AMLO y el Cártel de Sinaloa, ¿humanidad o debilidad?
 
Hace (48) meses
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Salvador García Soto
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El presidente implacable contra la corrupción, el que no ha tenido miedo de enfrentar todos los intereses y a los políticos del viejo sistema prianista, el que no soporta a los “delincuentes de cuello blanco” y enfrentó a la mafia del huachicol dentro y fuera de Pemex, el que no le teme ni siquiera al coronavirus y lucha todos los días con las resistencias y las conspiraciones de sus adversarios —los “conservadores”— que quieren que le vaya mal a su gobierno, solo se ha doblegado y enternecido ante dos apellidos que parecen producirle debilidad muy especial: Guzmán Loera.

Primero fue el contacto con la madre de Joaquín Guzmán Loera, vía epistolar en febrero de 2019. En la primera de tres cartas que le ha enviado, María del Consuelo Loera le pedía ayuda para algo que, López Obrador debió saber, era imposible: la repatriación de su hijo de Estados Unidos. Luego otra carta de la nonagenaria en julio del mismo año y la designación de sus dos abogados, José Luis Meza y Juan Pablo Badillo —los que defendieron a el Chapo— para que fueran apoyados por oficinas federales para conseguir su objetivo, además de tramitarle una “visa humanitaria” a la madre de el Chapo. Finalmente fue la carta de ayer, 29 de marzo, donde le informa del fracaso de las negociaciones y le insiste que la ayude para ver a su hijo que “tengo más de 5 años sin verlo”.

La segunda vez que ayudó, directa o indirectamente a la familia de el Chapo fue en octubre de 2019, con la cuestionada liberación de Ovidio Guzmán López, estando ya detenido por soldados de élite del Ejército mexicano.

Curiosamente en ambas ocasiones, ante los fuertes cuestionamientos que ha desatado dentro y fuera de México, el presidente ha invocado las mismas razones para justificar su actuación, que de un modo otro beneficia a la familia de Guzmán Loera: “fue por razones humanitarias”, ha dicho López Obrador.

El argumento de “humanidad” que invoca López Obrador para apoyar y ayudar de la manera en que lo ha hecho a la señora Loera puede entenderse, pero no alcanza para explicar por qué a ella sí, el presidente la ayuda, la saluda de mano y le ofrece todo el apoyo de su gobierno para ayudarla a que vea a su hijo —por cierto uno de los delincuentes más violentos y sanguinarios que ha habido en México— y por qué no a todas las madres de hijos encarcelados, asesinados o desaparecidos.

Por lo pronto, mientras no haya explicaciones más convincentes sobre la actitud presidencial, solo queda concluir que, además de trasnacional, el Cártel de Sinaloa ha resultado “transpartidista y transideológico”, pues no solo nació, creció y se consolidó en el régimen del PRI, para después volverse en los dos sexenios del PAN la organización de narcotráfico más poderosa del mundo y el Chapo Guzmán el capo más buscado, sino que ahora en tiempos de la 4T al parecer sigue contando, al menos con el buen ánimo y la “humanidad” del presidente López Obrador. Ahora sí, que parafraseando al clásico que alguna vez citó lo de su plumaje que no se mancha, el cártel sinaloense transitó del neoliberalismo a la 4T sin perder una sola pluma.

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