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Hace (39) meses
Que el infortunio sea pobre, seas rico en bendiciones
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¿Qué desearte estimada lectora, estimado lector, ahora que está por terminar 2020, que desde el ángulo en que se mire ha sido terrible?

No creo estar equivocado al afirmar que cada uno de nosotros ha perdido algo a lo largo de este año: parientes, amigos, salud física y/o mental, ingresos, empleos, negocios… Tampoco creo equivocarme al decir que la situación nos llevó a atesorar más a quienes queremos, a apreciar lo mucho o poco que tenemos, a dedicar más tiempo a nuestras familias y a nosotros mismos, a aprender cosas nuevas y, esto es muy importante, a aceptar los eventos inesperados que nos trae la vida y reconocer que muchos de ellos están absolutamente fuera de nuestro control.

¿Qué desearte, entonces? ¿Feliz Navidad y próspero año nuevo?

En Irlanda, la tierra de mis bisabuelos maternos, abundan las bendiciones que en ocasiones diversas uno desea que recaigan sobre quienes uno estima. Entre ellas una muy antigua que la tradición atribuye al mismo San Patricio, el patrono de ese país que lo evangelizó a finales del siglo IV.

En ella se menciona todo lo que deseo para ti hoy y siempre. No hay que ser creyente para apreciarla en toda su magnitud.

Que vivas por el tiempo que tú quieras, y que nunca quieras vivir tanto como vives.
Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron.

Pero nunca te olvides de recordar las cosas que te alegraron.

Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos.

Pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron contigo.
Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron.

Pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día.

Que el día más triste de tu futuro no sea mayor a la felicidad del día más feliz de tu pasado.
Que nunca se te venga el techo encima y que nunca se vayan los amigos reunidos debajo de él.
Que siempre tengas palabras cálidas en un  frío anochecer.

Una luna llena en una noche oscura.

Y que el camino siempre se abra a tu puerta.

Que haya una generación de hijos en los hijos de tus hijos.

¡Que vivas cien años, con un año extra para arrepentirte!

Que el Señor te guarde en Su mano y nunca apriete mucho el puño.

Que tus vecinos te respeten, los problemas te abandonen.

Que los ángeles te protejan, y que el cielo te reciba.

Que la fortuna de las colinas irlandesas te abracen.

Que las Bendiciones de San Patricio  te contemplen.

Que tus bolsillos estén pesados y tu corazón, ligero.

Que la buena suerte te persiga, cada día y cada noche.

Muros contra el viento, un techo para la lluvia, bebidas junto a la fogata,

Risas para consolarte y aquellos a quienes amas cerca de ti.

¡Y todo lo que tu corazón desee!

Que Dios esté contigo y te bendiga.

Que veas a los hijos de tus hijos.

Que el infortunio sea pobre, seas rico  en bendiciones.
Que no conozcas nada más que la felicidad

Que desde este día en adelante, Dios te conceda muchos años de vida.
De seguro Él sabe que la tierra no tiene suficientes ángeles.

Finalizo con otra bendición irlandesa: para el año que está por llegar te deseo:
Que la tierra se vaya haciendo camino ante tus pasos, que el viento sople siempre a tus espaldas,
que el sol brille cálido sobre tu cara, que la lluvia caiga suavemente sobre tus
campos y, hasta que volvamos a encontrarnos,
que Dios te lleve en el hueco de su mano.

Me voy de vacaciones. Regresaré el 4 de enero.

Eduardo Ruiz-Healy

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