Hidalgo tiene una historia migrante amplia, quizás por eso duele más ver lo que pasa con quienes transitan por este país intentando llegar a Estados Unidos a cumplir su sueño americano. Ayer, ya sin sorpresa, vimos imágenes de la forma en que la vida se ha convertido en una moneda muy económica, por no decir poco valorada.
Cuarenta migrantes muertos y un gobierno que ha ignorado esa tradición humanitaria de nuestro país. Imágenes que duelen, pero que además molestan, por más que nos acostumbremos a la barbarie. “No somos perros”, fue el reclamo de inmigrantes tras la tragedia. Criterio en su edición web reproduce las palabras de Abel Maldonado, un venezolano que se dirigía a la “morgue con la esperanza de que su hermano haya salido con vida del incendio un centro de detención de migrantes en Ciudad Juárez”, relata la nota firmada por la agencia AFP. Entre las víctimas hay venezolanos, hondureños y salvadoreños. De pronto, con tal de quedar bien con Estados Unidos, nuestro gobierno olvidó nuestra tradición migrante.
Por años, México reclamó el trato a los nuestros en el país vecino. Hoy, nos hemos convertido el perro que evita que crucen el río. Primero fue el crimen organizado el que tomó el control de las rutas migrantes y mató a miles de personas, un genocidio que no ha sido siquiera tratado como un escándalo internacional como lo merece.
Ahora es el mismo gobierno y las autoridades las encargadas de atemorizar y amedrentar a quienes buscar una mejor vida para ellos y sus familias.
Que no se nos olvide que nuestra patria forma parte de la comunidad migrante. Es momento de que el gobierno federal recapacite y se comprometa a respetar los derechos humanos de aquellos que transitan por el país.
