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Hace (46) meses
La errática transformación
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Las épocas de crisis son tiempos de sospecha. Los enfrentamientos se hacen más beligerantes. El consenso se rompe y los vínculos de la confianza se debilitan. Esto lo debiera saber cualquier estudioso de la historia, la vida en alerta es uno de los grandes motores de la evolución humana.

Desde hace más de medio siglo existe una sugerente figura literaria para describir la astucia conservadora ante el cambio. Lampedusa. Un cambio lampedusiano es aquel que describe un círculo y vuelve a colocar las cosas en su punto de partida, al menos, en apariencia. Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de la novela Il Gattopardo escribió que “si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”.

Hoy que México está en tiempos de crisis, sanitaria, económica y de seguridad, se sospecha del cacareado cambio. Desde el púlpito mañanero se pavimenta la vía para que se agranden los recelos y se agrieten los sentimientos. La violencia verbal de las descalificaciones presidenciales hacia todo y todos que no comulguen con esa visión absoluta dibuja un cuadro inestable apuntalado además, por el contexto de un peligroso virus que lejos está de haberse “domado”. Las contradicciones en modelos y la falta de pruebas a la población mantiene ciego al gobierno que ya presume protocolos para el regreso a la “nueva normalidad” confirmando no solo desarticulación para su implementación sino el reflejo de un manejo errático de la pandemia.

Y esto no sólo en el rubro salud; también hay un manejo errático de la estrategia de seguridad. La súbita publicación en el DOF del decreto que ordena a nuestras Fuerzas Armadas a realizar tareas de seguridad pública es la confirmación del fracaso del esquema de la Guardia Nacional. Esta decisión de López Obrador borró de un plumazo sus promesas de campaña y su larga narrativa sobre la guerra contra el crimen organizado, y el rol del Ejército, pilar sobre el cual se ha cansado de denostar a administraciones anteriores.

El tema implicará hechos que tendrán consecuencias para el instituto armado y la población en general. El fenómeno concomitante de la policialización militar y la militarización policial es una distorsión de la naturaleza institucional respectiva y está asociado a la debilidad del Estado en rubros de justicia, impunidad y Estado de derecho. Los abrazos de la 4T no alcanzaron para encumbrar el éxito de la risible estrategia sino para disparar la violencia y el fortalecimiento de estructuras criminales que además, en plena pandemia, realizan labores sociales para ayudar a la población suplantando al Estado, no solo en ese campo, sino como
se ha visto, en el uso legítimo de la fuerza.

El país post-Covid19 será un riesgo latente para la radicalización de posturas. Más allá del debate y la peligrosa simulación que hoy ocurre entre funcionarios civiles y militares a raíz del decreto, lo cierto es que el escenario de nuestras fuerzas armadas en labores policiacas es muy parecido al de años anteriores, con la salvedad de que en la 4T hay descoordinación, desorden, disfuncionalidad, confusión, contradicción y un sostenido desastre en la operación de cualquier política pública.

Y habrá culpables de este fracaso integral de modelo que no ha arrojado resultados. La terquedad presidencial de desgastar a los militares está llegando a un punto de inflexión en un contexto de alta volatilidad social, económica y sanitaria.

¿Qué puede salir mal?

Marcela Gómez Zalce

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