Corrupción policial
 
Hace (33) meses
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Cenaba en un restaurante de la Ciudad de México. Era viernes por la noche y todo pintaba para una velada divertida. La semana había terminado y era momento de disfrutar. “O” es un hombre que trabaja en la rama creativa de una agencia de publicidad importante en el país. Es un hombre de lucha proveniente de una de las zonas más peligrosas de México. Un ejemplo vivo de cómo los obstáculos se construyen en nuestras propias cabezas y los exitosos dependen de quien quiera lograrlos. Una historia de superación, de éxito.

Vi cómo se le acercó el valet parking con quien había dejado su coche. Le enseñó unos papeles y el resto pusimos atención. No escuchábamos nada de lo que hablaban, pues el ruido y la música no lo permitían. Cuando vio que estábamos atentos a lo que hablaba nos dijo: “me pusieron la araña, ahorita lo solucionamos”.

La noche siguió.

La mañana siguiente “O” fue por su coche que había dejado estacionado toda la noche. Ya tenía la araña y decidió solucionarlo la mañana siguiente. Parado junto a su coche se acercó una patrulla y le preguntó si ese era su choche. Confiado y sin nada que esconder les contestó que sí. Los policías hablaron entre ellos dentro de la patrulla hasta que descendieron del coche a informarle a “O” que ese coche tenía denuncia de robo y que se lo iban a llevar al Ministerio Público, y al coche al corralón. “O” no entendía qué pasaba ya que él tenía los papales originales. Tan pronto vieron los papeles esposaron a “O” y lo amenazaron con llevarlo a la cárcel. “Si quieres que solo nos llevemos el coche vas a tener que darnos una feria”, le dijeron. Asustado y sin saber qué hacer, la misma amiga sacó 10 mil pesos para entregarlos a los policías.

Sin saber qué hacer, dejó su coche a los policías y regresó a casa. La pesadilla apenas empezaba. A los pocos minutos, su celular sonó y uno de los policías le informó a “O” que por otros 10 mil pesos no se llevarían el coche al corralón y que borrarían su nombre de la “lista de coches robados”; le informaron que ya sabían dónde vivía y que de no pagar lo llevarían preso por robo de auto. Confundido y con miedo colgó el teléfono. ¿Cómo habían conseguido su celular y porque tenían sus datos?

“¿Qué hago, no entiendo qué pasa?”, me habló confundido y un tanto asustado. “No sueltes un peso” le contesté. “Si el coche realmente está con reporte de robo esto lo tienes que solucionar con abogado en un Ministerio Público, no con policías de tránsito. Márcale a tu seguro de coche para informar lo que está pasando y me llamas”, le dije.

Para la agencia no fue una sorpresa. En el último mes tenían cinco reportes con el mismo modus operandi. Era claro: se trata de una banda de policías que se dedican a extorsiones en zonas de alto poder adquisitivo en la Ciudad de México.

Tres días después, el coche apareció en una colonia alejada del lugar, con partes robadas. Este tipo de actos han generado una percepción en México donde la gente ha dejado de confiar en los cuerpos policiales. La policía en cualquier país, en cualquier Ciudad debe de ser la que garantiza el Estado de Derecho. Si no tenemos una policía íntegra, ética y capacitada, toda la cadena de cualquier proceso de justicia penal va a estar viciada y lejos de la justicia.

Así, avanzar a un México más justo, es una utopía.

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