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Hace (10) meses
Ante la violencia criminal: ¿pactar o no pactar con el narco?
Salvador García Soto
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Dice una antigua frase que origen es destino. Y ayer, Andrés Manuel López Obrador, quien llegó a la Presidencia en 2018 prometiendo que pacificaría al país de la violencia a través de una “amnistía” que perdonara a criminales por sus delitos como los asesinatos, torturas, secuestros y desapariciones de cientos de miles de mexicanos a cambio de que “se comporten y hagan caso a sus mamacitas”, volvió a plantear –tras el rotundo fracaso de su estrategia de apoyo a los criminales y sus derechos humanos, conocida como los “abrazos, no balazos”– que si hay una iniciativa para un “pacto de paz” con los cárteles de la droga mexicanos, él la apoyaría sin dudarlo.

“Yo estoy de acuerdo, ojalá y se lograra la paz, eso es lo que deseamos todos, que no haya homicidios, que no haya agresiones porque se afecta a todos… La violencia es irracional y vamos a seguir buscando la paz, conseguir la paz y en eso estamos y si hay una iniciativa de ese tipo, claro que le apoyamos”, dijo el presidente de México ante la propuesta pública que ayer lanzó el Colectivo de Madres Buscadoras 10 de Marzo de Tamaulipas, a través de una carta dirigida a Cárteles de la Droga, a quienes les propusieron un “Pacto Social para Prevenir y Erradicar la Desaparición de Personas en México y Fomentar la Paz”.

“¿Un pacto con los grupos del crimen organizado?”, le preguntaron los reporteros a López Obrador en su conferencia de prensa matutina. Y el mandatario, sin dudarlo, contestó: “Que no actúen con violencia, claro que sí, si ese es el planteamiento, un exhorto a que no actúen de manera violenta, claro”.

Las madres buscadoras tamaulipecas, a través de su vocera, Delia Quiroga, le propusieron a los cárteles de Sinaloa, Jalisco Nueva Generación, del Golfo, del Noroeste, de los Zetas Vieja Escuela, de Los Salazar, de Tijuana, de Ciudad Juárez, de los Beltrán Leyva, y de la Familia Michoacana y/o Caballeros Templarios, suscribir un “pacto social” que implicaría tres compromisos: 1. Respeto a un sepulcro digno para las personas fallecidas, en aras de erradicar la desaparición y la desaparición forzada de personas en los Estados Unidos Mexicanos; 2. Respetar la vida y el libre tránsito de las madres, familiares y colectivos de víctimas durante la búsqueda de sus familiares en cualquier parte del territorio mexicano; y 3. El cese de los conflictos armados, a menos que sea en el ejercicio del uso del derecho constitucional a la legítima defensa.

La propuesta del colectivo tamaulipeco se da en medio de denuncias de las madres buscadoras de todo el país que acusan que, ante la falta de apoyo del gobierno federal y del Estado mexicano y la incapacidad de alcaldes, gobernadores y del propio presidente para protegerlas y apoyarlas en su búsqueda desesperada de sus hijos y familiares, han llegado a entender que es más fácil buscar el apoyo del crimen organizado y pedirles a los mismos cárteles del narcotráfico que secuestran, desaparecen o asesinan a sus hijas e hijos, que las ayuden estableciendo pactos para que, sin dejar de realizar su actividad criminal y el tráfico de drogas, se comprometan a no agredirlas ni asesinarlas en sus búsquedas y pesquisas, a por lo menos sepultar a los jóvenes que secuestren y asesinen y a disminuir sus enfrentamientos violentos por territorio y plazas en la República.

Y aquí es donde viene el problema con una propuesta de paz de las madres buscadoras: si bien en ellas es entendible que, en su desesperación y ante la incapacidad, ineptitud o complicidad del gobierno con el narco, decidan mejor pactar con los criminales que desafiarlos como hasta ahora lo han hecho con sus incansables e incómodas búsquedas, en el caso del presidente López Obrador, de su gobierno y del Estado Mexicano, no hay justificación alguna para que se hable de “pactar”, “negociar” o “aceptar” un acuerdo de paz con grupos criminales que jamás renunciarán a la violencia de las armas de fuego, mientras su actividad, de tráfico de estupefacientes, sea una actividad ilícita, ilegal y perseguida de oficio por las autoridades mexicanas.

Es tan ingenuo y absurdo el planteamiento que ayer hace López Obrador, al hablar de que está dispuesto a negociar la paz con cárteles criminales “que no actúen con violencia”, que no se conoce hasta ahora, ni en la historia reciente, ni en la historia de la civilización humana, a ningún grupo criminal, sobre todo en el negocio sangriento de las drogas, que no utilice la violencia como su estrategia de operación, protección y expansión de sus negocios ilícitos.

Ni la mafia italiana en sus distintas expresiones; ni los mafiosos de Chicago y Nueva York en los Estados Unidos, ni los cárteles colombianos de la droga de los años 80, renunciaron nunca a la violencia para imponer su ley por sobre el Estado e intimidar a los ciudadanos. Los “narcos buenos” y humanizados solo existen en la mente del presidente de México y en las series de Netflix y de Epigmenio Ibarra. Los narcos reales que amenazan, asesinan, torturan y secuestran no solo a sus rivales, sino a ciudadanos inocentes a los que incluso obligan a convertirse en desplazados y abandonar sus tierras, sus casas y su origen, son los que conocen los mexicanos en Zacatecas, Jalisco, Tamaulipas, Guerrero, Sonora, Sinaloa, Michoacán, Chihuahua, San Luis Potosí, Chiapas, Guanajuato, Colima, Nayarit, Baja California, Quintana Roo, Veracruz, Durango y el resto de la República Mexicana.

No hay ninguna experiencia internacional, de los países y democracias que lograron enfrentar, controlar y someter a las mafias criminales en Europa, Estados Unidos o América Latina, que se haya basado en un “pacto social para la paz” entre los criminales y el Estado mexicano. Todos los casos exitosos que se conocen hasta ahora en el mundo, donde se logró acabar con la violencia criminal, los asesinatos, desapariciones y hasta atentados terroristas, tienen que ver con estrategias de fortalecimiento del Estado para combatir, primero con la fuerza de las armas y, solo adicionalmente con programas de bienestar social, educación, civilidad y cultura, la penetración social, el dominio territorial y la supremacía del crimen sobre las autoridades públicas.

Si las propuestas de “pactar la paz” con los criminales funcionaran, México no tendría hoy, en el gobierno de López Obrador, el récord histórico de violencia, con más de 156 mil 136 asesinatos violentos en los 4 años y 6 meses que están a punto de cumplirse en este sexenio. Porque, oficialmente, con los datos del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la actual administración se convertirá en la más violenta de la historia de México al rebasar con creces los homicidios dolosos registrados en los gobiernos de sus antecesores Vicente Fox (60,820), Felipe Calderón (120, 463) y Enrique Peña Nieto (156, 066), cuando le falta aún un año y medio para concluir al gobierno lopezobradorista.

Así que, ante el fracaso rotundo de la estrategia de seguridad, visto a partir de las propias cifras oficiales, el presidente recurre a lo mismo que prometió al inicio de su sexenio. Entonces lo llamó “amnistía” y ahora “pacto de paz” con el crimen organizado, cuando claramente ese acuerdo de impunidad para los criminales ya fue aplicado en lo que va de su gobierno y sus resultados hoy son desastrosos para los mexicanos. Si López Obrador hoy nos vuelve a decir que está a favor de un “plan de paz” que signifique negociar con los violentos narcos, los mismos que hasta ahora ha tolerado, defendido y hasta justificado en su actividad criminal, que nos diga entonces que fue lo que ha hecho en estos casi cinco años de gobierno.

Al final, la mejor prueba de que AMLO nunca quiso combatir al narcotráfico y que incumplió su principal obligación como autoridad, de utilizar la fuerza del Estado para enfrentar a los criminales y dar seguridad a los mexicanos, escudado en el discurso falaz de “combatir las causas de la violencia y no apagar el fuego con el fuego”, la dio el mismo presidente en dos declaraciones que realizó en los últimos días: la primera es la que ayer dijo “empíricamente” de que según él “ya no mueren tantos jóvenes” por la violencia del narcotráfico, aunque nunca mostró datos fehacientes para sostener su afirmación. Y la segunda, la dijo el lunes, cuando el presidente mexicano se congratuló, y casi les agradeció a los narcos que, en sus retenes ilegales por todo el territorio, en los que paran y asesinan, secuestran o desaparecen a muchos mexicanos, “a los siervos de la nación (los que promueven sus programas sociales y los votos a favor de Morena) siempre los respetan y los dejan pasar”. No se puede entonces pactar cuando ya hay un pacto, no oficial y no reconocido, pero al fin pacto de impunidad, para los narcotraficantes.

Serpiente Doble mandaron los dados. Caída al precipicio.

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