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Hace (23) meses
Exilio social
Marco Moreno
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Se acercó a mí y me preguntó – ¿Por qué te atreves a hablar de exilio social? ¿Cómo un presidente y un partido pueden socialmente exiliar a una persona? Me parece, -contesté – que cuando se toma en manos propias la justicia y sin más que el juicio personal, se asegura que alguien es culpable de algo y azuza un linchamiento social, está promoviendo el exilio social.

Lo hemos visto en los pueblos, ahora lo vemos en el discurso del presidente.

Pero también estoy seguro, continué – que el juzgar de manera anticipada, sin mediar el poder judicial, ni esperar siquiera a presentar una demanda, es la peor manera de dividir a un país y tirarlo por la borda.

Es dejar de gobernar y dejar de legislar, para iniciar el proceso de destrucción de la patria, la misma que dicen defender.

Es tiempo, dijo el presidente, que a las cosas se les llame por su nombre. Es tiempo de que discutamos el rumbo del país. De que decidamos si sucumbimos en medio de la polarización política, los ataques cotidianos del crimen organizado, la desaparición forzosa de mujeres, de hombres, de adolescentes. Es tiempo de que vayamos más allá y construyamos una agenda que esté fuera de las manos del presidente.

El presidente es ejecutivo, es responsable de conducir el destino del país, de hacer las cosas que el artículo 89 constitucional le faculta, y en este, en ningún momento se encuentra el señalar de manera contundente como traidores a la patria a los que no están de acuerdo con su propuesta de reforma.

Hacerlo, a pesar de que diga que es su deber, contraviene la misma constitución con la que pretende enjuiciar a sus adversarios.

Silvia Dutrénit, Eugenia Allier y Enrique Coraza de los Santos en su estudio, El Uruguay del exilio: gente, circunstancias, escenarios aseguran “la expulsión que representa el exilio es una parte de la destrucción del tejido social. Es un componente de un pasado ausente que de manera tardía se fue haciendo presente en el espacio público”.

El exilio, se construye también desde el discurso, “el exilio es duro en el momento en que se siente la soledad. Una soledad más ligada a la memoria de lo esencial que cada cual arrastra que a los recuerdos ordinarios” comenta Edouard J. Maunick, poeta de Mauricio, El Correo de la Unesco, 1994-3.

El presidente y su partido, buscan construir un rechazo social con base en el odio. Si se da desde esa perspectiva, es claro que los argumentos para sostener la Cuarta Transformación de la Vida Pública se han desmoronado y dejó de ser un movimiento pacífico.

Sabes, volví el rostro y lo miré fijamente, han colocado un paredón de fusilamiento pacífico. Es tautológico. Un paredón jamás podrá ser pacífico, un paredón representa la guerra, la aniquilación del contrario. Un paredón, absurda manera de hacer la paz.

Sí, – me contestó- pero no tienes una prueba de que alguien promueva un exilio social, vaya – contesté- hay una declaración de Ignacio Mier quien consideró que a los “traidores” se les debe “fusilar” de manera pacífica.

De hecho, dijo Mier, “el peor precio es el repudio del pueblo de México, ¿con qué cara se van a presentar en sus estados? ¿Con qué cara van a ir a tocar puertas? Por eso celebro que se haya puesto este paredón, para que el pueblo, con sus plumas y con sus lápices, los fusile de manera pacífica”.

Y eso es exilio social, buscar construir un juicio en el que solo la voz del presidente, sus legisladores y su partido es verdad, irrefutable e indiscutible. Eso en cualquier lugar se llama autoritarismo.

A pesar de que el coordinador del partido en el senado ha llamado a detener la violencia social contra los opositores, el presidente y sus diputados mantienen un constante asedio contra aquellos que se atrevieron a pensar diferente.

Ahora mismo han declarado que llevarán a cabo una consulta para ver si es el pueblo el que decide si se denuncia o no la traición a la patria, que inadmisible, si es traición a la patria se denuncia, no se consulta.

Han encontrado en el rechazo a la reforma constitucional, el mecanismo ideal para recuperar la agenda discursiva basada en la polarización, y con ello, para su desgracia, la debilitación real del país frente al crimen organizado y frente a los deseos de Trump de promover una invasión a nuestro suelo.

Necesitamos pensar cuál es el destino del país, pero pensarlo de manera real, sin miedo, sin escuchar las diatribas y las amenazas. Necesitamos recuperar nuestra nación. Transformarla, pero en serio y lejos de quienes dividen y destruyen.

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