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Hace (23) meses
Georg Friedrich Händel
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Para Georgina.

1: Ahora entiendo que las peores mujeres son aquellas que saben cuando dejarnos solos, y que el sentimiento solo se pierde si se deja de buscarlo.

Ahora entiendo que el silencio es mejor que aquello que no deseas decir, que quien detiene un corazón empuja el amor a otra puerta abierta, que quien hace de la espera su entretiempo no merece que su historia sea contada.

Ahora puedo ver tan claro la mano negra en una mujer que miente, sé que el brillo de las fotos con mujeres hermosas son solo el extremo de una banalidad opaca, que quien se marcha sin rumbo fijo ha perdido la brújula que alumbraba su camino.

Ahora sé que quien inunda una ciudad teme mojarse con la lluvia, y que los te quieros a corta edad se confunden con gastritis.

El amor como pretexto es un don que te dio como coartada el cielo.

2: Camino por las calles de Puebla, voy sin rumbo, sigo a una ave temblorosa que a veces para en un árbol a descansar de un aleteo constante y certero, camino sin voltear la mirada a lo que un día fue, y aún sin mí, seguirá siendo, el tiempo me ha rebasado, me ha absorbido, son una victima más de la vida cotidiana y aburrida. Nunca he creído mucho en la vida, ahora cada vez un poco menos, camino como si fuera la última vez que pisare las calles, como si nunca más fuera a tomar un trago de tequila, como si el cigarro que prendiste por la mañana se estuviera apagando. Y de repente cierras los ojos, y todo lo que hay son sombras, destellos del hombre que un día fui, peste de acantilados y desagües, caminas y te das cuenta, que la vida te ha hecho jugar un papel en el que solo había dos caminos, y estos solo te conducen a perder. La vida es una pérdida constante, es una derrota que conlleva a más derrotas, te despiertas idiotizado y te das cuenta que el amor nunca fue tuyo, como los poemas que cargaste en el pecho, —que creíste tan tuyos— se te hubiesen gastado por los ojos, como si la emoción por cada amanecer se te hubiese escurrido en cada madrugada. Caminas por la acera, y ni siquiera la chica del deportivo rojo se anima a subirte, tu diabla de la guarda esta lejos, la princesa se encuentra con sus propios problemas, y la poesía de Whitman, Pessoa y Cernuda se la han robado.

Despiertas solo, con ánimos de mandar todo a la mierda, con ánimos de salir de ella y ser tú, me ha rebasado el tiempo, y no sé cuando comience el tiempo de empezar de nuevo… Y es un morir encarcelado, mutilado, que mata y te remata, y las golondrinas errantes y embusteras esconden sus alas, y cansado de caminar esperas, y miras al tiempo, cada vez más lejos, y ahora son las piernas las que no responden, un brazo está partido, una boca está cerrada, ya los ojos hundidos miran a otra parte, ya la vida es muerte y podredumbre, y no te levantas, miras al cronopio detrás de la ventana y sus hilos no te rozan, la humedad te alcanza a destruir los dedos de la mano diestra. Ya no haces intentos, estas muerto, o cuando menos es tu último deseo.

3: Este día, Georg Friedrich Händel fue grande, único porque no hay dos, ni siquiera una sombra en su música. Con Händel comprendí que existe la música clásica, que se puede vivir con ella por el resto de los días, supe al fin a que saben los besos, y las risas, y el alcohol, y el humo, y las cenizas, todo y todos se iban, pero la música quedaba ahí con su largo interminable eco, con su edema de sonidos ceremoniosos y abrazables. Viajo ligero, con un morral bajo el brazo, unas cintas de música clásica y canto a mí mismo, la melodía me acompaña, como me acompañan los mejores recuerdos, y es un canto creativo, que me invita a seguir de frente sin doblar esquinas. Con la música clásica agoté la tinta, agoté el tiempo y la fuente de sentimiento que todo hombre posee, aprendía a callar y a llorar cuando la música vale la pena, aprendía a estar solo y a contemplar la luna después de una tormenta, pude ver más allá de la muerte, sin temerle le hice frente, siempre acompañado de armonías y de cantos imborrables, por medio de la música conocí el amor y la decepción, conocí la amistad y el desconsuelo, con ella encueré a más de una – estoy seguro que sintieron más orgasmos a causa de la música, que por el miembro y las manos de este tremendo escritorcito de barriada– se puede encuerar a una mujer con Händel, con Whitman, con la mirada, pero son pocos los que pueden mantenerla encuerada de por vida; yo lo hice, y no sé si fueron mis palabras, prefiero seguir pensando que fue ella quien decidió quedarse encuerada para siempre, juntito de este cuerpo decadente que la embriaga, la seduce y la marea con poemas malignos y melodías encantadas. La música clásica es, ¿cómo decirlo?, es toda mujer desnuda, tras de toda cama.

4: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: [email protected] twitter: @Vidal_Evans

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