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Hace (47) meses
La región de Tula, una vez más
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Corría el año de 1999 cuando la Sociedad Ecologista colocó los tres primeros asuntos ambientales en la mesa pública, asuntos que por su complejidad y extensión representan uno de los grandes retos del gobierno y demostraban, en aquel tiempo, que la acción del gobierno en materia ambiental estaba aún muy lejos de las necesidades de la entidad. En parte, sigue siendo igual con el paso del tiempo.

La Laguna de Tecocomulco, misma que estaba siendo sometida a presiones ambientales increíbles, desecado, descarga de residuos agroganaderos, entre otros; la selva baja y media del estado de Hidalgo, la que en esos momentos se había destruido en más de 78 por ciento de su extensión, afectando gravemente la región de la huasteca, la que se extiende entre más de tres estados del país, y finalmente la región de Tula, con sus contaminantes en el aire, en el suelo en el agua.

La región de Tula, con sus enfermedades asociadas a la contaminación de la presa Endhó, de la refinería Miguel Hidalgo o de la termoeléctrica. La región de Tula y los daños ambientales que impedirían la instalación de nuevas empresas en la zona. La misma que se ha declarado de manera puntual como inhabitable por las condiciones de contaminación y devastación en las que se encuentra.

Es claro que hay cosas que no cambian, al menos eso es lo que vemos en estos días de cuarentena, discursos, anuncios y peticiones. Algo así como, mira, el mundo se ha parado menos nosotros; es de considerar como construyen visión de gobierno algunos. Como no se dan cuenta de lo que sucede a su alrededor y siguen con esa manera de hacer las cosas tan llenas de pasado.

La misma región en la que un grupo de senadores de la República hoy piden detener la contaminación que genera la termoeléctrica de la Comisión Federal de Electricidad, la misma que durante décadas ha estado descargando residuos de manera irresponsable.

La termoeléctrica que hace apenas algunos años obligamos a detener su cuarto generador porque se demostró de manera fehaciente que en él se estaba generando lluvia ácida, misma que ponía en riesgo el patrimonio natural y cultural de la región.

No es mi interés restar importancia al tema. Es un desastre histórico, sí representa un enorme daño a la salud de las personas, atenderlo es una demanda no solo de la gente de la región, es una deuda del Estado mexicano con las y los ciudadanos.

Sin embargo, esta región de tiempo en tiempo ha sido utilizada como botín político por uno y por otros. Los llamados, más que compromiso con la salud de la gente y el equilibrio ambiental, son argumentos para fustigar y obtener pírricas ganancias políticas rumbo a los procesos electorales.

Lo grave es que un grupo de senadores, constituidos en gavilla, demandan la publicación de la declaratoria de emergencia ambiental de la zona y lo hacen dirigiéndolo a los gobiernos locales y municipales, a la Comisión Federal de Electricidad y a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales, pero no al presidente de la República, responsable de la publicación de la declaratoria.

Lo más grave, que, en ese grupo, se encuentran algunos que por su pasado histórico se encontraron en espacios de toma de decisiones y desperdiciaron el momento para impulsar o tomar estas en favor de la región, o de plano se encaramaron en sueños guajiros y endeudaron al estado en ridículas compras de terrenos para proyectos insostenibles e irrealizables.

Sí, es increíble la forma en que los tiempos cambian y las posturas en torno a algunos hechos también. Su visión sobre la región que gobernaron o representaron en el Poder Legislativo en algún momento de su triste vida política.

La región de Tula demanda mucho más que un miserable punto de acuerdo en el que laven sus culpas senadores. Necesita acciones que legitimen la lucha de cientos, de miles de ciudadanos de la zona que han demandado mejores condiciones de cada para ellos y para sus familias.

La región de Tula merece mucho más que el vergonzante celo político de oportunistas senadores curuleros que la utilizan como punto de apoyo para sus aspiraciones políticas o las de los partidos que representan.

Esta zona de la entidad no puede seguir siendo juguete de una punta de políticos que pretende descaradamente obtener puntos a su favor. Sus llamados tienen el tufo pestilente de la demagogia y el oportunismo, más pestilente que las aguas residuales que se descargan en la presa Endhó.

Pero si no bastara con el oportunismo ambiental de los senadores de la República, se anuncian inversiones en una zona que por sus condiciones debería estar trabajando en su saneamiento y en su reordenación industrial.

La historia sigue siendo esa, cambiar puestos de trabajo por impacto ambiental, justificar en nombre de un progreso que no vive la gente, la llegada de nuevas inversiones.

¿Esa es la historia de nuestra vida? ¿Qué sigue en la zona? ¿Qué haremos para cambiar el destino de la zona? Mientras que los unos se rasgan las vestiduras y reclaman la declaratoria de desastre ambiental, los otros anuncian con bombo y platillo la plegad ad e nuevas empresas adonde deberían de llega acciones reales para transformar las condiciones de devastación y contaminación.

Mal y de malas, el futuro de la región de Tula se vuelve incierto. Lleno de oportunismo político y pleito entre poderes de la nación. De incapacidad para gobernar ambientalmente una de las regiones más dañadas del país. Otra vez, la región de Tula pone de manifiesto lo más vil que pude ser uno de los poderes de la nación en su afán de posicionarse políticamente y lo incapaz que pude ser un gobierno para comprender la realidad que se comprometió a gobernar y transformar.

Marco Moreno

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