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Hace (26) meses
40 años desde mi primera columna y enfrentamos muchos de los mismos problemas
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Parece que los mexicanos de hoy, al igual que los de ayer y muy probablemente los de mañana, estamos condenados a enfrentar problemas que los gobernantes del pasado, del presente y muy posiblemente del futuro no supieron (o quisieron), saben (o quieren) ni sabrán (o querrán) resolver.

La división entre conservadores y liberales es uno de ellos. Un buen ejemplo de esto lo da casi todos los días el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien acusa a sus “conservadores” de todos los males del país.
Como periodista me ha tocado comentar o analizar diversos asuntos que pese al paso de los años siguen sin tener visos de solución o que, si bien parecen haberse resuelto, vuelven de nuevo a complicar nuestras vidas.

Por ejemplo, en el primer programa que conduje en Radio Fórmula, el 2 de noviembre de 1989, analicé con cuatro invitados lo que entonces era el creciente problema del ambulantaje en la Ciudad de México. Uno de ellos, que era un diputado priista cuyo nombre no recuerdo, insistió una y otra vez en que el entonces jefe de Gobierno del DF, Manuel Camacho Solís, lo resolvería en cuestión de meses, lo cual evidentemente no ocurrió. 33 años después el comercio informal se ha apoderado de las calles, no solo de la CDMX sino de la mayoría de los centros urbanos del país, lo que demuestra el fracaso de los gobernantes federales y locales para generar un sistema económico capaz de generar empleos decentes para millones de personas.

La inflación es un buen ejemplo de un problema recurrente que cuando creíamos que estaba bajo control ha vuelto a complicarnos la vida.

Curiosamente, la manera en que los aumentos de precios nos golpean en lo individual fue el tema de la columna con la cual empecé mi carrera periodística, hoy hace 40 años.

En efecto, el lunes 25 de enero de 1982 apareció mi columna en el diario El Universal, la primera de quién sabe cuántas que he escrito desde entonces y en ella mostré que, entre diciembre de 1980 y diciembre de 1981, los precios de 25 productos que probablemente compraba en la CDMX un joven profesional, casado con dos hijos, tuvieron un incremento promedio de 54.04 por ciento, casi el doble del 28.74 por ciento que para ese mismo periodo tuvo el Índice Nacional de Precios al Consumidor del Banco de México.

Algunos aumentos que anoté en esa columna: Caja de 150 pañuelos desechables, de 6.80 a 21.80 pesos (+221 por ciento); un kilo de toronja sangría, de 1.80 a 4.50 pesos (+150 por ciento); un litro de gasolina NOVA, de 2.80 a 6.00 pesos (+114 por ciento); un frasco de 800 g. de mayonesa con jugo de limón, de 42.90 a 67.50 pesos (+57por ciento); cigarros con filtro, de 15.60 a 21.00 pesos (+35 por ciento). En solo un año, aumentaron 67 por ciento los precios de una torta de jamón con queso y una consulta con un médico pediatra, y la visita de una mujer a un salón de belleza 150 por ciento.

Hoy cumplo 40 años de ejercer mi oficio y el releer mi primera columna me recuerda esa época catastrófica en que la inflación causó estragos entre los mexicanos: arruinó vidas, empobreció más a los pobres, hizo pobres a los clasemedieros, diluyó el patrimonio de muchos, y frustró los planes a futuro de muchos más. Y todo por las disparatadas políticas populistas y la demagogia de quienes entonces mal gobernaron al país, políticas que nuevamente está impulsando el gobierno de AMLO.

Eduardo Ruiz-Healy

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