Usted ha escuchado sobre todo lo que implican estas dos palabras que conforman una poderosa frase, más aún porque tiene que ver con nuestro dinero. Sí, así es, son las “finanzas personales”.
Y cuando abordamos el tema, en automático pensamos en cuánto ganamos y cuánto gastamos. Y es en este último tema en que hay que hablar de todo lo que nos lleva a las fugas de capital o en términos coloquiales en los denominados: “gastos hormiga”.
Se recomienda que para evitar “fugas” de dinero se pueden llevar todos los registros de “entradas y salidas”. Es decir, una agenda semanal de los gastos previstos.
Eso será parte de un presupuesto bien planeado, sobre todo en estos días en que las palabras: inflación y crisis, están por doquier.
Entre la tasa anual de inflación de 7.58 por ciento para la primera quincena de mayo de 2022, destaca la de los alimentos que fue de 13.2 por ciento, y que de acuerdo con la organización México ¿Cómo Vamos? es una situación alarmante. Y revela que el 40.3 por ciento de la población del país se encuentra en pobreza laboral.
Ante este panorama, lo sabemos, los precios de varios productos están al alza, entonces lo que se debe hacer desde el seno del hogar es programar gastos pensando no solo en el hoy, sino en el mañana.
No se puede gastar más de lo que ingresa.
Lo anterior es premisa de unas finanzas sanas y eso se logra comprender cuando tenemos una aplicación de banca móvil o bien con el simple hecho de tener una libreta y anotar todo.
No solo es tener un presupuesto para los gastos fijos y los variables, sino también considerar sobre las emergencias, ya que pueden romper los esquemas trazados.
Y también si se tienen deudas no adquirir más, estos compromisos no deben verse como problemas, siempre y cuando tengamos planeados los días de ir subsanándolos; son obligaciones que se adquirieron cuando se tuvo el préstamo o apoyo.
Y lo mejor es ahorrar, por lo menos el 10 por ciento de lo que se pueda tener de ingresos pues en estos días en que la inflación es tema de agenda diaria, lo conveniente es, como dirían nuestros abuelos: “tener un colchoncito” por cualquier eventualidad. Y si no se gasta, mucho mejor.
