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Hace (15) meses
Jugar con 12
Juan Villoro
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Después de alzar la copa en Qatar, la selección argentina fue recibida en Buenos Aires por más de cinco millones de personas, récord para un país que no agotó su sed de multitudes con Perón. El 24 de diciembre, la televisión retrasmitió el partido con cálculo cronométrico: Messi levantó el trofeo justo a las doce de la noche y Argentina rindió culto a su profeta.

El 10 cuenta con un aliado cuyo nombre de pila contribuye al mito: Ángel di María. Él anotó en Maracaná el gol que significó la Copa América en 2021. Esa noche, el presidente de Rosario Central decidió encender el edificio del club para recordar que el Fideo se inició ahí. Cuando llegó a la sede del equipo, la calle ya estaba cubierta de veladoras, como en una escena de Santa Evita.

¿Hay manera de explicar lo que el futbol significa en Argentina? Por suerte, no hay manera. 

Las limitadas ciencias racionales no pueden explicar la magia ni la religión. Pasemos mejor a las historias. La felicidad de 2022 se preparó con décadas de dolor. En la correspondencia que sostuve en El País durante el Mundial con Martín Caparrós, él comentó que las glorias argentinas deben venir precedidas del sufrimiento. 

El poeta César Vallejo, que padeció todas las tristezas que caben en una biografía, escribió: “Un médico afirma que para fruncir el entrecejo, se necesita poner en juego sesenta y cuatro músculos, mientras que para reír son suficientes trece músculos. El dolor es, por consiguiente, más deportivo que la alegría”. Ciertos países tienen un superior sentido de la tragedia, lo cual significa que los goles argentinos se condimentan con más calvarios.

Las metas valen por la expectativa que se deposita en ellas. Durante largos años, Messi había sido el mejor del mundo sin coronarse con su selección; además, Argentina había llegado a las finales de 1990 y 2014 para morir ante Alemania. Con exacta dramaturgia, el partido contra Francia condensó estas frustraciones. La albiceleste ganaba con comodidad 2 a 0, pero la calma no es argentina. Para merecer el triunfo, había que pasar por el empate de Francia, un segundo empate a 3, la salvada milagrosa del arquero Dibu Martínez en el último suspiro y la tanda de penales.

Las acciones en la cancha permiten que el estadio se llene, pero sólo importan porque el estadio se llena. Sin testigos no hay hazañas. 

En 1925 el Boca Juniors zarpó rumbo a su primera gira europea. En aquel tiempo, los hacendados llevaban a bordo su propia vaca para garantizar el café con leche. Muy distinta era la situación de Victoriano Caffarena, que vendió un campo de su familia para acompañar a sus ídolos. En Europa, Boca ganó 15 partidos, empató uno y perdió 3. El éxito fue acompañado de los entusiastas alaridos de Caffarena, a quien le confiaron tareas de utilero y que recibió el mote de “Jugador Número 12”.

Ese mismo año, Pablo Rojas Paz colaboraba con Jorge Luis Borges y Ricardo Güiraldes en la revista Proa, núcleo de la vanguardia literaria argentina. El repudio de los escritores por el futbol era conocido y Rojas Paz se convirtió en una excepción. Natalio Botana, dueño del periódico Crítica, le confió la tarea de “embellecer el fútbol”. Con el seudónimo de El Negro de la Tribuna, Rojas Paz escribió crónicas en las que evitó la parda objetividad y permitió que su prosa “hirviera como la leche”. El 25 de mayo de 1940 publicó el artículo “Boca tiene doce jugadores”. El apodo de Caffarena se convirtió así en el de la hinchada entera. En 1925, diez mil aficionados habían ido al puerto a despedir al equipo que iba a Europa; esa gente era tan devota como el hombre que cambió su patrimonio por el privilegio de lustrar los botines de los héroes. 

Desde Esquilo, las tragedias importan por el coro. Cuando el público se entrega contribuye al resultado, y ninguno ha concebido tantas cábalas ni tantos cantos como el argentino.

La multitud que aclamó a los suyos en Buenos Aires también se aclamaba a sí misma: Argentina jugó con 12.

Acaso sólo haya una hinchada más peculiar en el mundo. México acostumbra ofrendar su derrota para que la albiceleste siga su camino. Ellos necesitan sufrir para triunfar; en cambio, nosotros sufrimos para seguir sufriendo. Como somos complicados, esto en modo alguno disminuye el placer que nos brinda el futbol. 

Cuando se celebre un Mundial de pasiones raras, llegaremos a la final.

 

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