¿Con estas mulas hay que arar?
 
Hace (37) meses
 · 
Compartir:

En la mayoría de las ocasiones busco referirme a los problemas del medio ambiente o a los problemas de la educación, sobre todo en estos tiempos de pandemia y confinamiento, me atrae la posibilidad de analizar el presente de la educación y delinear, de manera general, algunas de las posibles acciones a desarrollar en sus campos.

Tocar estos temas, me lleva de manera ineludible a revisar la forma en que se hacen y toman decisiones el ámbito federal, local y, en ocasiones, el municipal. Procuro no alejarme de ellos porque me significan un área de confort, lo que a la larga, tampoco es muy sano.

En ocasiones, muchas, he dicho que no estoy de acuerdo con la forma en que se conducen las decisiones en materia ambiental, que es claro el hecho de que las políticas públicas no cumplen con las exigencias sociales y jurídicas que les dan vida o que de plano se hacen en las rodillas y alejadas de las personas.

Este hecho, de ser verdad, nos lleva a un escenario de simulación, no que las políticas públicas sean inexistentes, sino que estas no se ajustan a la realidad que pretenden impactar durante su aplicación o que su diagnóstico se encuentra incompleto y, en su caso, lleno de imprecisiones.

La simulación es uno de los grandes problemas del país, una carga con la que se ha tenido que lidiar en diversos momentos y en diferentes áreas de la vida nacional. Simular que las cosas se hacen bien y enorgullecerse de lo bien hecho, aun cuando solo se perciba en las palabras.

Pero la simulación tiene altos costos para la nación, sobre todo cuando alcanza espacios que son sensibles y representan un interés general.

Hablar de la simulación, no es hablar de un tema menor, en muchas ocasiones se le ha mencionado de diferentes maneras, abandono, malos resultados, acciones sin sentido, entre otras, pero siempre está relacionada con algo que debió llevarse a cabo y no sucedió.

La peor de las simulaciones es la simulación democrática, cuando se lleva a las personas a esa sensación de libertad, de expresión sin límites en la vida política nacional cuando la vida política nacional, se encuentra sujeta a la voluntad de algunos cuantos.

La simulación es una cultura vieja en México, una cultura que nos ha llevado cada día más cerca de las actividades de engaño y manipulación.

En México se simula que se combate la pobreza y, cuando no se puede demostrar resultado alguno, se recurre a la declaración fácil, repetitiva en la que se endilga al pasado el fracaso del presente.

En el país se simula que se resuelven los problemas ambientales y que estos son una preocupación constante del gobierno federal. Llegamos hasta la declaración de emergencias frente al desastre como una forma de mostrar que se va a actuar y que se hará de inmediato.

No hay tal, las cosas siguen igual, o peor, según se les quiera ver. La anacrónica práctica de “laissez faire” del mismo liberalismo económico que se pretende combatir, extendiéndola, además, a la sociedad en general, bajo la premisa de prohibido prohibir.

Bajo ese esquema, es válido señalar que la declaratoria de emergencia para la región de Tula, por los altos índices de contaminación del agua, del aire y del suelo, se está convirtiendo al pasar del tiempo, en una simulación que pone en riesgo la salud de sus habitantes y el bienestar de los ecosistemas.

Simulada porque, en las últimas semanas, la Comisión Nacional del Agua (Conagua) anunció que está lista para reiniciar las obras de reacondiconamiento del río Tula, reacondicionamiento, no rehabilitación, menos restauración. No rescate ni nada por el estilo, que sería lo más congruente con el anuncio de emergencia sanitaria.

Sin lugar dudas que Tula, será el botón de muestra en Hidalgo, por antonomasia, para el desastre ambiental que se vive en la entidad, pérdida de selva, pérdida de bosques, pérdida de suelos, contaminación de mantos acuíferos, ríos y lagunas, entre otros, que son parte de esa constante e histórica simulación en la acción de gobierno.

“Con estas mulas hay que arar” se suele escuchar cuando las cosas no van bien, cuando los resultados esperados no reflejan las expectativas esperadas por las personas, hecho que refleja la ligereza con la que se toma el acto de gobierno. Pero al final del día, reflejan la mediocridad e incompetencia para enfrentar con certeza los problemas y la pasión del algunos en el arte de simular.

Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
title
Hace 23 minutos
title
Hace 33 minutos
title
Hace 52 minutos
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg
Más popular
Política actual impide el desarrollo: Marivel Solís
Por Gerardo Ávila . 24 de mayo de 2016
Por Gerardo Ávila . 30 de noviembre de 2015
Por Gerardo Ávila . 9 de agosto de 2017
Por Federico Escamilla . 12 de febrero de 2018

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad