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Hace (15) meses
La presidenta de la Suprema Corte de Justicia y su estirpe hidalguense
Trece años de labor periodística de Criterio
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El pasado lunes 2 de enero, los ministros integrantes de la Suprema Corte de Justicia de la Nación eligieron como su presidenta la primera en los casi 200 años de existencia del supremo tribunal mexicano, a la Ministra Norma Lucía Piña Hernández, hecho que fue también trascendental para Hidalgo, en razón de los fuertes lazos que unen a esta excepcional mujer con las tierras hidalguenses, pues es hija de unos de los más preclaros los hombres en la historia de esta entidad, el licenciado Isaac Piña Pérez.

Maestro, abogado, poeta e historiador, Isaac Piña nació el 4 de noviembre de 1922 en Atotonilco el Grande, aunque pronto se avecindó en Metztitlán, la tierra de sus mayores: el profesor Malaquías Piña Jusué y la señora Lucía Pérez Solares. Tras estudiar y ejercer la carrera magisterial, se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde obtuvo el título de abogado, que le permitió desempeñarse como juez de primera instancia y después como Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, ambas responsabilidades en el estado de Guerrero, de donde regresó a su estado natal  Hidalgo, al ser nombrado subprocurador de Justicia y más tarde, fue electo allí mismo, como diputado local, en representación de su siempre bien recordado Metztitlán.

Poco antes a mediados de la década de los años cincuenta contrajo matrimonio en la Ciudad de México, con la maestra Marta Yolanda Hernández, y radicó algunos años en la capital de la República, sitio donde nacieron sus tres hijas: Yolanda, Norma Lucía y Gabriela Piña Hernández, con quienes llegó a Pachuca en 1963, al ser designado subprocurador en Hidalgo. Norma Lucía, la hoy presidenta de la Suprema Corte, recuerda con cariño la pequeña casa que habitó la familia en la colonia Periodistas y su paso por la escuela Ignacio Zaragoza, que entonces gozaba de gran prestigio en Pachuca.

Aunque entre sus recuerdos se encuentran también los de aquella fatídica mañana del jueves 29 de abril de 1969, cuando fueron llamadas a la dirección del plantel, para comunicarles con todo tacto la muerte de su señor padre, que esa mañana, no pudo sentarse a la mesa con sus hijas durante el cotidiano desayuno, por tener un compromiso con el gobernador del estado. Tres horas más tarde sobre las 9 de la mañana, el helicóptero en el que volaba a efecto de realizar una inspección ocular a los aserraderos clandestinos de Zacualtipán, se precipitó sobre el centro de la ciudad de Pachuca, quien perdió la vida junto con el teniente coronel Carlos Castelán Canales director de Seguridad en el estado y del piloto de la nave, ya que el otro tripulante, el licenciado Antonio García Torres, agente del Ministerio Público Federal en la entidad resultó milagrosamente ileso.

El hecho marcó la vida de la familia, especialmente la de Norma Leticia, la segunda hija del matrimonio, que con escasos 9 años de vida, enfrentó la muerte de aquel hombre extraordinario, cuya influencia confiesa fue determinante y le marcó para toda la vida, pues llegado el momento de elegir profesión, se inclinó primero por su vocación magisterial y tiempo después afloró su gran inclinación por el derecho, tal vez por ello fue bautizada como norma, que alude a la figura más importante del derecho adjetivo.

En este contexto, la hoy presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación estudió y ejerció como su padre, su madre y su abuelo la carrera magisterial y al igual que su progenitor, se matriculó posteriormente en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó como licenciada en Derecho y años más tarde obtuvo en esa misma casa de estudios, el doctorado. 

Ciertamente la vida de la familia transcurrió desde entonces en la Ciudad de México, pero sin alejarse del todo de la patria chica de su padre, a la que aprendieron a querer a través de los escritos que el maestro Piña dejó a la posteridad, por ello Ministra Piña Hernández explica en el emotivo prologo, escribió al publicarse una serie de trabajos escogidos de su padre por el Tribunal Superior de Justicia del Estado de Hidalgo en abril de 2016, recuerda:

“La sangre hidalguense recorre orgullosamente mis venas y el apellido Piña Hernández me obliga a estar a la altura no sólo de mis padres, sino de mis abuelos, y a transmitir la herencia que ellos me legaron: poder ver directamente a los ojos con la seguridad de aquellas personas que se saben pertenecientes a una estirpe honesta y de convicciones firmes en toda la dimensión de su destino”.

Palabras que patentizan el gran cariño que la hoy presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación guarda para la entidad hidalguense, donde reposan los restos de toda la estirpe paterna Los Piña Jusué y donde se mantiene un enorme respeto a su familia materna, pero sobre todo a la profesora Martha Hernández su madre la mujer que ejerciendo su profesión magisterial supo impulsar la vida de sus tres hijas y desde luego la de doña Norma Lucía, mujer que tras más de tres décadas de servicio en el Poder Judicial Federal. llega a la más alta responsabilidad en el mismo, merced al esfuerzo familiar, pero sobre todo al suyo, ejemplo que insta a ser ejemplo.

 

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