Mucho se dice hoy del enorme poder que las redes sociales tienen en muchos aspectos de nuestras vidas. Estos espacios se han convertido en vehículos de información muy eficientes, rápidos y dinámicos.
Las redes constituyen hoy una nueva forma de socializar entre las personas, espacios digitales donde se intercambian puntos de vista, opiniones y especialmente donde se comunican millones de personas sin mayor frontera que el dispositivo inteligente que tenemos en el bolsillo.
Hasta ahí parecieran todas bondades; sin embargo, las redes sociales también pueden ser espacios de discusión sin tolerancia, enriquecidos con argumentos violentos y sin sustento, por eso cobran fuerza en estos tiempos frases como: “dime a quién sigues en las redes sociales y te diré quién eres”.
En este contexto, el propósito del Espacio Abierto de hoy tiene que ver con la relación que las propias redes sociales guardan con la democracia misma, con los métodos de participación política y, especialmente, sus retos.
Sostengo que la democracia, en un escenario ideal, debe evolucionar a la par de la sociedad, con procesos electorales dinámicos, que respondan a los retos que supone una ciudadanía con el acceso a tanta información proveniente de las redes sociales.
Aquí radica uno de los retos: desarrollar procesos electorales confiables tiene que ver directamente con la percepción social que se tiene de la democracia y a partir de ahí debemos reconocer que nuestro país tiene un sistema electoral sí robusto, sí con mecanismos que permiten tener certeza de los actos, pero sobrerregulado, con reglas y normativa para cada acción, lo cual ha sido producto de un diseño legislativo que por décadas se ha basado en la desconfianza que la ciudadanía tiene hacia lo público.
Es en esta situación donde las redes sociales pueden jugar un papel determinante en el imaginario colectivo de una sociedad involucrada en un proceso electoral; la gran cantidad de información que recibimos de ellas debe estar siempre marcada por una fuente confiable, para evitar la desinformación que sin duda afecta a la sociedad, las autoridades, los partidos y los propios actores políticos.
Otro de los retos principales que tenemos es el de atender y, con acciones coordinadas, erradicar los actos de violencia que desde el anonimato de las redes sociales se cometen en contra de las personas, pero especialmente en contra de las mujeres que deciden participar en política.
La violencia política contra las mujeres en razón de género cometida desde las redes sociales se ha convertido, a mi parecer, en el principal reto que como sociedad enfrentamos, visto desde el papel que estas redes tienen en nuestra democracia. Un país sin mujeres en la vida pública no puede aspirar a mejores condiciones de vida, un país que no proteja su participación segura en la política y en la vida pública, será siempre un país donde la ley no terminará de hacer valer los valores democráticos que merecemos.
Ahí está el reto y la oportunidad de esta generación.
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