Y lo que nunca pensamos que iba a pasar en este Hidalgo tan seguro ya pasó.
Un joven universitario fue sorprendido llevando en su mochila una pistola calibre 22 tipo pluma y 23 casquillos útiles.
Las razones por las que portaba el arma se desconocen, pero seguramente debieron ser muy poderosas para que el estudiante decidiera ir armado a la escuela.
Quizá y esto es solo una suposición, debido a que es originario de la zona de huachicoleros, tal vez tenía miedo de caminar por esa región y quiso protegerse.
Quizá no se sentía muy seguro en el transporte en el que se trasladaba todos los días desde su municipio hasta la capital del estado y quiso estar preparado para cualquier contingencia, ya ve usted que no faltan los malandros que sorprenden a los pasajeros y les quitan sus pertenencias.
Quizá ya estaba amenazado por los rufianes que aparecen de la nada para intimidar con armas a los transeúntes y despojarlos de lo poco o mucho que puedan traer en sus carteras, mochilas o portafolios.
Quizá quería no solo protegerse a sí mismo, sino tal vez a una novia, amiga o a sus mismos compañeros de escuela.
Las razones para que hoy los jóvenes anden armados pueden ser diversas y, pese a que no se justifica, en ocasiones es comprensible, porque la situación de inseguridad, aunque muchos opinen lo contrario, está bien cabrona.
Los asaltos, sobre todo en calles no muy transitadas y hasta en las que sí lo están, pueden ser una de las razones por la que los jóvenes echen mano de las armas para sentirse más seguros.
Lo cierto es que más allá de las motivaciones que puede tener un estudiante para portar un arma, el hecho ya debería ocupar a las autoridades, que están más interesadas en echarse la bolita unos a otros con eso del primer respondiente, “que tú lo tienes, que mándalo con los ministeriales, que no, que le toca a la federal”, total que nadie sabe nada y actúan como la Policía china.
Así que, ahora, un joven del que no se sabe mucho, pero que seguramente tiene una familia que se preocupa por él, está en verdaderos problemas, y quizá también puso en riesgo su educación al acudir a la escuela armado.
No se sabe a ciencia cierta cuál es su situación legal, pero serán las autoridades que, allegadas a todos los elementos, puedan tener un caso sólido y que se tomen en cuenta las atenuantes porque siempre habrá que considerar las razones del actuar de este joven universitario.
Y aunque está muy reciente lo ocurrido en Coahuila, con el niño que llevó un arma a la escuela y mató a su maestra para luego suicidarse, me niego a creer que el joven tuviera la intención de atacar con la pistola a sus compañeros o profesores.
Es claro que nadie puede leer la mente, pero serán los juzgadores con su sabiduría –bueno, la de algunos es bastante cuestionable– quienes tengan el buen tino de conocer a profundidad las razones de este joven para andar armado y que consideren que en sus manos está su destino, ojalá que sean justos.
Y para las autoridades educativas, creo que ya es momento de tomar las riendas del asunto y con huevitos enfrentarse a alumnos y padres de familia; además, poner en marcha medidas contundentes para que luego no tengan que tapar el pozo después del niño ahogado. Ya se vio que las acciones de acompañamiento de plano están rebasadas. Con huevos señores, con huevos.
Y PARA LA DEL ESTRIBO, UNA BUENA
Policías estatales preocupados por mejorar su imagen, de por sí deteriorada, pusieron manos a la obra y llegaron hasta las comunidades más apartadas para tener acercamiento con las localidades indígenas y, en su lengua materna, les dan cursos de prevención del delito.
Estos elementos les hablan en náhuatl para informarles sobre sus derechos y obligaciones. A eso se le llama voluntad de apoyar a las comunidades.
Bertha Alfaro
