Alimentos caducados
 
Hace (25) meses
 · 
Compartir:
Para Paco Arias por su cumple.
1: Si existe una etapa en mi vida donde me he sentido víctima es en la niñez, una niñez distinta a las otras, lejos a la de un niño subido en su triciclo con flechas en la espalda, el rostro pintado y un arco, disparándole a todo lo que se mueve. Mi niñez fue otra que la del niño jugando con sus coches de carreras y sus juegos de baterías; mi niñez es otra, difícil, dura y triste. El dinero en esa época estaba escaso, como ahora, y el hambre, que es cabrona, se apoderó de la familia. Vivíamos en una casa de interés social que mis padres habían comprado con muchos sacrificios. Éramos cuatro hermanos. A la edad de 8 años mi madre me mandaba a vender donas en la colonia Centro; mi hermano de 4 años cargaba la charola mientras que su sencilla servilleta cobraba y daba cambios. Luego, de vuelta a casa, mi padre cocinaba alguna papilla de aspecto desagradable y era nuestra cena. Íbamos a una escuela pública. Mi desayuno siempre era el mismo: un plátano podrido y un bolillo con frijoles refritos. En segundo de primaria, una maestra tan hermosa como la noche estrellada nos enseñó que todo alimento contiene una fecha, nos habló de la caducidad en los alimentos y nos explicó que todo alimento deja de ser sano a un tiempo determinado; yo miraba los alimentos que mis padres compraban en descuento, todos sin excepción estaban caducados, los gansitos que yo comía tenían dos meses de haber estado en buenas condiciones; las latas de atún que comíamos por la tarde tenían tres meses caducadas, el yogurt de las mañanas tenía un olor y un sabor parecido a la leche agria, había que hervir la leche porque no olía bien ni mucho menos sabía. Todo estaba vencido, menos el sándwich de mi maestra hermosa, eso sí que sabía a gloria; ahí conocí el jamón. Los niños de la escuela se burlaban de mi ropa sucia, que contenía las manchas de principios de año a finales del curso, pues mi madre solo las lavaba con pura agua; se burlaban de mi licuado caliente que sabía a fruta podrida, por lo regular guayaba o papaya, y hasta cuando mi desayuno estaba de lujo: una torta de tamal de dulce. Nací entre alimentos caducados y podridos, crecí sin visitar nunca una clínica dental o un hospital, fue terriblemente duro y desalentador, creo que comer ratas hubiese sido más sano en ese entonces. Pero no estoy despreciando lo que mis padres me deban, ahora entiendo la situación y no pongo en tela de juicio las intenciones de mis padres, no guardo rencor alguno contra ellos. En ocasiones es bueno mirar atrás para no olvidar lo que somos y de donde venimos, por más que hayan sido situaciones complicadas, no debemos olvidarlas de nuestra memoria. Aquellos soldaditos de plástico que llegaban el Día de Reyes Magos aún siguen estando conmigo sobre mi televisor, aún el balón de fútbol corriente con el que jugaba con mi hermano sigue a mi lado, dispuesto a seguir dejándose golpear por mis zapatos rotos; aquel libro despastado que me llegó el día de mi noveno cumple está en mi librero hecho de tabiques, y el suéter que me cubrió del frío cuando vendía donas es ahora el que cubre a mi hija, que duerme en su cuna de cuatro generaciones. Los alimentos caducados siempre serán una bendición de la naturaleza; me gusta la papilla de días, los atunes de hace tiempo, los gansitos duros y rancios, el yogurt líquido con sabor a leche cortada, disfruto la fruta madura y la carne de días; soy inmensamente feliz con mi balero y mis canicas, y disfruto la estancia en esta casa de interés que reúne todos mis recuerdos. Ahora pienso que los alimentos caducados no son tan malos en la infancia, nos enseñan a tener un paladar más fino, nos enseñan a vivir en la pobreza, y siempre serán mejores el hambre que la nada. Aquellos sabores los guardo en el paladar, como guardo el sabor del pan fresco que me compartía mi maestra hermosa de segundo grado, en la lengua el sabor y el amor de mis padres, que hicieron hasta donde pudieron; en mi lengua la tristeza y la felicidad de tener alimento… ahora cambio la fecha de caducidad de unas galletas, intento hacerme a la idea que fueron hechas esta misma noche. Soy un hombre caducado, con recuerdos caducados, con una niñez caducada y un futuro caducado.
2: Ahora lo entiendo todo: la gente encomienda a Cupido que dispare al corazón, pero este ángel tiene tan mala puntería que dispara a los talones. Por eso hay amores que son como una piedra en el zapato.
3: Escriban sus comentarios, críticas y más críticas y nada de elogios a: u_vidal@hotmail.
Compartir:
Etiquetas:
Relacionados
title
Hace 1 minutos
title
Hace 15 minutos
title
Hace 2 horas
Se dice
/seDiceGift.png
Especiales Criterio
/transformacion.jpeg
Suscribete
/suscribete.jpg
Más popular
Política actual impide el desarrollo: Marivel Solís
Por Gerardo Ávila . 24 de mayo de 2016
Por Gerardo Ávila . 9 de agosto de 2017
Por Federico Escamilla . 12 de febrero de 2018
Por Gerardo Ávila . 30 de noviembre de 2015

© Copyright 2023, Derechos reservados | Grupo Criterio | Política de privacidad