Cuba: ¿simulación o transición?
 
Hace (71) meses
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La Habana.- A unos escasos días de que cambiara el titular de la presidencia cubana, las calles de La Habana seguían con su calor excelente, sus ejércitos de turistas en las remozadas zonas Vieja y Centro, y el vivir la vida de los habaneros que parecían estar en todo menos en política. Era el mundo el que parecía estar en expectativa, no los habitantes de la capital de la mayor de las Antillas.
En las calles habaneras nada avisaba del inminente cambio de jefe de Estado. De hecho las grandes ausentes de avenidas, parques o edificios eran las imágenes del saliente mandatario Raúl y el fallecido Fidel Castro, salvo en pequeños cuasi altares en el interior de una fábrica de ron o una escuela como si fuera el periódico mural de la semana.
Quien siempre se encontraba pero no en efigies descomunales sino en retratos de menos de un metro de altura y sobre todo gorras siempre verde olivo, salvo la Plaza de la Revolución, era el Che Guevara, como si todo girara en torno a él o como obedeciendo algún guión museográfico para satisfacción a los turistas.
Sí, quizá fuera la orden de no hablar de política frente a extraños. Sí, quizá la orden simple de no hablar de política. O también que como en otros muchos países latinoamericanos, la mayoría, la política no está en el menú diario de las preocupaciones de la gente, aunque debiera.
O también que se trata de un sistema diferente del cual se habla mucho en el mundo pero poco se le conoce y menos se le entiende.
Las fachadas de las oficinas del Partido Comunista en alguna zona de la ciudad sí lucían consignas, dando cuenta de su centralidad en la vida cotidiana y no sólo en la política. Otros partidos políticos son inconcebibles, y a como se vive en otros países latinoamericanos, su ausencia quizá no se extrañe.
Ese sistema diferente del cual mucho se opina pero poco se conoce y entiende, fue el que registró la semana pasada cambio en la jefatura del presidente del Consejo de Estado y de Ministros, o simplemente en la titularidad de la presidencia de Cuba y del Estado cubano.
Los Castro, Fidel y Raúl, habían ejercido ese cargo desde 1976, primero Fidel y desde 2008 Raúl, 42 años continuos, pues tras la Revolución ese puesto había estado en manos de Osvaldo Dórticos, aunque el poder real recaía en los dos hermanos.
Para la política occidental la jefatura de Estado es el cargo de mayor jerarquía. En Cuba no es así. El artículo 5 de la Constitución cubana fija desde febrero de 1976 que “El Partido Comunista de Cuba, martiano y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la Sociedad y el Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista.”
Cuando Miguel Diaz-Canel se hizo cargo de la presidencia del Consejo de Estado y de Ministros pero no del liderazgo del Partido Comunista, donde sigue Raúl, ¿qué empezó, una simulación o una transición?
De nueva cuenta los lentes de la política a la occidental nos confunden. Ni en Cuba ni en el resto del mundo, el cambio de hombre significa cambio de sistema automáticamente, aunque así se piensa o se haga creer a los ciudadanos, y para países en momentos clave como México, entenderlo es central.
Sólo el tiempo nos dirá si en Cuba se está dando una simulación o una transición. Habrá que seguir con lente de aumento los acontecimientos que para tristeza de nuestra prensa o los exiliados en Miami, serán lentos.
Mientras, por todas partes se ven ejemplos de la gran contradicción cubana: casi frente a una pareja de policías, un hombre y una mujer, un par de homosexuales conversa cariñosamente tomados de la mano a menos de una cuadra del hotel que frecuentaba Ernest Hemingway.
Portando una bolsa de plástico que deja ver zanahorias agonizantes, un joven ofrece puros de los mejores y a buenos precios, pero hay que comprarlos de inmediato porque se deben de regresar al gobierno.
Confundidos con los turistas poco antes del mediodía, decenas de secundarianos y preparatorianos regresan a sus casas, la mayoría mujeres, como son mujeres las que están por todas partes haciendo algún trabajo pero dejando claras las jerarquías sociales tan similares al resto del mundo: son hombres quienes manejan los almendros, los taxis en cuidados autos rosa mexicano de los años 50 y 60; son mujeres quienes conducen los coco-taxis, motos que pueden transportar hasta a tres personas.
Esa es la contradicción que Diaz-Canel debe resolver: la sociedad cubana sigue adelante y la que parece quedarse atrás es la estructura estatal. Simulación será todo aquello que no entienda esto.

 

Jorge Esqueda

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