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Hace (73) meses
Lecciones de cinismo ilustrado, por Priego Calva
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Desde que asumió el cargo como senador suplente, el secretario general en Hidalgo de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), Jesús Priego Calva, se ha distinguido por dos cosas: su improductividad y su cinismo. Este hombre —del priísmo de antaño, del corrupto y jurásico partido— nos demostró de nuevo por qué los mexicanos estamos hasta la madre de los políticos, y más de los corruptos.

De 580 trabajadores que tiene el Senado de la República 13 llamaron la atención de los medios hace unos días, por el simple y repugnante hecho de que, entre ellos, juntitos y corruptitos, cobran anualmente 18.3 millones de pesos. Mientras un mexicano promedio gana dos o tres salarios míseros —por no decir mínimos, pues apenas alcanza 88.36 pesos diarios, lo significa entre 5 mil 300 y 8 mil pesos—, estos privilegiados del sistema se embolsan mensualmente entre 20 y 15 veces más sólo por “asesorar” a quien debería asesorar al pueblo.

Entre ellos destaca a quien habría de construírsele un monumento al nepotismo, a la corrupción y al nulo respeto a los ciudadanos. Uno de ellos es hidalguense y se apellida Priego Calva, quien desde que llegó al Senado instaló a su hijo como “asesor” con un salario mensual de 105 mil pesos, lo que muchos mexicanos ganan en más de uno o dos años de trabajo.

Jesús Priego Cruz, el hijo de este espécimen de dinosaurio-descarado, llegó ahí porque su papi es Senador y pudo, y a decir de este hombre, su vástago debería ganar más, pues es capaz de lo único que le encomendó: contestarle el teléfono, asesorarlo, decirle lo que tiene que decir, aunque nunca suba a tribuna ni presente iniciativas.

Luego del irracional enojo social, el senador Calva insistió a los medios: “Me va a costar trabajo encontrar alguien con las características de mi hijo”, pues a su parecer no considera que llevarlo a trabajar ahí con un salario como ése —mientras el pueblo se muere de hambre— sea algo indebido. “En el Senado hay mucho trabajo y lo puse no porque es mi hijo, sino porque es competente. Esto que voy a decir no es argumento, es comentario, pero a él a cualquier hora puedo localizarlo, sábados y domingos también”. Vaya competencia.

Y tras decir —e intuir— que las críticas por sus actos son ataques, el senador jurásico reclamó que los cargos de representación ya no tienen los privilegios que deberían. Por formar parte de las sesiones de la Comisión Permanente apenas recibió mil pesos de apoyo para su labor, dijo, como si por hacer su trabajo se le tuviera que pagar más a su ya elevado sueldo. “O cuando tengo necesidad de algún vuelo, sólo me dan uno para mí (boleto de avión) y no de lujo, sino de clase turista”, como si fuera obligación de los mexicanos darle diario caviar y agua Perrier. Y remató una una espectacular lección de cinismo ilustrado: “Cuando viajé a Panamá yo pagué el boleto de mi acompañante. El abuso se daba antes, cuando les daban hasta 10 boletos, pero no me tocó. Los abusos siempre ocasionan cambios”.

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