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Hace (11) meses
La madre minera
La madre minera
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Pachuca, como es bien sabido, es una ciudad que estuvo ligada a la actividad minera desde 1552, o tal vez un poco antes, a finales de 1551, cuando se descubrieron y registraron las primeras vetas argentíferas de la comarca, fecha que parece coincidir con el inicio de esta actividad en Real del Monte. Esta condición coadyuvó al desarrollo de su vida cotidiana, en épocas que la mujer mantenía condiciones de postración ante los hombres, aunque en el caso de la vida de los mineros esta situación se acentuó de tal manera que del minero vivía esclavizada a sus deberes.

Había, sin embargo, una excepción en el concepto de la mujer, su estatus de madre, de madre abnegada, capaz de quitarse el pan de la boca para darlo a sus hijos, capaz de imponerse frente cualquier adversidad para defender a sus hijos —léase las acostumbradas azotainas, propinadas por el embrutecido consorte o pareja considerado como el dueño del hogar—; de esta manera surgió un doble concepto del genero femenino, en la concepción del hombre: por un lado, el ser que le da vida, y por el otro, la esclava capaz de darle satisfacción sexual y trabajo ilimitado en el hogar.

El suceso que aquí narrado apareció en un periódico de mediados de los años treinta, cuando la celebración a las madres se generalizaba en todo el país —iniciada el 10 de mayo de 1922—, y corresponde a un suceso que escandalizó al conocido barrio de El Puerto Rico, parte sustancial del barrio del Arbolito, porción urbana reconocida por la bravura de sus habitantes.

Juana, una mujer de entre 30 y 35 años, conocida solo por su nombre pila, pues ignoraba quienes habían sido sus progenitores, fue recogida por una mujer que laboraba en la chalupería de la pulquería Sangre Minera, sitio donde a los 14 años fue violada por uno de los parroquianos, que jamás reconoció su fechoría; de modo que festejó sus 15 primaveras siendo madre por primera vez. Tres años después, una noche de sábado, recordó años mas tarde, fue obligada a tener relaciones con tres o cuatro individuos, también parroquianos de la Sangre Minera, y festejó sus 18 años siendo madre por segunda vez; en ambos casos procreó dos varones: David y Jorge.

No cumplía aún los 22 años cuando se enamoró del Barretas, un joven minero con el que vivió los siguientes dos años, procreando a Delfina, una hermosa niña, que fue su adoración. Un día, muy de mañana, fue informada de que su marido había sufrido un accidente en la mina; lo alcanzó en el hospital de la Compañía Minera, donde murió dejándola nuevamente sola en este mundo.

Tal situación le obligó a regresar a la Sangre Minera, a trabajar como chalupera, pero es el caso de que el viernes 10 de mayo de 1935, según cuenta la nota, hubo gran jolgorio en la pulquería y más parroquianos de los acostumbrados, de modo que Juanita tuvo que auxiliarse de Delfina, su hija, una joven de 14 años, pero tenía ya bien definidas las formas de una bella mujer, de modo que despertó los apetitos sexuales.
Todo empezó cuando Roberto, un ademador de unos 50 años, se metió al puesto de chalupas y quiso hacer suya a Delfina; Juana reaccionó levantando en vilo la chalupera, colocada sobre el anafre, que vertió sobre Roberto; el hombre gritó de dolor cuando el aceite hirviente tocó su cuerpo, quiso entonces abalanzarse sobre Juana, pero esta lo empujó y Roberto cayó boca arriba y ya no se levantó; el golpe en la base del cerebro fue certero y le privó de la vida.

Llegaron los gendarmes y condujeron a Juana hasta las oficinas del Ministerio Público en Venustiano Carranza, donde inmediato fie recluida en un separo como responsable de homicidio.

Pero es el caso que en la piquera, los parroquianos iniciaron una gran trifulca porque en su mayoría estaban de acuerdo en la inocencia de Juana, que solo dijeron “defendió como madre a su hija”, y de las palabras pasaron a los hechos e iniciaron una marcha hasta la oficina donde estaba recluida Juana. En el camino se le fueron agregando otras muchas personas, de modo que hacia las 10 de la noche había ya un gran tumulto, imposible de disuadir, frente a las oficinas del Ministerio Publico.

El agente de la autoridad quiso calmar los ánimos, pero lo único que hizo fue exacerbarlos más. “No puedo soltarla”, dijo, “es responsable de un delito de homicidio”; hubo abucheos y silbidos de mala nota como respuesta; “Díganme”, agregó, “una excluyente de su responsabilidad y la suelto”, agregó finalizando intervención.

“¡Suéltela!”, dijo una voz impostada y grabe; era Emanuel, un malacatero de la mina El Bordo. “Ella solo defendió como madre el honor de su hija, a la que el muertito solo quería para satisfacer su bajos instintos y esta mujer como madre reaccionó, ¿o no es así?”, preguntó a la multitud y todos asintieron.

El agente del Ministerio Publico caviló unos momentos y luego dijo a voz en cuello; “Tienen razón, cómo vamos a dejar a esa mujer en la cárcel, hoy que es Día de las Madres, seria inhumano”, y procedió a dejarla en libertad.

La cabeza de las ediciones de la Extra, al día siguiente, lo decían todo: “Madre, esposa de minero fallecido, defiende la honra de su hija”; “mata y la dejan en libertad, era Día de las Madres”, señalaron todos los medios. La imagen corresponde a uno de los antiguos callejones del Arbolito.

 

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