México enfrenta dos grandes emergencias, una sanitaria y otra económica. El coronavirus deja más fallecimientos que el terremoto de 1985, que, según expertos, ha sido el evento natural más mortífero del que se tenga registro. La cifra de decesos que dejó el terrible sismo difiere entre autoridades, especialistas, testigos, medios y público en general, pero los números alcanzan hasta los 35 mil fallecidos. El coronavirus ya deja más víctimas mortales en nuestro país.

Al mismo tiempo, las estrategias para detener la propagación de la pandemia han dejado sin trabajo a millones de mexicanos y ha aumentado la pobreza extrema. Economistas señalan que la crisis por el coronavirus representará un mayor desafío económico que el “Error de Diciembre” de 1994, que derivó en la devaluación del peso mexicano.

La ansiedad y el cansancio están en su punto más alto, pero también los contagios y la crisis económica van en el mismo sentido. Estamos arrastrados a un debate cada vez más acalorado que enfrenta dos tragedias que se correlacionan. A cambio de disminuir un impacto económico ¿Cuánta muerte estamos dispuestos a soportar? o ¿Cuántas decenas de miles de vidas estamos dispuestos a sacrificar para que el resto de nosotros podamos trabajar y salir de nuestros hogares?.

Los líderes estatales están bajo presión para cancelar o suavizar las medidas de aislamiento y permitir que las empresas vuelvan a abrir, que los trabajadores regresen a sus empleos y que los clientes regresen a las tiendas. El cierre económico está teniendo enormes costos y los gobiernos de todo el mundo están buscando formas de disminuir sus efectos negativos mientras buscan reducir los contagios.

No asumiré ninguna preferencia para hablar de estas dos opciones que tienen las autoridades frente a la crisis actual. Mostraré argumentos de ambas posturas: en una tenemos como prioridad el cuidado de la salud para evitar más contagios y más muertes, en otra tenemos la necesidad de iniciar la reactivación económica.

Los que piden la reapertura señalan que la crisis por los cierres de negocios puede hacer más daño que el Covid-19, un virus que algunos señalan de baja mortalidad, pues más del 90% de los contagiados sobrevive. La OMS señala que alrededor del 80% de los pacientes se recuperan sin necesidad de tratamiento hospitalario.

Para ellos, no se debe permitir que la cura sea peor que la enfermedad, piden que dejemos de politizar la conversación y comencemos a pensar en lo que podemos hacer para proteger a los mexicanos y reiniciar la economía. Evitar unas muertes no vale llevar a miles de empresas a fracasar o exigir que millones de personas se pongan en cuarentena durante un año o más hasta que todos sean vacunados. Advierten que, de seguir extremando las medidas, los consumidores conservarán su dinero en lugar de gastarlo en bienes y servicios, los empleados retrasarán el regreso al trabajo siempre que sea posible, las compañías priorizarán protegerse de las demandas y continuarán retrasando muchas decisiones de inversión y contratación. En una pandemia, la filosofía moral puede conducir a acciones inmorales.

Pero los que sugieren extremar medidas, señalan que cualquier persona puede contraer el COVID‑19 y caer gravemente enferma, saturando los hospitales y generando un efecto dominó que desencadena en más fallecimientos. Si llega una segunda o tercera ola del virus podría terminar matando a más personas que la primera, llevando a extremar medidas nuevamente lo que ocasionará un peor daño económico.

La reapertura realizada en Estados Unidos ha dejado salvajes consecuencias y un rebrote de la pandemia. En Colombia, las cifras reflejaban buen manejo al inicio de la pandemia, pero en Bogotá, la capital, desde donde les escribe este hidalguense, las autoridades volvieron a endurecer medidas tras una reapertura que muchos criticaron, entre ellos, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López. Esta semana tuve la oportunidad de hablar con su secretario de Gobierno, Luis Ernesto Gómez, quien se mostró preocupado por el panorama en la ciudad, ya que tras la reapertura se evidenciaron largas filas y aglomeraciones. Específicamente criticó el llamado “Día sin IVA”, algo parecido a lo que en México es el “Buen Fin”, una jornada en la que se busca que gastemos y compremos para ayudar a reactivar la economía.

Muchos hidalguenses no pueden dejar de trabajar porque viven al día, pero en las calles está disminuyendo el flujo de dinero, se están perdiendo los empleos y está aumentando la pobreza extrema. Según el reciente estudio presentado por Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, Hidalgo estaría entre los estados del país con mayor impacto económico en sus niveles de pobreza derivado de la crisis por el coronavirus.

La pobreza extrema aumentará un seis por ciento, ubicando a Hidalgo entre los 14 estados que podrían resultar más afectados en el número de pobres debido al impacto económico de la pandemia, según el estudio “Magnitud del Impacto Social del Covid-19 en México, y Alternativas para Amortiguarlo” del Centro de Estudios Educativos y Sociales.

Vemos que en Hidalgo, a pesar de no estar en verde en el semáforo de riesgo de los estados mexicanos, muchas actividades no esenciales están reactivándose. Y es que los economistas señalan que los programas sociales de apoyo a los mexicanos no son suficientes para el tamaño de la crisis, por lo que hay que pensar en políticas que reactiven la economía, pero desde abajo. No solo apoyando directamente con programas económicos sino también con estrategias gubernamentales que generen empleos y beneficios a empresarios, que son los que dan esos empleos, todo esto, siguiendo por supuesto las recomendaciones sanitarias por la pandemia.

En todo el mundo, las economías están reabriendo cautelosamente. En Francia ya incluso se permitió el ingreso a 5 mil aficionados a un estadio con capacidad para más de 25 mil. Esperemos se den las condiciones para que pronto se pueda ver, paulatinamente, a más aficionados tuzos en el Hidalgo y, si de desear se trata, esperemos también que, al inicio Club Pachuca juegue contra el América o equipos con muchos seguidores que no podrán hacerse sentir en los estadios.

La reapertura debe ser escalonada, evitando escenarios de alto riesgo. Se debe hacer con numerosas pruebas de coronavirus a los habitantes y con base en esos resultados, ir reabriendo gradualmente como están haciendo países europeos. En segundo lugar, las autoridades deben establecer prioridades claras sobre qué partes de la economía se abrirán primero y por qué. Esto debe tener en cuenta los factores del lado de la oferta, la demanda y el talento de cada región hidalguense. Si la mitad de todos los trabajadores, clientes, estudiantes o participantes pueden regresar a sus actividades normales sin causar un aumento significativo en la tasa de infección, ciertamente eso es mejor que no permitir que nadie lo haga.

Será una recuperación lenta y constante con posibles pausas cuando los estados experimenten picos repentinos lo que forzará un retorno a medidas de aislamiento. Las empresas y los estados deberían asumir un liderazgo claro aquí para evitar una crisis económica prolongada.

Sopesar los riesgos frente a las recompensas, que son cuestiones fundamentalmente políticas y morales, no científicas o económicas. Y sin importar cómo los resolvamos, habrá costos y riesgos, ganadores y perdedores. Como señalaba en mi criterio anterior, en esta extraña realidad, parece que muchos neoliberales piden extremar medidas para privilegiar la salud y los izquierdistas parecen priorizar la economía.

La prioridad ahora es salvar vidas, pero el paso siguiente será hacer un balance y exigir responsabilidades. No podemos culpar a las víctimas que deja la pandemia, justificando que se les avisó de los peligros, sobre todo cuando muchos no dieron el ejemplo y no siguieron las recomendaciones sanitarias como usar cubrebocas. Como se suele decir, las predicciones son claras: puede pasar cualquier cosa.