar, además, cual es el verdadero avance de los estudiantes y la manera en que se integraron los padres; la forma en que este nuevo ecosistema educativo funcionó y poder construir nuevos procesos de evaluación educativa que nos permitan reconsiderar lo hecho.

Hasta ahora, las declaraciones de la Secretaría de Educación Pública (SEP) no hablan nada en este sentido. Su observación de que el ciclo se reanudará hasta que el semáforo esté en verde, no indica que se esté analizando nada de lo que aconteció en este ciclo por concluir y que lo están tomando como una mala jugada del destino y nada más.

El sistema educativo, permanece inalterable, como un ente monolítico, difícil de transformar. No se habla de una adecuación del sistema educativo, no se plantea que se revise como poder transformar la planeación, el diseño y la práctica educativa.

Solo medidas sanitarias, 10, como siempre, 10 medidas sanitarias pero ninguna educativa, ninguna que tenga que ver con la práctica educativa integral del país. Eso deja en claro que, en materia educativa, la gobernanza que se realiza sea de oídas y de asistencia, no de acciones reales y tangibles que aborden la problemática en la que nos encontramos envueltos.

Pongamos, por ejemplo, la ausencia de igualdad en el acceso de los alumnos a la conectividad, dejemos de lado herramientas y aplicaciones, la igualdad en el acceso se convirtió en un problema severo para algunos padres de familia. Esa desigualdad se tradujo en inconformidades por parte de muchos padres de familia. Los que dicen saber, señalarán rápidamente que no se ha visto manifestación alguna. Como si las manifestaciones fueran importantes en el país para el gobierno.

Por otro lado, muchos de los docentes, no estaban preparados, ni lo están para enfrentar, no digamos la pandemia, refirámonos solamente a la práctica educativa con herramientas digitales. Eso no habla, de ninguna manera, que esos docentes no quieran mejorar su práctica. Eso indica que a la SEP le importa un comino, mejorar la práctica educativa de sus maestros.

Y ahí radica uno de los mayores problemas, el docente, visto como responsable directo de los males de la educación, como el incapaz de poder conducir el proceso de aprendizaje de los alumnos. Como el responsable de no estar a la altura de las exigencias del momento.

En muchas de las ocasiones, cuando hablamos de educación lo hacemos abordando uno de sus componentes, el docente. Aun cuando en ocasiones también hacemos referencia a los alumnos y otras más a los padres como parte del proceso enseñanza aprendizaje.

Sin embargo, cuando preguntamos si la docencia en nuestros países está preparada para el cambio a la educación digital. Todos contestamos mirando al docente como el centro de todo cambio y responsable del cambio mismo. Nada más alejado de la realidad, si consideramos al docente como componente de un algo mayor. El sistema educativo.

Entonces, la pregunta, con verdadero sentido es si nuestros sistemas educativos están preparados para la educación digital. Toda vez que las herramientas con las que cuenta un docente al interior del aula, sea esta pública o privada, son las que el sistema educativo ofrece.

¿Cuántos sistemas educativos están verdaderamente preparados para la educación digital? Considerando que la educación digital reclama, nuevas maneras de planear, diseñar y operar la educación.

Las circunstancias creadas por la pandemia del COVID-19 han mostrado que los sistemas educativos no están en condiciones de ofrecer a los alumnos, mejores experiencias educativas en línea. No Se trata solamente de que el docente esté preparado para manejar las herramientas digitales o que tenga las competencias digitales que se requieren en la educación digital.

Se trata de cómo el sistema educativo está preparando a esos maestros y cómo los está acompañando en la adquisición de las competencias digitales, porque también es responsabilidad del sistema educativo promover la mejora continua de sus docentes.

La mejora continua del docente, en este caso tiene que ver precisamente con la brecha digital existente entre éste y otros colegas o entre éste y sus alumnos. Esta brecha ha generado verdaderos impactos negativos en el desempeño de los alumnos y en el logro de las metas que cada sistema educativo se había establecido para un período determinado.

Pero, la mejora continua del docente está directamente vinculada a la forma misma en que el sistema educativo lo define, lo reconoce. Y aquí se da un nuevo espacio de oportunidad. Es imperioso que podamos redefinir no sólo el papel y el rol del docente en la educación. Se vuelve fundamental poder redefinir al docente como componente del sistema educativo.

A pesar de ello, el sistema educativo nacional, cambiarán en la medida que el secretario de educación pública cambie. Se dé cuenta que hay una oportunidad para darle un nuevo rostro al sistema educativo nacional. Y esto, al final del día, es una aspiración en un país con una férrea cultura administrativa de carácter aspiracional.