A criterio deColumnasEduardo Ruiz-Healy

México debería ser importante en la red de suministros de chips

Hace unas semanas, la prestigiada revista estadunidense Foreign Affairs publicó un artículo titulado “Mexico’s microchip advantage – The right way to shift the semiconductor supply chain away from China (La ventaja de los microchips en México: la forma correcta de alejar de China la cadena de suministro de semiconductores)”. En él, sus autores, Chris Miller, profesor asociado en la Escuela Fletcher de la Universidad de Tufts, y David Talbot, director asociado de Política Económica en el Instituto Milken, argumentan que EE. UU. debe mirar hacia México para fortalecer sus cadenas de suministros de microprocesadores o chips.

Miller y Talbot escriben que la aprobación de la Ley de Chips y Ciencia por el Congreso de EE.UU., hace un año, resalta la importancia de reconfigurar las cadenas de suministro de electrónica, principalmente centradas en China. Los créditos de la Ley Chips han incentivado la manufactura doméstica, pero las tensiones EE. UU.-China obligan a muchas empresas tecnológicas a buscar alternativas de producción. Estas empresas miran hacia países de Asia, como Vietnam e India, dejando a México, socio comercial clave de EE. UU., en segundo plano. América Latina, especialmente México, podría ser una alternativa frente a los riesgos que presenta el suministro asiático.

Los autores aseguran que México, con experiencia en fabricación avanzada, ofrece ventajas: lazos sólidos con EE. UU., una fuerza laboral rentable y un acuerdo comercial resiliente. Además, su proximidad geográfica reduce las complicaciones logísticas. No obstante, México no es un jugador principal en la manufactura de alta tecnología como sí lo es Asia. La oportunidad perdida es evidente al considerar los desafíos de depender demasiado de un continente distante, haciendo que México sea una opción estratégica para estabilizar la cadena de suministro.

Sin embargo, a pesar de esas ventajas, México carece de una red fuerte de empresas de alta tecnología como la que hay en Asia. El dominio asiático en la industria es claro: controla el 81 por ciento de la fabricación de semiconductores, mientras que EE. UU, solo el 3 por ciento y nuestro país mucho menos que eso. Los componentes de dispositivos como smartphones se fabrican en Asia, y esa dependencia persiste pese a las tensiones con China.

Para EE. UU., ampliar la producción de chips en estados como Arizona y Texas para después enviarlos a Asia para empaquetado y ensamblaje es ineficiente. México puede ser una opción viable y gigantes como HP ya lo ven como un lugar para realizar sus operaciones de ensamblaje. Sin embargo, una infraestructura insuficiente, la falta de una red de productores como en Asia y preocupaciones sobre la falta de seguridad le restan potencial.

México necesita una estrategia fuerte para atraer instalaciones y producción, con apoyo de EE. UU., y es vital una colaboración más estrecha entre ambos países y ofrecer incentivos para atraer a la industria tecnológica.

Los autores concluyen que depender demasiado de China presenta riesgos a las empresas estadunidenses y que México, con proximidad y lazos con EE. UU., podría ser clave en la reconfiguración del suministro tecnológico. Sin embargo, esto requerirá planificación y una colaboración eficaz entre ambos países.

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