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Hace (10) meses
La simulación sucesora
Marco Moreno
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Sin lugar a duda que la sucesión presidencial está en pleno apogeo y las actividades políticas se desarrollan sin mayor problema en el país. Algunos dirían que las campañas anticipadas están caminando, pero otros dirían que los aspirantes presidenciales de Morena no violan la ley, por eso no están en campaña.

Eso es lo de menos. La pregunta es ¿de cuánta valía son los que aspiran a la presidencia de la República? ¿Qué les ofrecen a los ciudadanos? Si, ya sé, el coro de los que verdaderamente saben dirá que profundizar la lucha contra la corrupción, evitar que se robe al pueblo, mejorar la democracia mexicana.

¿Eso es lo que el pueblo merece que se le ofrezca? ¿Y el desarrollo social? ¿El combate a la pobreza? ¿El desarrollo científico y tecnológico? ¿Los derechos humanos? ¿El ambiente libre de contaminación y/o devastación? ¿La transparencia?

La única manera que la actual administración pase a la historia, al menos por el momento, como la salvadora de México, la promotora de la libertad, es que gane la elección presidencial y legislativa de 2024.

“Ya no hay tapados, yo soy el destapador y mi corcholata favorita va a ser la del pueblo”, dijo el presidente al hacer referencia a la necesidad de darle continuidad al proyecto que encabeza. Su afirmación, dijo, está basada en la búsqueda de perfeccionar la democracia y garantizar la permanencia de su proyecto.

Asegura que ya no hay tapados, pero se reconoce como el destapador y a los aspirantes como las corcholatas, ¿qué no para ser destapador debe haber algo tapado?

Los aspirantes a la presidencia de la República se han mantenido en un juego de palabras que sabe a escaramuza, a confrontación locuaz, a estira y afloja de las cuerdas que los sostienen. A señalamientos que más que incomodar al otro deben ser celebrados por el que manda.

El juego es entre ellos; no avanzan, no señalan de manera directa a los opositores y si lo hacen es exactamente en los mismos términos que lo hace el presidente.

¿Hasta dónde llegará el o la siguiente presidente de la República? ¿Perseguirá la corrupción del pasado, entendiendo la corrupción del pasado, la de los llamados gobiernos neoliberales? ¿Investigará los desfalcos de que se señalan en Segalmex? ¿Los del Insabi? ¿Irá más allá y transparentará los hechos que se consideran oscuros en la actual administración?

Son preguntas que necesariamente surgen en medio de las constantes denuncias de corrupción en la que se ha visto señalada la administración federal. Son preguntas que necesariamente deberán contar con el silencio de una nueva administración o con las acciones que le permitan esclarecerlas y negarlas o castigarlas por completo.

La invitación del presidente es a ganar la presidencia y el Congreso de la Unión y los ayuntamientos que se vayan a elegir en 2024. ¿Y la democracia que dice existe? ¿La de un solo partido? ¿No es acaso lo que se venía combatiendo desde hace décadas?

Los escarceos entre los aspirantes presidenciales de Morena tienen el dulce aroma de la simulación, de la confrontación construida a golpe mercadológico para delinear una contienda democrática donde no existe y para, en medio de una supuesta discusión de valores y esperanzas, invisibilizar a la oposición.

El día que uno, uno solo, de los aspirantes morenistas se atreva a decir que todos los señalamientos sobre corrupción en las filas de la transformación serán investigados, para continuar en la ruta trazada por el presidente, ese día será llamado traidor, aspiracionista, corrupto, representante del pasado.

Y se rematará con el estribillo de “no somos iguales” y, toda vez que no son iguales, no hay, no habrá un acto de corrupción que perseguir.

Para fortuna de ellos, la oposición sigue sin encontrar el sendero de la acción política real y acertada; desorientada, marcha dando tumbos aquí y allá y si gana Coahuila y el Estado de México será por la gente y los errores de Morena y sus aliados, pero no por su contundencia en la construcción de una narrativa real y capaz de convencer a la gente.

El presidente destapador sigue estirando los tiempos, sigue construyendo diálogos de confrontación entre los miembros de su partido y sigue llamando a una unidad que, en medio de los juegos presidenciales, empieza a mostrar pequeñas fisuras que amenazan la estabilidad y continuidad de su proyecto personal.

Al final, el destapado que camina será mostrado a la gente con esa irónica percepción de que estuvimos en el juego histórico de los tapados, y, aun así, muchos dirán sabía que se elegiría a tal o cual corcholata.

Corcholata, parafraseando la definición del artilugio, diremos: “Político sumiso y sonriente con el que se cierran de manera hermética algunos ciclos políticos que contienen malos momentos y que se coloca a presión en el lugar de origen de los presidenciables”. Ni más ni menos.

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