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Hace (33) meses
Los pecados de Gabriel García
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El ahora excoordinador de los Programas para el Desarrollo y jefe de los superdelegados, Gabriel García Hernández, soñaba con ser uno de los presidenciables. Hasta apenas hace unos días decía a sus cercanos y amistades que Andrés Manuel López Obrador no sólo lo tenía considerado como uno de sus colaboradores de mayor confianza, sino que se encontraba apuntado en la lista de posibles elegidos, al lado de Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard. La realidad lo alcanzó muy pronto.

Ayer por la tarde se confirmó que el otrora poderoso distribuidor de los recursos de la 4T regresará a su escaño en el Senado, por lo que está fuera del mapa político; precisamente porque usó su posición para favorecer intereses personales y de grupo, sin acatar las indicaciones que recibió en Palacio Nacional para operar electoralmente en favor de los candidatos de Morena.

En su defensa podría decirse que los también llamados Siervos de la Nación sí eran los favoritos en un principio para pelear por las gubernaturas. La intención era utilizar sus posiciones, en las que abunda el reparto de recursos a los grupos vulnerables de la población, como plataforma para fortalecer su proyecto político.

En ese escenario, el cálculo para Gabriel García era llegar a 2024 como jefe moral de por lo menos 15 gobernadores, lo que le habría ayudado sin duda a buscar una candidatura presidencial y probablemente a ganar la contienda.

Pero las múltiples negociaciones que requiere un gobierno en curso terminaron por cambiar el panorama, y muchos superdelegados tuvieron que quedarse en el camino con su correspondiente cuota de rencor. El caso más emblemático es el de Pablo Amílcar Sandoval, el hermano de la depuesta secretaría de la Función Pública, Irma Eréndira Sandoval, quien con su familia fue factor importante para que Félix Salgado Macedonio no llegara a gobernar directamente Guerrero.

En Palacio Nacional se considera que la campaña negra que la familia Sandoval emprendió contra Félix Salgado Macedonio fue tan explosiva que alcanzó a golpear a Claudia Sheinbaum en su operación en CDMX, y se considera que esa es una de las razones que terminó por detonar un enfrentamiento abierto entre la figura presidencial y las clases medias.

Como Amílcar Sandoval, soñaron con participar en la elección intermedia los 15 superdelegados de las entidades que estuvieron en disputa. Algunos no tenían posibilidad alguna de competir, pues representaban a entidades como Sonora o Zacatecas, donde algunos secretarios de Estado o caciques regionales, como Alfonso Durazo y David Monreal, ya tenían la candidatura amarrada; sin embargo, en 10 entidades Gabriel Hernández empujó y cabildeó todo lo que pudo para colocar a sus muchachos.

De los 10 superdelegados que quisieron ser candidatos, solo cuatro lo lograron y tres llegarán a gobernar: Víctor Manuel Castro en Baja California Sur, Indira Vizcaino en Colima y Lorena Cuéllar en Tlaxcala. El único que se quedó en el camino fue Juan Carlos Loera de Chihuahua, quien perdió la elección contra la panista Maru Campos.

La cosecha fue entonces pobre para los objetivos presidenciables de Gabriel García y, en general, no fue suficiente para las metas electorales de Andrés Manuel López Obrador, que habría invertido 300 mil millones de pesos cada año para mantener una operación electoral perfecta y que se quedó en un nivel de aceptable.

Tampoco tuvo éxito García Hernández en hacerse del control de la operación total de otros organismos y dependencias dispersoras de recursos sociales, tales como el Banco del Bienestar y Seguridad Alimentaria Mexicana, posiciones en las que intentó hacer un relevo con gente de su entera confianza.

Mario Maldonado

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