En junio del 2018, Ciudad del Cabo, en el oeste de Sudáfrica, enfrentó una severa crisis del agua, tras varios meses de alertas de escasez de agua por parte de las autoridades de aquel país, esta ciudad estuvo a punto de ser la primera gran metrópolis del mundo en quedarse sin el vital líquido. Sus reservas habían caído por debajo del 25 % de su capacidad y los niveles de sus seis presas descendían, lo que llevó a tomar medidas sin precedentes del uso eficiente del agua por medio de una fuerte campaña de concientización pública. Gracias a la corresponsabilidad entre el gobierno y la ciudadanía, el “día cero” se evitó. Sin embargo, esta crisis ha sido un llamado de atención y reflexión para muchas ciudades de nuestro planeta en cómo afrontar el cambio climático y la gestión sostenible del agua con mayor estrategia.
En nuestro país, la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, ha dado a conocer que 25 empresas, (las de mayor consumo), manifestaron su intención de colaborar en una mejor distribución del agua, por lo que instrumentaron un inventario diseñado por la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP), en el que informarán cuánta agua utilizan, y cuánta podrán otorgar en beneficio de Ciudad de México durante los próximos meses de sequía.
En este contexto, resulta imperativo ubicar en el centro de la discusión pública un plan hídrico y escalarlo como uno de los principales temas de la agenda pública nacional. Por ejemplo, examinar la estructura institucional y las atribuciones de la Comisión Nacional del Agua, ya que en la actualidad se percibe como un ente disfuncional, sin estrategia para ofrecer soluciones a los usuarios.
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad Autónoma Metropolitana concluye que los mexicanos, particularmente los de menos ingresos, gastan una cantidad considerable de recursos en proveerse de agua potable, toda vez que el agua a la que tienen acceso en sus colonias no está en condiciones para beberse y que en muchos casos es agua tóxica. Por lo tanto, tienen que gastar mucho dinero, ya sea en pipas, en purificadoras o en garrafones de agua. Aquí la pregunta es, ¿no valdría la pena hacer un esfuerzo? Un gobierno federal que cuenta con 8.6 billones de presupuesto anual para gastar. Que lo hiciera en el tema del agua y hacer un buen programa, una gran estrategia nacional de agua, y no cada año repensar o rehacer una nueva. ¡Claro que vale la pena!
El año pasado fue Nuevo León, ahora, Ciudad de México, el estado de Hidalgo y su capital, Pachuca, sufren ya las consecuencias del estrés hídrico, lo cual requiere que vayamos a la acción en tres simples tareas: recolección a través de sistemas de captación de agua de lluvia por medio de canaletas en los techos y aprovechar el recurso y almacenarlo en tinacos y/o cisternas. Reducir el consumo adoptando sencillas prácticas en el hogar nunca está de más, hablemos de las duchas cortas, cerrar las llaves cuando no se están usando, reducir el nivel de agua en las lavadoras, revisar y en su caso arreglar las llaves y tuberías para que no goteen. Reutilizar y regar las plantas cuando llueve, lavar patios con las aguas grises de la lavadora. Estos consejos ayudan a reducir nuestra huella hídrica y contribuyen al cuidado del medio ambiente.
La gestión sostenible del agua deberá ser el tema de mayor relevancia nacional y toda la energía política disponible en este caso convendría concentrarla ahí. Es necesario contar con funcionarios de alta calidad, a la altura para atender eficazmente los desafíos que enfrentan nuestras ciudades y dar resultados tangibles a quienes las habitamos. Tengamos organismos desconcentrados no sólo para la distribución, sino para el saneamiento también. ¿Cuántos municipios realizan saneamiento de sus aguas? ¿Se recicla apropiadamente? En fin, es preciso concentrarnos en lo más importante que este país tiene que enfrentar, la crisis del agua. La experiencia del “día cero” en Ciudad del Cabo ha sido un ejemplo para otras ciudades del mundo con problemas similares de escasez de agua y hoy debe ser referente en el contexto local para tomar las mejores decisiones y evitar nuestro propio “día cero”.
