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Las Casas Coloradas
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Sin duda, la otrora Calle Real —hoy de Hidalgo— ha sido en la historia de la geografía urbana de Pachuca una de las vías de mayor importancia para la vida citadina, en virtud de alojar en sus aceras, tanto a los más reconocidos comercios como a las más opulentas mansiones de ricos mineros. Fue la primera arteria que se empedró y también la que recibió los beneficios de los más antiguos puentes que unieron al oriente y poniente de la población, ello además de constituirse en la primera avenida que comunico al norte y al sur de la ciudad al unir a la Plaza Mayor con las factorías mineras y, en el confín opuesto, con el Colegio Apostólico de San Francisco y las tierras labor de la región.

Fue también la calle Real, la vía predilecta de la familia Romero de Terreros, en Pachuca, pues en ella, como se ha visto en entregas anteriores, radicó don Pedro en los años inmediatos a su matrimonio con doña María Antonia Trebuesto, Dávalos y Bracamonte celebrado el 29 de junio de 1756, casa ubicada al norte de la plazuela de La Paja —esquina sur oriente del cruce de las hoy calles de Hidalgo y Ocampo— y sitio donde nació su primogénito, don Pedro Ramón Romero de Terreros y Trebuesto, segundo conde de Regla.
Correspondió a este último construir otra mansión de la familia en la antigua calle Real —hoy de Hidalgo— en terrenos cercanos al Colegio Apostólico de San Francisco, casa que debido a la coloración de su paramento exterior, realizado con polvo de —seguramente obtenido de los mantos ubicados en Venta Prieta al sur de la ciudad—, dieron a la fachada una muy especial belleza, significada por los relieves de cantera en las jambas y dinteles de sus ventanas y desde luego por el remate que corona la portada, en el que seguramente debió esculpirse el escudo de la casa de Regla.

Sobre su construcción, Manuel Rivera Cambas refiere en su México Pintoresco, Artístico y Monumental que fue realizada a fines del siglo XVIII por el segundo de Regla, quien, guiado por su filantropía, ordenó su edificación, a fin de dar trabajo al pueblo pachuqueño, entonces acosado por una prolongada hambruna. El objetivo del edificio, dice, fue servir como alhóndiga, aunque lo cierto es que la disposición de patios y habitaciones sugiere más su uso como casa de descanso.

A principios del siglo XIX, al visitar sus propiedades en Pachuca, el tercer Conde de Regla, don Pedro José María Romero de Terreros y Rodríguez de Pedroso, escribió: “Reconocí la Casa Grande, que está junto al Colegio, muy bien dispuesta y tratada; la habita D. Manuel Lozano; paga de renta 200 pesos anuales. Unida a esta, hay otra (casa) chica, que se llama de la ‘Casatas’ (sic) y está al cuidado del padre Tirado. En la plaza que llaman de la paja, está la casa donde nació papá, reducida a cuatro piezas y un patio, reedificadas nuevamente por unas mujeres, que llaman las Araujos, a quienes se les dio, a condición de que mensualmente le habían de dar un peso a una Beata”.

A la muerte del tercer Conde Regla —quien procreo tres hijas y ningún barón— tanto la Casa de Plazuela de la Paja como la llamada Casa Colorada fue heredada por su hija Matilde, quien contrajo nupcias el 28 de septiembre de 1857 con Miguel Cervantes Estañillo, quien, entre otros bienes, recibió la Casa Colorada, como dote matrimonial.

Don Teodomiro Manzano, en su monografía de la ciudad de Pachuca, apunta que Cervantes dejó de pagar las contribuciones de la casa al ayuntamiento, las que llegaron a sumar algo más de 3 mil pesos y como en el remate del juicio respectivo no hubo persona que quisiera adquirirla, en razón de que se encontraba lejos del centro de la ciudad, en terreno despoblado y junto al panteón de San Rafael, fue el gobierno quien tras cumplir con las formalidades de ley se quedó con aquella mansión, bautizada por el pueblo como las Casas Coloradas, en plural, costumbre recurrente, usada también en el caso de la Caja Real, mejor conocida como las Cajas, y así otros casos.

Concluido el juicio en 1884, el gobierno decidió establecer en la otrora mansión de Regla la sede del Tribunal Superior de Justicia del Estado, hasta entonces alojado en una porción del templo de Nuestra Señora de la Veracruz —ubicado al oriente de la hoy plaza General Anaya— donde se habían hacinado oficinas judiciales de primera y segunda instancia.

Por espacio de 87 años, las Casas Coloradas fueron la sede del Tribunal Superior y de los juzgados civiles, a los que se aunaron La Procuraduría General de Justicia y la Policía Judicial en 1917 y poco después, en 1919, la Junta Central de Conciliación y Arbitraje del Estado, con lo que en el espacio otrora deshabitado empezaron a edificarse casas de buena factura, como la del gobernador Simón Cravioto, colindante por el sur con las Casas Coloradas, y desde luego un sinnúmero de despachos y servicios complementarios a la administración de Justicia.

El primero de junio de 1971, las oficinas del Tribunal Superior de Justicia se mudaron al edificio Rule —hoy presidencia municipal de Pachuca—, por lo que el edificio de las Casas Coloradas tras diversas adaptaciones —al margen de toda norma de preservación del patrimonio monumental— se convirtió en sede de la escuela primaria Vicente Guerrero, que inició cursos en el ciclo escolar 1974-1975.

La fotografía que ilustra esta entrega fue lograda en 1927 por el fotógrafo Fernando Rivemar.

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